jueves, 28 de noviembre de 2019

(Día 966) Todos juntos ya, los españoles, bajo el mando de Diego de Rojas, fueron hacia el río de la Plata, pero sufriendo un calvario por la sed y los ataques de los indios.


     (556) Juntos ya todos los grupos de la expedición, decidieron seguir adelante para encontrar el Río de la Plata, pues había noticias de que en aquellos lugares “había poblaciones muy ricas, donde en breve tendrían todos mucha prosperidad en tierra tan deseada de ver por los que salen de España para descubrirla (parece que Cieza alude al mito de la Ciudad de los Césares)”. Los indios les habían hablado de que, no muy lejos, estaba la poblada zona de Mocacaja, advirtiéndoles de que en el camino no había agua. “Los capitanes mandaron hacer con cueros de ovejas (llamas) zurrones para el agua, y también con calabazas. Aún no había dado el alba muestras de que el día iba a venir, cuando los españoles se pusieron a caminar. Y fue tan increíble el calor que hacía, que el agua que llevaban fue bebida en breve”.
     Como solía ocurrir en las expediciones más duras, los que peor parados salían eran los indios porteadores: “Muchos de la gente de servicio que iba con los españoles quedaban muertos por el calor y la falta de agua, e los caballos iban bien fatigados”. Desesperados, se adelantaron algunos como pudieron con los agotados caballos para volver con agua: “Y, ciertamente, aprovechó el agua que trajeron para que muchos no muriesen. Al amanecer, gracias a Dios Nuestro Señor, que en semejantes momentos muestra maravillas, comenzaron las nubes a dar señal con los truenos de que la lluvia quería venir, e aquella gente, alegres con oírlo, abriendo las bocas, echaban las espaldas en el suelo, y no tardó en venir mucha agua, haciendo los españoles e indios grandes hoyos, y en breve tiempo se llenaron con las estopadas de agua que caían (parecido a decir que la nieve ‘trapea’), con lo que pudieron beber a voluntad”.
     Los españoles llegaron a un poblado, pero lo encontraron sin indios, porque, sabiendo sus andanzas, se habían ausentado, pero estaban al acecho algunos espías. Hirieron con sus flechas a dos caballos, y se volvieron para dar parte a su gente de que los españoles eran muy pocos. Su superioridad numérica les quitó el miedo: “Vinieron en escuadrón hasta seiscientos indios, trabose la batalla, e, aunque algunos españoles fueron heridos, más de doscientos de los naturales fueron muertos, y muchos más fueron heridos. Con gran miedo e no poco alarido, volvieron las espaldas espantados por la fortaleza de los españoles, y no podían creer sino que había en ellos alguna deidad”.
     Cieza interrumpe brevemente lo que está contando, y más tarde nos dirá que los indios se armaron de valor, juntaron más gente, y decidieron volver a atacar a los españoles, lo que va a resultar fatal para Diego de Rojas, y, como consecuencia de ello, también para la expedición.
     El cronista no quiere dejar atrás otro incidente. Vimos anteriormente que el bachiller Juan Vélez de Guevara fue enviado a Lima por Vaca de Castro para que asumiera en su nombre todos los poderes de la ciudad. Pero, sorprendentemente, va a encontrar serias dificultades por parte de quienes ya estaban al mando.

 (Imagen) Veamos el resto de la larga trayectoria de PABLO DE MONTEMAYOR, durante el cual fue de una fidelidad absoluta a la Corona. Estaba bajo el mando de Perálvarez Holguín cuando Diego de Almagro el Mozo asesinó a Pizarro. Eran pocos sus compañeros y de contraria opinión, pero él fue uno de los que le pidieron a Perálvarez que tormara partido por el bando del Rey. Y lo hizo. Ocuparon la ciudad del Cuzco y reclutaron mucha gente, siendo perseguidos por el Mozo hasta llegar donde Vaca de Castro. Batalló en Chupas y vencieron al Mozo. Huyeron muchos, pero prendieron (a las órdenes de Diego de Rojas) a bastantes en Huamanga, y ajusticiaron a más de cuarenta, y luego, yendo con Garcilaso de la Vega, apresaron al Mozo y a otros, y también fueron ajusticiados. Después anduvo descubriendo por Tucumán, “que agora está poblado de españoles (dice)”, y por el río de la Plata, donde los sufrimientos fueron muy grandes, y abundantes las luchas con los indios, durante casi cuatro años. Menciona que había chismorreos de que Diego quería matar a Gutiérrez y viceversa, siendo Montemayor quien, recorriendo una larga distancia, con mucho riesgo y pocos hombres, llevó cartas de Gutiérrez para Diego negando los rumores. Tras volver, aclarándose asimismo que Diego no quería matar a Gutiérrez, se solucionó el problema. Terminada la campaña, luchó al servicio del virrey contra Gonzalo Pizarro y sus rebeldes. Apresado por Francisco de Carvajal, salvó la vida porque logró huir. Tras la muerte del virrey, y bajo las órdenes de Pedro de la Gasca, estuvo en la batalla de Jaquijaguana, donde fueron derrotados y ejecutados Gonzalo Pizarro y Carvajal. Da el dato curioso (se ve en la imagen) de que, como la tropa de Gonzalo Pizarro permanecía quieta,  se adelantó bravamente con el capitán Pablo de Meneses hacia el enemigo, y se metieron tanto, que muchos pizarristas se rindieron, siendo Gonzalo vencido sin batallar. Tampoco se perdió PABLO DE MONTEMAYOR (¡que gran soldado!) la lucha contra el último rebelde, Francisco Hernández Girón, quien, en 1554, fue asimismo derrotado y ejecutado.



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