viernes, 30 de julio de 2021

(1481) Dos frailes empezaron a ser molestos para Cabeza de Vaca, quien topó con los indios guaraníes. Tuvieron gran importancia en el río Paraguay Pedro de Estopiñán y Juan de Salazar.

 

     (1071) Tras más de cuatros meses de inspección, volvió Pedro Dorantes a la isla Santa Catalina para comunicarle al gobernador Vaca de Castro su opinión sobre el camino más acertado para ir adonde estaban asentados los españoles: "Sabido esto por el gobernador, determinó seguir el consejo de Dorantes, y hacer la entrada siguiendo el río Itabucu, tanto para descubrir tierras que no eran conocidas, como por socorrer más rápidamente a la gente española que estaba en aquella provincia. Los frailes fray Bernardo de Armenia y Alonso Lebrón, habiéndoles dicho el gobernador que se quedasen en la isla de Santa Catalina a enseñar y adoctrinar a los indios, no lo quisieron hacer, poniendo por excusa que se querían ir en compañía del gobernador, para residir en la ciudad de la Asunción, donde estaban los españoles que iba a socorrer. Y así, el 18 de octubre del dicho año 1541, el gobernador mandó embarcar a la gente con los 26 caballos y yeguas que seguían vivos, para pasar al río de Itabucu, del cual tomó posesión después en nombre de Su Majestad, como nuevamente descubierto. Dejó en la isla de Santa Catalina 140 personas para que fuesen por la mar al río de la Plata, donde estaba el puerto de Buenos Aires, yendo bajo el mando del capitán Pedro de Estopiñán Cabeza de Vaca, quien quedó allí por capitán de la dicha gente. Antes de partir, el gobernador les dio a los indios del lugar muchas cosas para que quedasen contentos, por lo que cierta cantidad de ellos se ofrecieron a ir en su compañía para enseñar el camino y para otras cosas necesarias, siendo después muy provechosa su ayuda".

     Se pusieron en marcha el día 2 de noviembre: "El gobernador comenzó a caminar con 250 arcabuceros y ballesteros, muy diestros en las armas, y 26 de a caballo, más los dos frailes franciscanos y los indios de la isla. Pasaron grandes trabajos atravesando durante 19 días grandes montañas y abriendo caminos por donde la gente y caballos pudiesen pasar, porque todo era tierra despoblada. Después, cuando ya se les habían acabado las provisiones, plugo a Dios que descubrieran las primeras poblaciones. El señor principal de la primera tenía por nombre Añiriri, el de la segunda, Cipoyay, y, el de la tercera, Tocanguanzu. Al saber los indios de estos pueblos que llegaban el gobernador y su gente, salieron a recibir cargados con muchas provisiones, y muy alegres por su venida. El gobernador los recibió también con gran placer y amor, y, además de pagarles el precio que valían sus regalos, a los indios principales de los pueblos les hizo merced de muchas camisas y otros rescates, de lo que se sintieron satisfechos. Estos indios, llamados guaraníes, son labradores, ocupan una gran extensión de terreno, y todos tienen la misma lengua. Comen carne humana, así de indios enemigos suyos, con quien tienen guerra, como de cristianos, y aun ellos mismos se comen unos a otros. Es gente muy amiga de guerras y muy vengativa, de los cuales pueblos, en nombre de Su Majestad, el gobernador tomó la posesión, como tierra nuevamente descubierta, y le puso por nombre la provincia de Vera, como aparece escrito ante Juan de Araoz, escribano de Su Majestad".

 

     (Imagen) Hemos visto que el gobernador Àlvar Núñez Cabeza de Vaca le encargó a PEDRO DE ESTOPIÑÁN CABEZA DE VACA que, desde la isla de Santa Catalina, fuera por mar con soldados hacia Buenos Aires. El gobernador le tenía mucha confianza por su valía y por ser primo suyo, ya que era hijo del conquistador de Melilla,  Pedro de Estopiñán y Virués, y de su mujer, Beatriz Cabeza de Vaca, tía de Álvar Núñez. Pedro de Estopiñán Cabeza de Vaca nació hacia el año 1500 en Jerez de la Frontera (Cádiz), y, aunque veremos en la crónica que estamos siguiendo que va a tener un protagonismo importante en esta historia, será oportuno adelantar algunas explicaciones. El gran atractivo de la gobernación del Río de la Plata estaba en la búsqueda de una sierra que contendría enormes cantidades de plata. El primero que habló de tal asunto fue Alejo García, un extraordinario aventurero (del que hablé hace mucho tiempo), quien, en 1524, tuvo la osadía de aliarse amistosamente con los peligrosos indios guaraníes y penetrar con ellos por el interior de Paraguay hasta casi llegar a Perú. Posteriormente, en 1528, el mercenario navegante veneciano Sebastián Caboto, que había servido a Enrique VIII de Inglaterra, iba, al mando de una expedición que le confió el emperador Carlos V, con dirección a las Molucas, y, al conocer los datos aportados por Alejo García, cambió el rumbo en busca de la legendaria plata, convirtiéndose en el primer europeo que exploró parte de los ríos Paraná y Paraguay, pero tampoco encontró el supuesto gran tesoro. Ya hemos visto que el siguiente interesado en el asunto fue el malogrado Pedro de Mendoza, quien, el año 1536, fue el primero que ostentó el título de gobernador del Río de la Plata, donde logró establecer algunos asentamientos, entre ellos el que se convertiría después en la ciudad de Buenos Aires. Un capitán suyo, JUAN SALAZAR DE ESPINOSA (al parecer, natural de Espinosa de los  Monteros-Burgos, aunque algunos presuman, con busto incluido, de que nació en la próxima Medina de Pomar),  fundó en 1537 lo que luego sería la ciudad de Asunción, la cual se convirtió en la más importante de la gobernación al quedar abandonada la vieja Buenos Aires. No obstante, se suele considerar que el verdadero descubridor del Paraguay fue PEDRO DE ESTOPIÑÁN CABEZA DE VACA, porque en 1542 remontó por primera vez las aguas de los ríos Paraná y Paraguay hasta llegar a Asunción.




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