(556) Juntos ya todos los grupos de la expedición, decidieron
seguir adelante para encontrar el Río de la Plata, pues había noticias de que
en aquellos lugares “había poblaciones muy ricas, donde en breve tendrían todos
mucha prosperidad en tierra tan deseada de ver por los que salen de España para
descubrirla (parece que Cieza alude al mito de la Ciudad de los Césares)”.
Los indios les habían hablado de que, no muy lejos, estaba la poblada zona de
Mocacaja, advirtiéndoles de que en el camino no había agua. “Los capitanes
mandaron hacer con cueros de ovejas (llamas) zurrones para el agua, y
también con calabazas. Aún no había dado el alba muestras de que el día iba a
venir, cuando los españoles se pusieron a caminar. Y fue tan increíble el calor
que hacía, que el agua que llevaban fue bebida en breve”.
Como solía ocurrir
en las expediciones más duras, los que peor parados salían eran los indios
porteadores: “Muchos de la gente de servicio que iba con los españoles quedaban
muertos por el calor y la falta de agua, e los caballos iban bien fatigados”.
Desesperados, se adelantaron algunos como pudieron con los agotados caballos
para volver con agua: “Y, ciertamente, aprovechó el agua que trajeron para que
muchos no muriesen. Al amanecer, gracias a Dios Nuestro Señor, que en
semejantes momentos muestra maravillas, comenzaron las nubes a dar señal con
los truenos de que la lluvia quería venir, e aquella gente, alegres con oírlo,
abriendo las bocas, echaban las espaldas en el suelo, y no tardó en venir mucha
agua, haciendo los españoles e indios grandes hoyos, y en breve tiempo se
llenaron con las estopadas de agua que caían (parecido a decir que la nieve
‘trapea’), con lo que pudieron beber a voluntad”.
Los españoles
llegaron a un poblado, pero lo encontraron sin indios, porque, sabiendo sus
andanzas, se habían ausentado, pero estaban al acecho algunos espías. Hirieron
con sus flechas a dos caballos, y se volvieron para dar parte a su gente de que
los españoles eran muy pocos. Su superioridad numérica les quitó el miedo:
“Vinieron en escuadrón hasta seiscientos indios, trabose la batalla, e, aunque
algunos españoles fueron heridos, más de doscientos de los naturales fueron
muertos, y muchos más fueron heridos. Con gran miedo e no poco alarido,
volvieron las espaldas espantados por la fortaleza de los españoles, y no
podían creer sino que había en ellos alguna deidad”.
Cieza interrumpe
brevemente lo que está contando, y más tarde nos dirá que los indios se armaron
de valor, juntaron más gente, y decidieron volver a atacar a los españoles, lo
que va a resultar fatal para Diego de Rojas, y, como consecuencia de ello,
también para la expedición.
El cronista no
quiere dejar atrás otro incidente. Vimos anteriormente que el bachiller Juan
Vélez de Guevara fue enviado a Lima por Vaca de Castro para que asumiera en su
nombre todos los poderes de la ciudad. Pero, sorprendentemente, va a encontrar
serias dificultades por parte de quienes ya estaban al mando.
No hay comentarios:
Publicar un comentario