(561) Dado que las Leyes Nuevas iban a tener por objetivo proteger a los
indígenas contra los abusos de los españoles, Cieza, para dejar claro que eran
absolutamente necesarias, nos muestra un panorama desolador sobre el descenso
de su población. Afirma que en algunas zonas llegaron prácticamente a
desaparecer. Incluso dice de la isla La Española (Santo Domingo): “Si los
cristianos hubieran tratado bien a los naturales, ciertamente habría en ella
mucho número de ellos, y ahora no queda otro testimonio de haber estado
poblada, sino el de las grandes sepulturas de los muertos y los terrenos de los
pueblos donde vivieron. Pero, al fin, Su Majestad fue enterado de todo, e,
cuando pudo liberarse de los negocios pasados del Imperio, se ocupó de estos”.
Llama la atención que Cieza no hable de otra causa de semejante
catástrofe, y quizá la principal: las arrasadoras epidemias que sufrieron los
nativos por falta de defensas frente a los virus desconocidos para ellos. Por
lo que vamos viendo, fue en las largas expediciones por tierras inhóspitas,
como las nevadas alturas de los Andes, donde se contaron por miles las bajas de
los indios porteadores. Eran campañas en las que también murieron españoles,
pero con cifras mucho más bajas.
El cronista contrapone, sin embargo, la crueldad de algunos desalmados
españoles, frente al comportamiento de
otros que fueron compasivos, en lo que bastante tendría que ver su espíritu
cristiano: “También tengo que decir que no todos los que estaban en las Indias
eran tan malos que se deleitasen en cometer pecados tan graves. Había, por el
contrario, muchos a los que les pesaban ásperamente aquellas cosas”. Señala
también que las Leyes Nuevas iban a servir para respetar los derechos de
sucesión de los herederos “de quienes pasaban grandes trabajos, hambres e
miserias, perdiendo muchos las vidas en aquellos descubrimientos e conquistas
de las Indias, y dejaban a sus mujeres e hijos sin sus encomiendas de indios
porque pasaban a disposición de la Hacienda Real”.
Dicho lo cual, Cieza nos lanza a una piscina de dieciséis páginas:
“Hechas estas Leyes, se pregonaron a son de trompeta en la ciudad de Sevilla, y
son las siguientes:...”.
No cabe duda de que es un documento de la máxima importancia histórica
(publicado el 20 de noviembre de 1542), por su interés social y, también,
desgraciadamente, porque provocaron varias guerras civiles que pudieron haber traído
como consecuencia la desanexión de Perú del imperio español. Resumiré a lo
esencial el texto.
El Rey comienza exponiendo la urgente necesidad que había de redactar una
nueva legislación, y lamenta no haber podido hacerlo antes: “Yo, el Rey, dado
que la frecuencia de mis ocupaciones ha cesado este año, habiendo consultado el
parecer de mis consejeros, he decidido mandar y ordenar las cosas de yuso
contenidas, de forma que, de aquí adelante, sean tenidas por leyes
inviolables”.
(Imagen) Estas leyes que resultaron tan problemáticas, lograron muchas
mejoras para los indios, pero un hecho en el que participó el gran Bernal Díaz
del Castillo nos permite ver que ocho años después, en 1550, todavía
presionaban los encomenderos. La escena es grandiosa porque la protagonizaron
en la antesala del Príncipe Felipe, como si hubiera poderosas influencias astrales,
el apasionado e infatigable Bartolomé de las Casas, el todavía hoy reverenciado
en México Vasco de Quiroga, Obispo de
Michoacán, el fuera de serie Pedro de la Gasca, y el maravilloso
cronista y militar Bernal Díaz del Castillo, que es quien nos lo cuenta. Discutían
sobre si las encomiendas de indios debían ser hereditarias a perpetuidad.
Sorprendentemente, el muy humano Quiroga lo veía razonable. Bernal, como
veteranísimo soldado (con muchos hijos y nietos), también, y, además, había
sido enviado por el Cabildo de Guatemala precisamente para que defendiera esa
postura. Ni que decir tiene que el apocalíptico Bartolomé, que había escrito
libros vitriólicos contra los abusos de los españoles, se opuso rotundamente.
Bernal, que había sido escogido para su misión por ser el conquistador más
antiguo de México, siempre es rico en detalles complementarios. Cuenta que La
Gasca acababa de llegar exitoso de su misión en Perú, y añade que, tras
recuperarlo, trajo para el Rey el oro que habían robado os hermanos Contreras. Los
reunidos no lograban un acuerdo sobre el asunto, por lo que los del Real
Consejo decidieron que se esperara a que llegara de Alemania el Emperaror. Pero
antes, Vasco de Quiroga le había hecho un injusto reproche a PEDRO DE LA GASCA.
Le dijo que "¿por qué no había
castigado en Perú a los bandoleros y traidores por sus notorias
fechorías?". La contestación fue rápida y acertada: "¿Creerán,
señores, que hice poco en salir en paz y a salvo de entre ellos, y que con
algunos hice justicia y los descuarticé?". Esa fue la clave de su éxito:
ser diplomático y firme a la vez.
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