(179) Apareció también por allí Juan
Hernández (se supone que con el miedo en el cuerpo), aquel socio que rompió con
Belalcázar y, con mala baba, había convencido a Pedro de Alvarado de que fuera
a conquistar en Perú. Cieza muestra la generosidad de Pizarro (sin duda lo
tenía en mucha estima), pero hace alusión al posterior espanto de las guerras
civiles: “El piloto Juan Hernández iba por la costa descubriendo y cuando supo
lo que se había concertado entre Alvarado y Almagro, se vino a poner a los pies
de Pizarro, el cual, como era clemente y las guerras civiles no eran aún
llegadas, que fueron las que endurecieron como el acero los corazones de los
hombres, lo recibió muy bien, prometiendo darle indios de repartimiento”.
En esas andaba Pizarro cuando le llegó
otro chisme malicioso: “Tengo entendido que, estando muy alegre por haber su
compañero don Diego de Almagro logrado tanto éxito en lo de Quito, un Mogrovejo
de Quiñones, a quien pesaba que entre los dos compañeros hubiese paz, le avisó
que tuviese cuidado porque Alvarado y Almagro venían concertados para quitarle
la gobernación y aun la vida”. Pizarro tuvo dudas, pero no se lo tomó en serio,
y de hecho todo fue un bulo, pero le sirve a Cieza para insistir en la
importancia que tuvieron en las futuras tragedias este tipo de enredos: “Nunca
han faltado, por nuestros pecados, en esta miserable tierra malos hombres que
le ponían mal a Pizarro contra Almagro, para que hubiera pronto lo que al fin
con sus maldades hubo”.
No parece que Mogrovejo de Quiñones fuera
castigado por su mezquindad, porque Pizarro le siguió confiando puestos
importantes. Aunque miserable, tuvo sus méritos, y habrá que dar algún detalle
de sus andanzas. Nació en Mayorga (Valladolid). Había sido soldado en Nicaragua
y se incorporó a las tropas de Pizarro con los hombres que acompañaban a
Belalcázar. Así que estuvo en el apresamiento de Atahualpa en Cajamarca, y
además como capitán de caballería. Fue uno de los primeros vecinos de Jauja,
pero dos años después aparece en los documentos como alcalde de Lima, lo que
confirma que no perdió la amistad de Pizarro. Sin embargo pronto acabó su
historia: algo más tarde, Pizarro lo envió a socorrer a los españoles que se
encontraban sitiados en el Cuzco, y murió a manos de los indios en una
emboscada (tenía 43 años).
Almagro
se dispuso a ir al encuentro de Pizarro, yendo acompañado de Alvarado, y
tomó algunas decisiones antes de partir: “Pareciole al Mariscal que, pues
Belalcázar había acertado en el pasado (claro
reconocimiento de lo que valía y aprobación de su escapada sin permiso desde
San Miguel a Quito), sería justo dejarle el mando de capitán teniente de
aquella tierra. Y así se quedaron con Belalcázar muchos de los que habían
venido de Guatemala, y fundó en Quito la ciudad de Quito (poco antes y en lugar próximo, la había fundado provisionalmente
Almagro)”.
(Imagen) Tenían miserias, pero todos eran
unos héroes. Hoy he comentado que JUAN MOGROVEJO DE QUIÑONES, a pesar de su
mezquindad, fue un hombre valioso. Trato de encontrar en el portal PARES (ese
saco sin fondo) algo más sobre él y solo encuentro una pequeña referencia, que
vale también como muestra de cómo se vivía entonces. Está en un expediente de
una petición de merced al rey. Consta de 52 folios (el que tenemos a la vista
es el primero) y el solicitante expone los méritos de su familia, que es
clérigo (doctor en derecho canónico) y que se llama LUIS DE QUIÑONES MOGROVEJO.
El texto lo redacta en Lima en 1606. Dice también lo siguiente: “Que su padre, don
Francisco de Quiñones, después de haber servido a Vuestra Alteza en los reinos
de España muchos años, lo hizo en Italia y en Berbería, donde quedó cautivo con
su hermano Antonio, que allí murió; él fue rescatado y marchó a Perú por tener
allá a su tío don JUAN MOGROVEJO DE QUIÑONES, que fue de los primeros conquistadores
e muy benemérito. Y su padre, Francisco, fue en esas provincias general de la
armada que se despachó a Tierra Firme en guarda del tesoro de su majestad; fue también
regidor de esta Ciudad de los Reyes, alcalde ordinario e gobernador del reino
de Chile”. Es una muestra clara de cómo se enredaban los lazos familiares en
Indias. Al final del expediente, el solicitante, basándose en su extensa información,
le pide a Su Majestad que le conceda un
cargo que quede libre y vaya acorde con sus méritos.
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