viernes, 19 de enero de 2018

(Día 595) Pizarro, en Trujillo y en Lima, dio encomiendas de indios a los veteranos, prometiendo hacerlo después con todos. Gran elogio de Inca Garcilaso a Pizarro. Cazalla llega con noticias no certificadas de que a Almagro le han concedido una gobernación, y Diego de Agüero corre a contárselo al ‘agraciado’.

     (185) En ese tiempo, Pizarro, sin haber llegado todavía su hermano Hernando, se dispuso a fundar (como acabamos de ver) la población a la que dio el nombre de su lugar natal, Trujillo. El cronista Inca Garcilaso de la Vega lo comenta de pasada: “En el valle de Chimo, a ochenta leguas al norte de la Ciudad de los Reyes y en la misma costa, fundó una ciudad llamada Trujillo, a la que dio el nombre de su patria para que quedase alguna memoria de él. Dioles repartimientos de indios a los primeros conquistadores en pago de los trabajos que en ganar aquel imperio pasaron. Lo mismo hizo en la Ciudad de los Reyes, con mucho aplauso y común regocijo de todos, porque les parecía que la tierra se iba sosegando y poblando, y que empezaban a gratificar a los primeros según los méritos de cada uno, y que así se haría con todos”. Parece ser, pues, que se vio sensatamente justo que fueran premiados en primer lugar los veteranos y que había una gran confianza en que iba a haber para todos. El siguiente párrafo de Garcilaso es un gran elogio a Pizarro: “En esta ocupación tan buena, como fueron todas las que este famosísimo caballero tuvo en todo el discurso de vida, lo dejaremos ahora, para decir otras cosas que en el mismo tiempo pasaron entre los indios (y que luego veremos)”.
     Pero fue entonces cuando, poco a poco, empezaron a enconarse los ánimos de forma cada vez más preocupante entre los Pizarro y Almagro por ciertas imprecisiones en algunas noticias traídas de España. Sigamos a Cieza: “Llegado, pues, al valle de Chimo, Pizarro hizo la fundación de la ciudad, a la que llamaron Trujillo, y estando entendiendo en esto, vino un mancebo a quien llamaban Cazalla publicando que Almagro era gobernador de Chincha para adelante, y que tenía provisiones de ello, sin traer más que un traslado simple, y carente de la fe de un escribano,  de la capitulación del emperador con Hernando Pizarro”. De manera que las noticias de Cazalla cojeaban porque, como  ya nos dijo Cieza, el emperador le amplió a Pizarro otras setenta leguas más allá de Chincha. Estas confusiones y la tardanza en aclararlas, van a producir el primer conflicto verdaderamente grave entre Pizarro y Almagro. Para estropear más las cosas, un joven soldado, Diego de Agüero, va a chismorrear la noticia, que ya alborotó bastante a los que estaban con Pizarro: “Se alteraron los que oyeron estas noticias, los unos de placer, los otros de pesar, y sin más ver ni entender, Diego de Agüero partió a grandes jornadas a dárselas a Almagro, esperando albricias ricas (premio) por llevárselas (no deja de ser extraño que Agüero se marchara sin permiso). Cuando llegó, se lo contó con mucha alegría, congratulándose de que fuera Adelantado y Capitán General de lo más rico de Perú. Almagro se lo agradeció y dijo que se alegraba de que nadie entrase en la tierra que él y su compañero con tantos trabajos habían ganado, y de que sería tan gobernador o más que Pizarro. Afirman que con toda esta maquinación, le valieron las albricias a Agüero más de siete mil castellanos”.


     (Imagen) Se diría que, en general, PIZARRO era un hombre tolerante. No consta que le castigara a DIEGO DE AGÜERO a pesar de la ‘jugada’ que le hizo: con el fin de que Almagro le recompensara, se largó sin autorización y al galope para darle la noticia (todavía confusa) de que el rey le había concedido una gobernación. Logró el premio, pero causó un precipitado revuelo entre pizarristas y almagristas. Quizá le excusara su juventud (tenía poco más de veinte años), su buena hoja de servicios y haber nacido en Deleitosa (Cáceres), a un paso de Trujillo. Además, lo había reclutado Pizarro en España el año 1529. Vivió en primera línea el heroico drama de la captura de Atahualpa, Pizarro le concedió una buena encomienda de indios, y hasta había sido designado en 1535 regidor de Lima. A galope tendido (que era lo suyo) volvió desde su encomienda  a la ciudad para avisar de un ataque de los indios y se portó bravamente para repelerlos. Cuando asesinaron a Pizarro, fue presuroso a defenderlo, pero llegó tarde, lo apresaron y estuvo a punto de ser degollado.  Murió en 1544, con solo 33 años. No le habría hecho ninguna gracia saber que cuatrocientos años después, en 1950, iba a aparecer por su pueblo, Deleitosa, un fotógrafo  norteamericano llamado Eugene Smith, y a realizar unas magníficas, pero teatrales, imágenes que dieron rápidamente la vuelta al mundo exagerando lo más negro de la posguerra española. El muerto de la foto sería real, pero la escena está montada al milímetro como una composición tétrica.


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