jueves, 25 de enero de 2018

(Día 600) Inca Garcilaso de la Vega, coincidiendo en lo esencial, añade datos al inicio del conflicto entre Almagro y Pizarro. Indica también que Hernando Pizarro había sido nombrado por el emperador Caballero de la Orden de Santiago.

     (190) Tras encontrarse por el camino con Moscoso, Pizarro se alegró de que le dijera que Enamorado había cargado mucho las tintas. Le llegó otro retorcido comentario, pero se dio cuenta de que  había intereses en culpar a Almagro y “supo que se trataba de industrias de alborotadores que deseaban ver enemistados a los dos compañeros para acrecentar sus repartimientos”. Pizarro, ya más tranquilo,  siguió su camino, y aún tuvo otra advertencia: “Halló a dos criados suyos llamados Alonso de Mesa y Pedro Pizarro (casi seguro que se trata del cronista que tan a favor de él se mostró en su texto), y le dijeron que, si era necesario, estaban dispuestos a ratificar lo que habían escrito sobre lo que Almagro había hecho en el Cuzco. Pizarro no hizo caso de más dichos y continuó su marcha hasta llegar a la ciudad. Se fue a apear en la iglesia para hacer oración. Almagro supo de su entrada. Fue adonde se había apeado y se abrazaron el uno y el otro, derramando hartas lágrimas”.
     Aunque pueda resultar repetitivo, creo que merece la pena volver un poco atrás y ver cómo nos cuenta de forma resumida Inca Garcilaso de la Vega este proceso tan dramático que llevó a los celos y recelos entre Almagro y Pizarro: “La discordia se metió a hacer grandes males entre los españoles si pudiera, si la paz y la amistad no lo estorbaran. Tuvieron nuevas en el Perú de la llegada de Hernando Pizarro a España y de lo bien que con Su Majestad negoció, alcanzando para su hermano, el gobernador, el título de de Marqués de la provincia de los Atabalillos, con sus rentas y tributos. Y por haber tenido ese nombramiento, lo llamaremos Marqués de aquí adelante en esta historia (todos los títulos, incluso el de ‘Don’ se adjuntaban siempre al mencionar el nombre). Además de esta merced, se le concedió que los límites de su gobernación se prorrogasen ciertas leguas (Garcilaso está siguiendo al cronista Zárate, que no las precisa, y se diría que no conocía el texto de Cieza, quien ya nos indicó que la ampliación era de setenta leguas). Y para sí alcanzó Hernando Pizarro un hábito de la Orden de Santiago y otras mercedes. Se dijo también que a don Diego de Almagro le hacía merced del título de Mariscal de Perú y de una gobernación de cien leguas (se equivoca: eran doscientas) hacia el sur, más allá de la gobernación del Marqués. Todas estas nuevas las tuvo don Diego de Almagro en el Cuzco (las recibió en una carta), donde estaba con el Príncipe Manco Inca (Garcilaso, que era pariente suyo, emplea la palabra española príncipe para que se entienda mejor la importancia del personaje), y con los hermanos del Marqués, Juan y Gonzalo Pizarro.  El cual, sin aguardar la provisión auténtica de Su Majestad -porque el gobernar y mandar es tan deseado de los ambiciosos-, no pudo contenerse y de inmediato comenzó a llamarse de inmediato gobernador. Y porque le parecía que la gobernación del Marqués no llegaba hasta el Cuzco, sino que aquella ciudad entraba en su propia gobernación, dio indios de repartimiento (a los de su bando) como si ya tuviera la provisión de su Majestad. Todo lo cual hizo aconsejado e incitado de muchos españoles, ministros de la discordia, que no faltaron; le dijeron que así convenía y favorecieron su bando, declarándose a favor de él”. Es dramático ver cómo iba aumentando la tensión entre Almagro y Pizarro, arruinando sus muchos años de heroica y eficaz colaboración.


     (Imagen) PEDRO CIEZA DE LEÓN nació en Llerena (Badajoz) en 1520. Era descendiente de judíos convertidos quizá hacia 1492, al ser expulsados los que continuaron en su fe: de 600 familias, se quedaron 125. Algunos fueron judaizantes (incluso había en Llerena un tribunal de la Inquisición), pero otros vivieron como modélicos católicos, y así ocurrió con la familia de Pedro (tuvo un hermano sacerdote). Impresiona saber lo joven que partió hacia las Indias (dicho por él mismo): “Salí de España de tan tierna edad que casi no tenía enteros 13 años”. Lo que demuestra que tenía un instinto nato de gran escritor, luego enriquecido con experiencias militares y filosóficas reflexiones que le llevaban a compadecerse de los indios, aunque aceptó sin remordimiento tenerlos a su servicio en una extensa encomienda. Nos dice: “He gastado en Las Indias más de 17 años, muchos de ellos en conquistas y descubrimientos”. Criticó también los abusos de los españoles con las nativas, pero el tema del sexo sumía a aquellos hombres en la contradicción. La sexualidad a salto de mata resultaba cosa corriente y ni siquiera los religiosos tocaban el tema, aunque hubo excepciones de predicadores apocalípticos. Todo indica que era aceptada la relación estable con una indígena sin matrimonio previo, pero solamente en el caso de que estuviera bautizada. Es decir: lo que sería ‘pecado’ con una española, no lo era con una nativa. El mismo Bernal Díaz del Castillo tuvo una compañera azteca que le regaló Moctezuma. Y el hecho de que él mismo lo contara con toda naturalidad confirma lo dicho. La intensa vida de PEDRO CIEZA DE LEÓN acabó en España en 1554, con solo 34 años, que dieron para mucho, aunque solo fuera por la genial obra que nos regaló.

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