martes, 9 de enero de 2018

(Día 586) Almagro habla a sus hombres, y se muestran dispuestos a batallar si Alvarado ataca. Alvarado duda: le parece humillante renunciar a la lucha, pero sabe que la razón no está de su parte. Sus hombres tienen opiniones encontradas. El día siguiente Alvarado y Almagro se encuentran para tratar de llegar a un acuerdo.

    (176) De manera que ninguno de los dos quería que explotara un conflicto armado, y el cauteloso Almagro consiguió que Alvarado y su tropa no entraran en Riobamba, pero ya habían dado un paso peligroso y previsible: encender la yesca para acercarla a la mecha. Y no se fiaban unos de otros: “Almagro decía a los que con él estaban que estuviesen siempre preparados y con buen ánimo por si intentase algo Alvarado, certificándoles que, si a tal término llegasen las cosas, él tenía palabra de muchos de los suyos de que se habían de pasar a su bando; todos sus hombres mostraron voluntad entera para morir por lo que les mandase”. Cieza nos cuenta que Pedro de Alvarado, el bravo héroe de mil batallas, sufría por no poder atacar: “Parecíale por una parte que era pequeñez suya, teniendo tanta gente y tan principal, darle tanta importancia a Almagro, y que debería seguir adelante y hacer lo que le conviniese; pero por otra, consideraba que estaba en gobernación ajena y que el emperador se tendría por deservido de cualquier cosa que sucediese”. Se encontraba en un callejón sin salida, porque la opción de retirarse traería consecuencias desastrosas: “Parecíale que había gastado muchos pesos de oro en los navíos y en los gastos de la armada, y que lo mismo habían hecho los que venían con él; además, si volvían a la costa para embarcarse y descubrir por ella, sería casi imposible porque los navíos habían partido para Nicaragua; si retrocedían por las nieves todos morirían, y también le parecía otro mayor trabajo el largo caminar de la sierra hasta salir de los límites de Pizarro”.
     Los de Alvarado se enredaron en agrias discusiones: “Los que eran mancebos y tenían la sangre hirviente pedían que amaneciesen sobre Almagro y le prendiesen a él y toda su gente, que poblase aquella tierra y que fuese  por el oro de Quito; otros le animaban a que caminara hasta salir de la gobernación de Pizarro para poder poblar y conquistar; los hombres cuerdos, que entre ellos venían muchos, afeaban estos dichos, diciéndole que no diese lugar a ningún escándalo ni a que Su Majestad fuese deservido”.  Luego Cieza nos dice poéticamente que no pegaron ojo: “Pasaron aquella noche con gran recogimiento, sin que el embelesamiento del sueño les impidiese estar en vela recelándose los unos de los otros. Mas, cuando vino el día, el Adelantado, acompañado de algunos caballeros, fue a la ciudad de Riobamba a verse con el Mariscal, estando todos armados con armas secretas. Abrazáronse cuando se vieron, y el Adelantado hizo un discurso largo diciendo que eran públicos en todos los reinos de las Indias los servicios que había hecho al emperador y con cuánta lealtad (se quedaba corto) y que, puesto que Su Majestad se los había pagado con los repartimientos que le había dado y la merced de que gobernase Guatemala, no le parecía honesto estar ocioso, ni que cumplía con su pundonor si no emprendiese nuevos trabajos para que la fama tuviese más que contar”. Fue sincero después contándole a Almagro que el emperador le había dado licencia para descubrir por las islas del Pacífico, pero que a él le pareció mejor dirigirse a alguna zona de Perú que no estuviera dentro de la gobernación de Pizarro.


     (Imagen) PEDRO DE ALVARADO tenía licencia para ir descubriendo hacia Las Molucas. Organizó una gran armada y cambió de idea al oír las maravillas de Perú, pero se metió donde ya había dos gallos, Pizarro y Almagro, que no le dejaron entrar y hasta terminaron luchando a muerte entre ellos mismos. Así que se preparó para navegar por el Pacífico: tampoco le fue posible porque murió pronto. Su historial de conquistador salió ganando con estas desgracias, dado que, lo que había conseguido hasta entonces en México y Guatemala era legendario. De haber ido hacia Asia, con toda probabilidad habría acabado también muriendo, o totalmente fracasado. El propósito del viaje era demencial: descubrir la mítica isla de Tarsis, llena de tesoros según los relatos bíblicos. Algo así como lo que intentó Álvaro de Mendaña años después, esta vez en busca de las minas del rey Salomón. Creyó que había acertado con el objetivo cuando encontró un gran archipiélago; pero, de oro y plata, nada, y se consoló denominándolo Islas Salomón. En aquel tiempo, ni siquiera conocían el camino de vuelta, impedido por corrientes marítimas contrarias. Así siguieron las cosas hasta que el gran ANDRÉS DE URDANETA dio con él en 1565. Fue el llamado TORNAVIAJE, que permitió establecer la ruta fija conocida como la del GALEÓN DE MANILA, utilizada hasta el año 1815.


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