miércoles, 10 de enero de 2018

(Día 587) Alvarado toma la dura decisión de renunciar al Perú en presencia de Almagro y Belalcázar. Apalabran un trato: él recibirá una compensación económica y volverá a Guatemala; sus hombres quedarán bajo el mando de Pizarro (pero algunos de ellos lo acatan con muy malos modos).

    (177) Y Pedro de Alvarado, optando por la cordura entre los opuestos consejos de sus hombres, dio el segundo paso necesario para que aquello no acabara violentamente: “Dijo que habían salido las cosas muy diferentes de lo que él pensó, y puesto que halló poblada aquella tierra y tomada en posesión por Pizarro en nombre de la corona de Castilla, se ponía debajo de su jurisdicción porque no quería dar lugar a que Dios nuestro señor y Su Majestad fuesen deservidos. Respondió Almagro que no esperaba otra cosa de él. Y estando en estas pláticas, llegaron Belalcázar, Vasco de Guevara, Diego de Agüero, Pacheco, Girón y otros hombres de Pizarro a besarle las manos a Almagro. Recibiolos muy bien, y asimismo los que habían venido con el Adelantado se humillaron ante Almagro”. Incluso las ‘traiciones’ fueron olvidadas: “Antonio Picado se presentó delante del Adelantado, y lo perdonó sin mostrar mal rostro; Felipillo volvió adonde Almagro, a quien tampoco riñó ni castigó por lo que había hecho (hasta que la armó de nuevo)”.
    Y Alvarado, con sensatez, a pesar de la oposición de gran parte de su tropa, decidió renunciar a sus pretensiones negociando un trato razonable, que parecía imposible pero se consiguió: “Hubo muchas pláticas sobre lo que convenía hacer. Interviniendo en ello el licenciado Hernando Caldera y otros varones cuerdos, se determinó que el Adelantado dejase la gente y navíos en el Perú y se volviese a su gobernación de Guatemala a cambio de que le pagasen los grandes gastos que había hecho. A muchos les pesó esta determinación y otros se alegraban pareciéndoles que era bueno quedarse en tierra tan rica. Fueron y vinieron de un campo al otro hasta que llegó la conclusión final: que le diesen al Adelantado unos ciento veinte mil castellanos (más de cuatrocientos kilos de oro) por lo mucho que gastó en la armada, y el Adelantado había de entregar los navíos y la gente, sin tener mando ni poder en ello”.
     La decisión era irrevocable. Alvarado trató de presentarles el trato a sus hombres como algo maravilloso (ni siquiera para él lo era). Algunos estaban eufóricos por la ilusión de conquistar. Pero otros apenas podían contener la rabia por tener que cumplir algo que les revolvía el estómago: “Tras oír a don Pedro de Alvarado, algunos lo tomaron a mal, diciendo que ellos no eran negros vendidos por dinero. Diego de Alvarado (pariente de Pedro) arrojó las armas con grande saña diciendo: ‘Gran mengua ha sido esta para los Alvarados’. El Adelantado procuraba amansarlo diciendo que él se vería con Francisco Pizarro y haría que los tuviese en lo mucho que merecían. Quien le respondió entonces fue Vítores de Alvarado: ‘Y le iré yo a ver para reconocerlo como señor, pero no por cumplir el mandato de vuestra señoría”. Desde luego, no se mordió la lengua Vítores, quizá porque tuviera parentesco cercano con Pedro, cuya familia resulta un lío: algunos eran cántabros (de allí procedía el apellido), pero Pedro, más sus cinco hermanos, Gonzalo, Jorge, Gómez, Hernando y Juan, eran de Badajoz. Cuando Bernal Díaz del Castillo hizo en su crónica referencia al triste final de Pedro de Alvarado y su esposa, Beatriz de la Cueva, comentó que también todos sus hermanos acabaron de mala manera. A pesar de las protestas, se impuso lo acordado entre Alvarado y Almagro.


     (Imagen) Entre los capitanes de importancia que llegaron con Belalcázar cuando Almagro negociaba con Alvarado, se cita a VASCO DE GUEVARA, en el que se da la circunstancia de que, habiendo nacido en Toledo, tenía un apellido vasco, y su nombre, paradójicamente, nada tiene que ver con la norteña región: era común en Galicia, Extremadura e, incluso, en Portugal (pensemos en Vasco de Gama). Nuestro Vasco de Guevara tuvo una militancia trepidante. En el portal PARES tiene un expediente de méritos y servicios que consta de 775 folios. Antes de llegar a Perú, ya se había zurrado en Nicaragua. Resultó derrotado con Almagro en la batalla de Las Salinas, pero, a diferencia de su jefe, no fue condenado a muerte, sino que Pizarro lo acogió en su ejército y le encargó dirigir un ataque contra el rebelde Manco Inca. El viejo analfabeto quedó tan satisfecho de su trabajo que lo nombró teniente de gobernador y capitán de aquel territorio, encargándole que fundara una población. Así surgió HUAMANGA, donde mucho después, en 1824, se desarrolló la batalla que supuso el fin del dominio español en Sudamérica. Por esa razón Huamanga pasó a llamarse AYACUCHO (como otras cuatro poblaciones situadas en Argentina, Bolivia, Ecuador y Venezuela). La documentación de PARES nos dice que Vasco tuvo un hijo, también capitán, llamado Jerónimo de Guevara Manrique, y que el mismo año en que murió (1553), había enviado dinero para el costo del viaje a Perú de un sobrino suyo toledano, llamado Acacio Ramírez de Sosa.


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