sábado, 27 de enero de 2018

(Día 602) Hombres sensatos convencen a Pizarro y Almagro de que han de reconciliarse. Lo hacen jurándolo en un tremendo documento. Cieza copia el texto íntegro y se lamenta de las consecuencias que tuvo no haberlo cumplido.


     (192) Enseguida veremos cómo todo se va a recomponer (de momento) con un nuevo compromiso de buenas intenciones entre Pizarro y Almagro, que se redactará con un pomposo dramatismo: “Tello de Guzmán había traído la provisión de la Cancillería Real (con las concesiones  hechas por el rey a Almagro y a Pizarro), y cuando supo lo que había pasado en el Cuzco, llegó con la intención de requerir al Gobernador y al Mariscal que no hubiese ningún escándalo, y así lo hizo. El licenciado Caldera, que siempre dio buenos consejos, habló en secreto con Pizarro diciéndole que se pusiese de acuerdo con Almagro, puesto que veía que estaba bien dispuesto y que los caballeros que vinieron con Alvarado estaban de su parte. Pizarro reconoció que le daba buen consejo y determinó seguirlo. Había nombrado su Teniente General y Justicia a este licenciado Caldera, el cual habló también a Almagro en parecidos términos, de tal manera que, interviniendo en ello él y el doctor Loaysa, los conformaron e hicieron amistad entre todos, y quedaron en lo público muy amigos, y en lo secreto, como Dios sabe”. Duda, pues, Cieza de que todo fuera tan bonito como parecía, y además deja entrever que el problema no era solo de Pizarro y Almagro, sino también de los dos bandos que se iban formando, el de los veteranos y el de los recién venidos.
     Para legalizar sus compromisos de paz, Pizarro y Almagro suscribieron un documento verdaderamente impresionante por su grandilocuencia y su dramatismo homérico, que Cieza copia al pie de la letra: “Les pareció a Pizarro y Almagro, que, pues se habían puesto de acuerdo nuevamente, sería bueno partir la hostia sagrada, cuerpo de Dios, entre los dos, y hacer juramento, ante un sacerdote revestido, de que no quebrantarían jamás la paz acordada. Y así como lo determinaron, se puso por obra”.
     Es curioso que Cieza, antes de copiar el texto (que lamentablemente tendré que resumir), haga un comentario tan duro sobre lo mal que acabaron luego las cosas, mostrándole al lector que, si se emplaza a Dios para que castigue un juramento no cumplido, la cólera divina cae sobre el infractor. Veámoslo, pues: “Y porque es caso  notable este juramento y que Dios lo cumplió así como lo pidieron, con gran daño y destrucción de los que lo juraron, lo pondré aquí a la letra y sacado del original:
    Nos don Francisco Pizarro, Adelantado y Capitán General de Su Majestad en estos reinos de la Nueva Castilla, y don Diego de Almagro, asimismo Gobernador por su Majestad, en la provincia de la NuevaToledo, decimos que, porque mediante la íntima amistad y compañía que  entre nosotros con tanto amor ha permanecido, queriéndolo Dios, le hemos hecho tantos servicios en la conquista de estas provincias, atrayendo a la conversión y conocimiento de nuestra santa fe católica a tanta muchedumbre de infieles, y confiando su Sacra Majestad en que, durante nuestra amistad y compañía, su real patrimonio sea acrecentado, y por las dichas mercedes que de su real liberalidad hemos recibido, resulta nuestra obligación que se gasten y consuman perpetuamente nuestras vidas y patrimonios en su real servicio.

    (Imagen) Vemos hoy que Antonio Téllez de Guzmán, funcionario de la Cancillería Real, llega con el auténtico documento que fijaba la extensión de las respectivas gobernaciones de Pizarro y Almagro. Téllez (o Tello) y otros hombres sensatos los convencen para que juren amistad eterna. Y lo van a hacer con una fórmula de gran aparatosidad (como veremos mañana). Si firmaron fue porque los límites de cada gobernación les parecieron claros, y sin embargo todo se iba a desbaratar después cuando los dos pretendieron para sí la posesión del Cuzco. ANTONIO TÉLLEZ DE GUZMÁN era, sin duda, un hombre sensato, pero hay un documento que  lo muestra en situación poco airosa. Aunque la política era entonces muchísimo más corrupta que ahora, también estaba sometida a controles, y parece ser que al funcionario Téllez lo pillaron en algún chanchullo de tráfico de influencias con Pizarro y Almagro. El texto de la imagen es parte de una orden que expide el emperador para informar sobre una causa que le abrió a Téllez el fiscal general del reino: “Se trató ante Nos en el nuestro Consejo Real de las Indias entre partes, de la una, el licenciado Villalobos, nuestro Fiscal, e de la otra, Antonio Téllez de Guzmán, sobre cierta cantidad de oro e plata que el dicho  nuestro Fiscal dijo que le habían dado el Adelantado don Francisco Pizarro, nuestro Gobernador de la provincia del Perú, y el Mariscal Diego de Almagro, sin poderlo recibir”. Es de suponer que la corrupción, aunque irá decreciendo, estará siempre entre nosotros.



No hay comentarios:

Publicar un comentario