(1071) Tras más de cuatros meses de
inspección, volvió Pedro Dorantes a la isla Santa Catalina para comunicarle al
gobernador Vaca de Castro su opinión sobre el camino más acertado para ir
adonde estaban asentados los españoles: "Sabido esto por el gobernador,
determinó seguir el consejo de Dorantes, y hacer la entrada siguiendo el río
Itabucu, tanto para descubrir tierras que no eran conocidas, como por socorrer
más rápidamente a la gente española que estaba en aquella provincia. Los
frailes fray Bernardo de Armenia y Alonso Lebrón, habiéndoles dicho el
gobernador que se quedasen en la isla de Santa Catalina a enseñar y adoctrinar a
los indios, no lo quisieron hacer, poniendo por excusa que se querían ir en compañía
del gobernador, para residir en la ciudad de la Asunción, donde estaban los
españoles que iba a socorrer. Y así, el 18 de octubre del dicho año 1541, el
gobernador mandó embarcar a la gente con los 26 caballos y yeguas que seguían
vivos, para pasar al río de Itabucu, del cual tomó posesión después en nombre
de Su Majestad, como nuevamente descubierto. Dejó en la isla de Santa Catalina 140
personas para que fuesen por la mar al río de la Plata, donde estaba el puerto
de Buenos Aires, yendo bajo el mando del capitán Pedro de Estopiñán Cabeza de
Vaca, quien quedó allí por capitán de la dicha gente. Antes de partir, el
gobernador les dio a los indios del lugar muchas cosas para que quedasen
contentos, por lo que cierta cantidad de ellos se ofrecieron a ir en su compañía
para enseñar el camino y para otras cosas necesarias, siendo después muy
provechosa su ayuda".
Se pusieron en marcha el día 2 de
noviembre: "El gobernador comenzó a caminar con 250 arcabuceros y
ballesteros, muy diestros en las armas, y 26 de a caballo, más los dos frailes
franciscanos y los indios de la isla. Pasaron grandes trabajos atravesando
durante 19 días grandes montañas y abriendo caminos por donde la gente y
caballos pudiesen pasar, porque todo era tierra despoblada. Después, cuando ya
se les habían acabado las provisiones, plugo a Dios que descubrieran las
primeras poblaciones. El señor principal de la primera tenía por nombre
Añiriri, el de la segunda, Cipoyay, y, el de la tercera, Tocanguanzu. Al saber los
indios de estos pueblos que llegaban el gobernador y su gente, salieron a recibir
cargados con muchas provisiones, y muy alegres por su venida. El gobernador los
recibió también con gran placer y amor, y, además de pagarles el precio que
valían sus regalos, a los indios principales de los pueblos les hizo merced de
muchas camisas y otros rescates, de lo que se sintieron satisfechos. Estos
indios, llamados guaraníes, son labradores, ocupan una gran extensión de terreno,
y todos tienen la misma lengua. Comen carne humana, así de indios enemigos
suyos, con quien tienen guerra, como de cristianos, y aun ellos mismos se comen
unos a otros. Es gente muy amiga de guerras y muy vengativa, de los cuales
pueblos, en nombre de Su Majestad, el gobernador tomó la posesión, como tierra
nuevamente descubierta, y le puso por nombre la provincia de Vera, como aparece
escrito ante Juan de Araoz, escribano de Su Majestad".
(Imagen) Hemos visto que el gobernador
Àlvar Núñez Cabeza de Vaca le encargó a PEDRO DE ESTOPIÑÁN CABEZA DE VACA que,
desde la isla de Santa Catalina, fuera por mar con soldados hacia Buenos Aires.
El gobernador le tenía mucha confianza por su valía y por ser primo suyo, ya
que era hijo del conquistador de Melilla,
Pedro de Estopiñán y Virués, y de su mujer, Beatriz Cabeza de Vaca, tía de
Álvar Núñez. Pedro de Estopiñán Cabeza de Vaca nació hacia el año 1500 en Jerez
de la Frontera (Cádiz), y, aunque veremos en la crónica que estamos siguiendo
que va a tener un protagonismo importante en esta historia, será oportuno
adelantar algunas explicaciones. El gran atractivo de la gobernación del Río de
la Plata estaba en la búsqueda de una sierra que contendría enormes cantidades
de plata. El primero que habló de tal asunto fue Alejo García, un
extraordinario aventurero (del que hablé hace mucho tiempo), quien, en 1524,
tuvo la osadía de aliarse amistosamente con los peligrosos indios guaraníes y
penetrar con ellos por el interior de Paraguay hasta casi llegar a Perú.
Posteriormente, en 1528, el mercenario navegante veneciano Sebastián Caboto,
que había servido a Enrique VIII de Inglaterra, iba, al mando de una expedición
que le confió el emperador Carlos V, con dirección a las Molucas, y, al conocer
los datos aportados por Alejo García, cambió el rumbo en busca de la legendaria
plata, convirtiéndose en el primer europeo que exploró parte de los ríos Paraná
y Paraguay, pero tampoco encontró el supuesto gran tesoro. Ya hemos visto que
el siguiente interesado en el asunto fue el malogrado Pedro de Mendoza, quien,
el año 1536, fue el primero que ostentó el título de gobernador del Río de la
Plata, donde logró establecer algunos asentamientos, entre ellos el que se
convertiría después en la ciudad de Buenos Aires. Un capitán suyo, JUAN SALAZAR
DE ESPINOSA (al parecer, natural de Espinosa de los Monteros-Burgos, aunque algunos presuman, con
busto incluido, de que nació en la próxima Medina de Pomar), fundó en 1537 lo que luego sería la ciudad de
Asunción, la cual se convirtió en la más importante de la gobernación al quedar
abandonada la vieja Buenos Aires. No obstante, se suele considerar que el
verdadero descubridor del Paraguay fue PEDRO DE ESTOPIÑÁN CABEZA DE VACA,
porque en 1542 remontó por primera vez las aguas de los ríos Paraná y Paraguay
hasta llegar a Asunción.
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