jueves, 4 de enero de 2018

(Día 582) Almagro reprende duramente a Belalcázar por haber ido a Quito sin autorización. Se ponen en marcha. Vencen a unos indios pero se ahogan más de 80 cañaris. Pedro de Alvarado apresa a cinco jinetes que Almagro había enviado para saber por dónde andaba.

     (172) Cieza los deja tal cual y nos sitúa en las andanzas de Almagro y Belalcácar, los temidos rivales de Pedro de Alvarado, quienes, si bien estaban  los dos bajo la autoridad de Pizarro, no se fiaban el uno del otro: “Sebastián de Belalcázar, como supo que Almagro estaba en Quito y le llamaba, dio la vuelta con los que con él estaban. Reprendiolo Almagro cuando lo vio por haber salido de San Miguel sin tener orden del Gobernador. Se hizo con toda su gente, teniendo a Belalcázar y a algunos de sus amigos como presos, el cual justificaba lo hecho afirmando que le movió el deseo de servir y no lo que le habían informado”. La cosa de momento no llegó a más.
     Almagro contó maravillas del Cuzco: “Engrandecía mucho don Diego las riquezas del Cuzco, las grandes provincias de sus comarcas y las muchas ciudades que se habían de fundar donde todos tendrían ricos repartimientos. Ganó gracia con estos dichos en todos ellos. Determinó salir de aquella tierra para regresar al lugar de su partida y saber  por qué parte andaba don Pedro de Alvarado. Salieron con Almagro de Quito Belalcázar y todos los españoles, que serían poco más de ciento ochenta, entre jinetes y peones. Los indios habían matado a tres cristianos que venían en seguimiento de Almagro, y con grande orgullo vinieron hasta llegar a un río grande desde donde les daban gritos. Ahogáronse más de ochenta cañaris amigos de los cristianos. Los de a caballo se echaron al río; los que eran torpes, volvieron a la orilla, pero llegaron a la otra parte unos doce que bastaron para matar a muchos indios, huyendo los demás; haciendo un puente, pasaron todos los que iban con Almagro. Cautivaron muchos indios y caciques en aquel lance”.
     Uno de los caciques les dio la primera pista sobre las andanzas de Pedro de Alvarado (lo que le sirve a Cieza para recuperarlo): “Afirmó el indio que  habían pasado por los montes nevados muchos cristianos que estaban cerca, y comprendieron que eran los que venían con el Adelantado. Pareciole a Almagro que sería bueno enviar corredores a conocer cómo venían y por dónde llegaban. Mandó a Diego Pacheco, Lope de Idiáquez, Cristóbal de Ayala, Lope Ortiz Aguilera y Román Morales que fueran a lo hacer y le avisasen con toda presteza”.
     En ese mismo tiempo, Pedro de Alvarado se enteró de que el inca que había sido gobernador de Quito, Zopezopagua, estaba refugiado por miedo a los españoles y fue a prenderle por ser un personaje de mucha importancia. Sobre la marcha, consideró que iba a necesitar más gente para este empeño y mandó recado a su campamento para que la enviaran. Quien se puso en marcha con la ayuda fue Diego de Alvarado y dio la casualidad de que se encontró por el camino de sopetón con los cinco jinetes de Almagro. Los apresó de inmediato porque era muy consciente de que ambos bandos estaban metidos en una situación de alto riesgo. Eso va a dar motivo al comienzo de un sainete de listo a listo entre Pedro de Alvarado y Diego de Almagro, que será el preámbulo de las complicadas negociaciones para no llegar a las manos por cuestiones de derechos territoriales.


     (Imagen) Hoy va de vascos. De aquellos que luchaban por la gloria, la riqueza, la conversión de los indios y el aumento de las tierras del imperio español. Eran pocos en la campaña de Perú. Contemos algo de LOPE DE IDIÁQUEZ YURRAMENDI, uno de los jinetes enviados por Almagro para informarse sobre la preocupante llegada de Pedro de Alvarado a la zona de Quito. Nacido en una linajuda familia de Tolosa (Guipúzcoa), tuvo que dejarse de refinamientos y espabilar en las Indias, donde fue mercader y soldado a caballo. En el desmadre de las guerras civiles, estuvo primero del lado de Almagro, y al ser derrotados, no fue ajusticiado y se alió con Pizarro, por lo que no tuvo nada que ver con su posterior muerte. Incluso después fue mediador (sin éxito) para tratar de convencer al hijo de Almagro de que hiciera las paces con Gonzalo Pizarro. Su fortuna creció y consta que hacia 1541  era titular de una espléndida encomienda de indios. Tenía un socio también vasco, Miguel de Vergara. Se separaron amistosamente y su destino cambió de manera radical: Miguel murió en 1547 luchando contra Gonzalo Pizarro, mientras Lope, vuelto a Tolosa, construyó una torre y pasó el resto de su vida saboreando lo mucho que había conseguido, casi con tanto relumbrón como su hermano, ALONSO DE IDIÁQUEZ YURRAMENDI, que era ni más ni menos que el secretario del emperador Carlos V. Qué vascos aquellos…


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