miércoles, 4 de diciembre de 2019

(Día 971) Cieza critica la brutalidad de algunos españoles con los indios, y alaba la humanidad de otros. Luego comienza a publicar el texto de las Leyes Nuevas.


     (561) Dado que las Leyes Nuevas iban a tener por objetivo proteger a los indígenas contra los abusos de los españoles, Cieza, para dejar claro que eran absolutamente necesarias, nos muestra un panorama desolador sobre el descenso de su población. Afirma que en algunas zonas llegaron prácticamente a desaparecer. Incluso dice de la isla La Española (Santo Domingo): “Si los cristianos hubieran tratado bien a los naturales, ciertamente habría en ella mucho número de ellos, y ahora no queda otro testimonio de haber estado poblada, sino el de las grandes sepulturas de los muertos y los terrenos de los pueblos donde vivieron. Pero, al fin, Su Majestad fue enterado de todo, e, cuando pudo liberarse de los negocios pasados del Imperio, se ocupó de estos”.
     Llama la atención que Cieza no hable de otra causa de semejante catástrofe, y quizá la principal: las arrasadoras epidemias que sufrieron los nativos por falta de defensas frente a los virus desconocidos para ellos. Por lo que vamos viendo, fue en las largas expediciones por tierras inhóspitas, como las nevadas alturas de los Andes, donde se contaron por miles las bajas de los indios porteadores. Eran campañas en las que también murieron españoles, pero con cifras mucho más bajas.
     El cronista contrapone, sin embargo, la crueldad de algunos desalmados españoles, frente al  comportamiento de otros que fueron compasivos, en lo que bastante tendría que ver su espíritu cristiano: “También tengo que decir que no todos los que estaban en las Indias eran tan malos que se deleitasen en cometer pecados tan graves. Había, por el contrario, muchos a los que les pesaban ásperamente aquellas cosas”. Señala también que las Leyes Nuevas iban a servir para respetar los derechos de sucesión de los herederos “de quienes pasaban grandes trabajos, hambres e miserias, perdiendo muchos las vidas en aquellos descubrimientos e conquistas de las Indias, y dejaban a sus mujeres e hijos sin sus encomiendas de indios porque pasaban a disposición de la Hacienda Real”.
     Dicho lo cual, Cieza nos lanza a una piscina de dieciséis páginas: “Hechas estas Leyes, se pregonaron a son de trompeta en la ciudad de Sevilla, y son las siguientes:...”.
     No cabe duda de que es un documento de la máxima importancia histórica (publicado el 20 de noviembre de 1542), por su interés social y, también, desgraciadamente, porque provocaron varias guerras civiles que pudieron haber traído como consecuencia la desanexión de Perú del imperio español. Resumiré a lo esencial el texto.
     El Rey comienza exponiendo la urgente necesidad que había de redactar una nueva legislación, y lamenta no haber podido hacerlo antes: “Yo, el Rey, dado que la frecuencia de mis ocupaciones ha cesado este año, habiendo consultado el parecer de mis consejeros, he decidido mandar y ordenar las cosas de yuso contenidas, de forma que, de aquí adelante, sean tenidas por leyes inviolables”.

     (Imagen) Estas leyes que resultaron tan problemáticas, lograron muchas mejoras para los indios, pero un hecho en el que participó el gran Bernal Díaz del Castillo nos permite ver que ocho años después, en 1550, todavía presionaban los encomenderos. La escena es grandiosa porque la protagonizaron en la antesala del Príncipe Felipe, como si hubiera poderosas influencias astrales, el apasionado e infatigable Bartolomé de las Casas, el todavía hoy reverenciado en México Vasco de Quiroga, Obispo de  Michoacán, el fuera de serie Pedro de la Gasca, y el maravilloso cronista y militar Bernal Díaz del Castillo, que es quien nos lo cuenta. Discutían sobre si las encomiendas de indios debían ser hereditarias a perpetuidad. Sorprendentemente, el muy humano Quiroga lo veía razonable. Bernal, como veteranísimo soldado (con muchos hijos y nietos), también, y, además, había sido enviado por el Cabildo de Guatemala precisamente para que defendiera esa postura. Ni que decir tiene que el apocalíptico Bartolomé, que había escrito libros vitriólicos contra los abusos de los españoles, se opuso rotundamente. Bernal, que había sido escogido para su misión por ser el conquistador más antiguo de México, siempre es rico en detalles complementarios. Cuenta que La Gasca acababa de llegar exitoso de su misión en Perú, y añade que, tras recuperarlo, trajo para el Rey el oro que habían robado os hermanos Contreras. Los reunidos no lograban un acuerdo sobre el asunto, por lo que los del Real Consejo decidieron que se esperara a que llegara de Alemania el Emperaror. Pero antes, Vasco de Quiroga le había hecho un injusto reproche a PEDRO DE LA GASCA. Le dijo que "¿por qué  no había castigado en Perú a los bandoleros y traidores por sus notorias fechorías?". La contestación fue rápida y acertada: "¿Creerán, señores, que hice poco en salir en paz y a salvo de entre ellos, y que con algunos hice justicia y los descuarticé?". Esa fue la clave de su éxito: ser diplomático y firme a la vez.



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