jueves, 26 de diciembre de 2019

(Día 989) Cieza considera que no fue Gonzalo Pizarro el principal culpable de la rebelión, sino las muchas personas que le insistían en que la llevara a cabo. Vaca de Castro se sentía humillado por la forma en que llegaba el virrey.


     (579) Sobre la marcha, el didáctico Cieza nos explica la toponimia: "El antiguo nombre de San Miguel (la primera población española en Perú) es Piura, el de Trujillo, Chimo,  y el de la Ciudad de los Reyes, Lima, y, aunque los pongamos de una manera o de otra, todo es uno". El único nombre antiguo que se ha consolidado es Lima, aunque Piura sigue siendo la región en la que está San Miguel. Por allá andaba el virrey. "Llegado a la ciudad de Trujillo, le hicieron un gran recibimiento, aunque con ánimos llorosos, y estaban puestos en orden militar, lo que fue triste agüero, si decirse puede, pues, viniendo a poner paz, le recibían con orden de guerra. Fue metido en la ciudad con palio, y los regidores, vestidos de púrpura, lo acataron como virrey, según Su Majestad mandaba. El factor Illán Suárez de Carvajal y los caballeros que iban con él se volvieron a la Ciudad de los Reyes. Dicen que puso un escrito en la barranca con estas palabras: 'Que cada uno mire lo que hace, y no quite la hacienda a otro, porque podría quedar burlado y costarle la vida'. Oros afirman que quien lo puso fue Francisco del Solar, vecino de las Ciudad de los Reyes, y así se tiene por cierto".
     Cieza se detiene para hacer un comentario aclaratorio: no considera a Gonzalo Pizarro el principal responsable de la nueva sublevación. De hecho, se había retirado a vivir tranquilamente de sus ricas minas y muy rentables encomiendas de indios: "Fueron muchas las alteraciones que hubo en este reino. Su riqueza es tan grande, que no puede sustentarse en paz tanta grandeza. No quieran la mayoría de los que vivían en él dorar sus iniquidades y grandes traiciones echando la culpa al capitán Gonzalo Pizarro. Eran muchas las cartas que le iban de todas partes, persuadiéndole para que viniera de donde estaba con promesas de que todos le servirían con sus haciendas y personas. En esto, aunque algunos han querido culpar a los del Cuzco, son los que menos culpa tuvieron, como más adelante mostraré con toda claridad".
     No podía ser más delicada la situación de Vaca de Castro frente a la prepotencia con que venía el virrey Blasco Núñez Vela. Nos muestra Cieza su turbación y sus dudas sobre cómo actuar: "Llegada que le fue al gobernador Vaca de Castro la noticia de la entrada del virrey en el reino, y vista la carta que le escribía, y sabiendo que ya lo habían aceptado como virrey, sufrió gran alteración por el recibimiento que le habían hecho. Según dicen, él quería  entrar en la ciudad de los Reyes como superior y apelar las Ordenanzas. Deseaba también que su secretario, Pedro López (primo de Cieza), le informase al virrey de las cosas que por él habían sido hechas. Estuvo preplejo pensando lo que haría. Creía que,  si entraba en la Ciudad de los Reyes con artillería, parecería mal y de tomaría como deslealtad, y que, si entraba privadamente, el virrey haría con él su voluntad, sin guardar el decoro de su persona, puesto que era público que venía a malas con él. No obstante estas cosas, prescindió de su gente y mandó que la artillería fuese llevada a San Juan de la Victoria de Huamanga".
     Veamos un ejemplo de las precauciones que se tomaban. El factor Illán Suaréz le envió una carta a su hermano Benito Suárez (que estaba con Vaca de Castro) diciéndole que el virrey le quitaría los indios, como había hecho con todos los que tenían cargos oficiales, y que reuniese todo el dinero que pudiera, para irse a España, no sin antes haberle enviado un documento de cesión de sus encomiendas de indios a Rodrigo de Carvajal, Jerónimo de Carvajal y Juan Vázquez de Tapia. Se supone que a cambio de dinero, para lo que también se prestó Vaca de Castro, ya que, recibida la carta, se negoció la cesión con Vaca de Castro, aunque ya no era gobernador. De todo ello se enteró Blasco Núñez Vela, lo que motivó que le perdiera toda simpatía al factor Illán Suárez.

     (Imagen) Cuenta Cieza que el Licenciado Esquivel, natural de Badajoz, se dejó de dudas y fue rápidamente a ponerse al servicio del virrey Núñez Vela. Parece ser que se trataba de FRANCISCO DE ESQUIVEL, del que apenas existe documentación. Es conocido, sobre todo, por cruzarse en su vida el terrorífico LOPE DE AGUIRRE, cuando aún era solamente un bravo soldado, pero ya caracterizado por su espíritu vengativo (siempre exagerado y sádico). El cronista Inca Garcilaso contó una de sus reacciones demenciales, ocurrida hacia el año 1552. Francisco de Esquivel, siempre al servicio de la Corona en las guerras civiles, fue premiado con el cargo de Justicia Mayor de la ciudad de Potosí. De allí iba a partir una expedición de conquista. Los soldados, a pesar de que estaba prohibido, obligaban a ir cargados a muchos indios, pero Esquivel únicamente se preocupó de retener al último de la larga fila, Lope de Aguirre, y lo condenó a ser azotado. Garcilaso, que lo considera injusto, dice del licenciado que era un hombre afable en la vida diaria, pero demasiado riguroso en su cargo. Tras recibir el castigo, Lope de Aguirre huyó, y solo tuvo un objetivo en la vida: matarlo. Anduvo persiguiéndolo durante tres años, recorriendo las enormes distancias que hay entre Lima, Quito y el Cuzco, y el licenciado Esquivel, ocultándose, pero fue en esta ciudad donde lo alcanzó y acabó con su vida. El caso es que Aguirre consiguió escapar, y más tarde Alonso de Alvarado, necesitado de soldados para luchar contra el rebelde Francisco Hernández Girón, lo perdonó. Esa fue la historia de su vida: andar siempre al borde de la legalidad. Ya en 1536 había conseguido del Rey (como se ve en la imagen) un permiso para circular libremente por Perú y poder volver a España, y hasta lo nombró Regidor del pueblo dondequiera que hiciese una pausa el Gobernador de Perú. Su farsa, su megalomanía y su saña acabaron trágicamente tras su salvaje y sangriento descenso del Amazonas con una tripulación a la que tenía absolutamente aterrorizada. Era el año 1561.



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