(547) Ejecutados Diego de Almagro el Mozo y otros cabecillas de su
bando, quedaba en el Cuzco un grupo de almagristas presos, sin duda incapaces
de dormir por la incertidumbre de su suerte. Pero por piedad, o por pragmatismo
político, se paró la máquina de matar: “Vaca de Castro oyó las declaraciones de
algunos que habían estado en la batalla con Diego de Almagro el Mozo, y fueron
sentenciados moderadamente, condenándolos en algunas penas livianas”.
Cieza vuelve a hablar de los que habían llegado de Chile con el capitán
Monroy por orden de Pedro de Valdivia para reclutar gente. Necesitaban con
urgencia reforzarse para someter a los duros araucanos y ampliar la zona de
conquista: “Como Vaca de Castro vio que convenía al servicio de su Majestad,
les proveyó del mayor socorro que pudo,
y así partió Monroy en un navío con casi cien españoles, caballos y armas”.
Por otra parte, Vaca de Castro hacía lo habitual en las Indias cuando
los soldados estaban irritados por falta de recursos suficientes: “Tuvo gran
cuidado de enviarlos a conquistas e
descubrimientos, proveyéndolos de caballos y otros socorros, y en esto bien le
podemos loar de prudente”.
Esto le va dar pie a Cieza para hablarnos de cómo surgió la idea de una
gran expedición (de la que ya hemos comentado algo). Pero, casi en función de
aguafiestas, hace alusión a las fantasías que habían surgido sobre las riquezas
que existían en torno a un gran río que nace en las tierras previstas para la
campaña: “Teníase gran noticia de las provincias que se extienden por donde
corre el poderoso Río de la Plata, que, cuando sale al Océano (Atlántico),
parece seno de mar y no de río. Cuando se descubrió su entrada, ciertos
españoles que fueron por él arriba e llegaron a las provincias (de Perú),
contaron grandes cosas. Como los acaecimientos siempre se engrandecen, se decía
que había tanta cantidad de plata y oro, que los indios no lo apreciaban. Yo
conocí a Francisco de César (ya hablamos de él), que fue capitán en la
provincia de Cartagena, y a un Francisco Ogazón, que también es de los antiguos
conquistadores de aquella provincia, e muchas veces los oía afirmar con
juramento que vieron allá mucha riqueza e grandes manadas de ganado. Después
fue como Gobernador a aquella tierra Don Pedro de Mendoza, y pasaron los
acontecimientos que diré cuando hable de la última guerra y la venida del
Presidente Pedro de la Gasca”. En muy lejanas páginas hablé de Don Pedro de
Mendoza, primer Adelantado de Río de la Plata y protagonista de la primera
fundación de la ciudad de Buenos Aires, asentada definitivamente muchos años
después por Juan de Garay. Retornando a España, murió Mendoza de enfermedad,
siendo sumergido su cuerpo en las aguas del Atlántico. Tras hacer este
preámbulo para ponernos en situación, Cieza narra cómo se despertó el
entusiasmo en algunos hombres de Vaca de Castro, y se puso en marcha la azarosa
aventura, que estará llena de incidentes (algunos de los cuales ya conocemos).
(Imagen) Sin haber ejecutado todavía a DIEGO DE ALMAGRO EL MOZO, y
teniéndolo preso, VACA DE CASTRO le envió una carta al Rey para darle a conocer
la situación tras la victoria de la batalla de Chupas. En ella queda clara su
intención de matarlo, lo cual indica que estaba seguro de que Carlos V no se lo
iba a reprochar. No lo había hecho todavía porque esperaban saber de él dónde
tenía el dinero que había robado a la Corona. La carta (la imagen muestra el
inicio del documento) era del 24 de noviembre de 1542, y lo mató el día 27.
Le comunica al Rey cómo fue la victoria, y le dice: “De nuestro bando murieron
unos cuarenta, casi todos arcabuceros, ninguno de lanza o espada y pocos de
alto grado, salvo el capitán Perálvarez Holguín, que murió a su (imprudente)
manera, y por su causa tuvimos algún daño, porque le encomendé romper con la
caballería la vanguardia enemiga, y se retrasó en esto, de manera que nuestra
infantería recibió daño de los contrarios, e por esto entró un tiro de
artillería por un lado y se llevó cinco hombres, entre ellos un pariente mío y
el capitán Jiménez y el capitán Gómez de Tordoya. La muerte de Perálvarez la
proveyó Dios como convenía, porque era de vivir siempre en motín con gente
común, y tan alterado, que me había de poner en trabajo e dar ocasión para que
lo degollase”. Añade que después de la batalla ejecutó a seis oficiales
almagristas y a otros que estuvieron implicados en el asesinato de Pizarro,
teniendo intención de matar a todos los responsables. Pero dice también que,
aunque había otros merecedores de morir, e, incluso, la rebeldía de los
almagristas fue tan ambiciosa que proyectaban matar en Chile a Pedro de
Valdivia y apoderarse de todas aquellas tierras, tenía decidido no quitarle la
vida a nadie más, bastando con que fuesen desterrados los menos culpables a
Nicaragua o a Guatemala.
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