lunes, 11 de noviembre de 2019

(Día 951) Vaca de Castro le confió al licenciado La Gama la tarea de sentenciar y ejecutar a los almagristas. Gonzalo Pizarro, vuelto de la terrible odisea del Amazonas, promoverá más tarde una nueva guerra civil.


     (541) Se confirma lo que decía Cieza sobre la voluntad expresa de Vaca de Castro de cortar de momento la difusión de noticias relativas a lo que estaba ocurriendo: “Aunque del puerto de la Ciudad de los Reyes, donde estaban muchos navíos detenidos por mandato de Vaca de Castro, vinieron a pedir licencia para poder ir a Tierra Firme (Panamá) y a España, no la quiso dar, lo que no se tuvo por pequeño agravio”.
     Todo ya dispuesto, y encargado el Licenciado La Gama de rematar (nunca mejor dicho) su tarea de juzgar a los almagristas acusados de graves crímenes, Vaca de Castro, con el resto de la tropa, se puso de camino en dirección al Cuzco. Pero algo muy importante se le había olvidado, y, al amanecer, sin que nadie se diera cuenta, volvió con escasa compañía a Huamanga: “Cuando le vieron en la plaza, todos se asombraron. La causa fue que muchos de los que escaparon de la batalla se metieron en algunas casas. Dio orden de que los sacasen. Así se hizo, y, tras ser entregados al Licenciado La Gama, hizo justicia”. Realizado el  encargo, Vaca de Castro volvió a juntarse con su gente, siguiendo después su marcha hacia el Cuzco. Resulta bastante claro que los acusados se veían indefensos frente a procesos sumarísimos que estaban puestos en manos de unos pocos funcionarios, y sin la más mínima posibilidad de apelar las sentencias. Tampoco cabe duda de que, si hubiesen ganado la batalla los almagristas, el comportamiento habría sido el mismo
     Algo que hay que tener en cuenta ahora es que, bajo el mando de Vaca de Castro, a los pizarristas les resultó fácil permanecer fieles a la Corona, ya que se trataba de derrotar a Diego de Almagro el Mozo, responsable de la muerte de Pizarro. Terminada la batalla de Chupas, y ejecutado el Mozo, las guerras civiles parecían haber acabado definitivamente. Dos circunstancias iban a reavivar las llamas. Se produjo un gran malestar entre muchos conquistadores por las nuevas leyes dictadas para proteger a los indios recortando los derechos de los encomenderos. Y ocurrió que Gonzalo Pizarro, que no había sido protagonista en la batalla de Chupas, puesto que andaba medio perdido en su terrible aventura del Amazonas, una vez vuelto, fue entronizado por los encomenderos para dirigir la rebelión de protesta contra las disposiciones de la Corona.
     Precisamente en estos momentos de su narración, Cieza saca al escenario al tanto tiempo ausente Gonzalo Pizarro: “E, porque conviene que tratemos de la vuelta al Perú de Gonzalo Pizarro, hablaremos de su salida de la Canela (territorio amazónico)”. Los supervivientes del terrible viaje sabían ya, por informes de los indios, la ruta que tenían que seguir para volver, por fin, a los territorios de Quito, pero aún les faltaba hacer un recorrido mortífero, en el que perdieron la vida otros ocho españoles. Con grandes dificultades, lograron alcanzar un poblado de indios belicosos, y someterlos. Allí encontraron abundante comida los fantasmagóricos soldados: “Habían avanzado por descampados comiendo los caballos, sin dejar ninguno, ni perros, ni cuero de silla, ni nada que con sus dientes pudieran despedazar. Entraron en el poblado a pie, descalzos e tan transfigurados, que casi no podían unos a otros reconocerse”.

     (Imagen) Hubo un tal Pedro de Usedo del Águila que, para conseguir un Hábito de Santiago, y una renta como compensación por una mina de azogue que le habían suprimido, presentó, entre otros, los méritos de su suegro, DIEGO PANTOJA DE CHAVES, que fue quien los redactó. Este Pantoja nos va a servir para comprender la angustia de los participantes en las guerras civiles. Como otros muchos, tuvo que chaquetear para salvar la vida. Llegó a las Indias en 1535. Estuvo en la tremenda campaña de Chile con Almagro. Al contar en su hoja de méritos cómo le fue a la vuelta, miente, por omisión o comisión, varias veces. No menciona  que, al volver de Chile, luchó en el bando almagrista en todas las guerras civiles, como le vemos ahora en la batalla de Chupas, donde fue ejecutado Almagro el  Mozo. Él quedó libre de toda culpa. Sin duda, después apostó, ya para siempre, por servir al Rey. Pero hubo un incidente extraño. Cuenta que el salvaje pizarrista Francisco de Carvajal se limitó a apresarle cuando, como sabemos, ejecutó a su jefe, Lope de Mendoza. Dice que Carvajal le permitió después ir a vivir al Cuzco. ¿Por qué, si mataba a casi todos los que cogía? Tras cinco meses de vida tranquila, lo llevó Carvajal a Lima para que Gonzalo Pizarro decidiera sobre su destino. Estando ya en la ciudad, el aterrorizado Pantoja se enteró de que iba a llegar un barco al puerto del Callao bajo el mando del gran pizarrista Lorenzo de Aldana, cuya fama de hombre razonable estaba muy consolidada, y trató de escapar. Lo atraparon, pero, sabiendo que Gonzalo Pizarro tenía la intención de matarlo, huyó de nuevo, y consiguió ponerse a las órdenes de Aldana. Desde ese momento, su trayectoria fue lineal: siempre al servicio de la Corona. Quizá DIEGO PANTOJA  DE CHAVES solo fuera un hombre muy hábil obligado a sortear constantes peligros de muerte. Se sabe que aún vivía el año 1582: un superviviente nato.




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