(1050) Núñez Cabeza de Vaca añade algunos
datos más, relativos al modo de vida de aquellos indios: "Tienen por
costumbre enterrar a sus muertos, salvo a los que son físicos (curanderos),
pues a estos los queman, y, mientras el fuego arde, todos están bailando y
haciendo muy gran fiesta, y hacen polvo los huesos. Pasado un año, cuando se
hacen sus honras, todos se sajan (se hacen cortes), y a los parientes les
dan a beber en agua aquellos polvos. Cada uno tiene una mujer. Los físicos, que
son los hombres más libres, pueden tener dos, y hasta tres, y entre ellas hay
muy gran amistad y conformidad. Cuando alguno casa a su hija, el que la toma
por mujer, desde el día que con ella se casa, todo lo que matase cazando o
pescando lo lleva la mujer a la casa de su padre, sin osar comer nada de ello,
y de casa del suegro le llevan a él de comer. Nunca entran el suegro y la
suegra a la casa del yerno, ni él ha de entrar en casa de los suegros ni
cuñados. Si acaso se encontrasen por alguna parte, se desvían un tiro de
ballesta el uno del otro y mientras van apartándose, llevan la cabeza baja y
los ojos puestos en tierra, porque tienen por cosa mala verse o hablarse. Las
mujeres tienen libertad para comunicar y conversar con los suegros y parientes,
y esta costumbre se tiene desde la isla hasta una distancia de más de cincuenta leguas tierra adentro. Otra
costumbre hay, y es que, cuando algún hijo o hermano muere, en la casa donde
muriese nadie busca de comer durante tres meses, pues prefieren morir de
hambre, y son los parientes y los vecinos quienes les proveen de lo que han de
comer. Como en el tiempo que allí estuvimos murieron tantos indios, en la mayoría
de las casas había mucha hambre, porque guardaban también su costumbre. Los que
les buscaban provisiones, aunque trabajaban mucho, por ser el tiempo tan recio no
podían conseguir más que muy poco. Por esta causa, los indios que a mí me
tenían salieron de la isla (llevándolo con ellos, y al parecer, según
veremos, con carácter de esclavo o criado), y en unas canoas se pasaron a
unas bahías donde había muchas ostras, y durante tres meses del año no comen
otra cosa, y beben muy mala agua. Tienen gran falta de leña, y gran abundancia de
mosquitos. Sus casas son edificadas de esteras sobre muchas cáscaras de ostras,
y sobre ellas duermen en cueros; y así estuvimos hasta finales de abril, que
fuimos a la costa de la mar, donde comimos moras de zarzas todo el mes, durante
el cual no cesaron de hacer sus fiestas".
Antes de que Cabeza de Vaca marchara con
su amos indígenas de la isla de Mal Hado a la zona continental, ocurrió algo curioso, que confirma, además,
que ya trataban a los españoles como esclavos o criados: "En aquella isla
del Mal Hado nos quisieron hacer curanderos, sin examinarnos, porque ellos
curan las enfermedades soplando al enfermo, y con aquel soplo y las manos echan
de él la enfermedad. Nos mandaron que hiciésemos lo mismo, para serles útiles
en algo. Nosotros nos reíamos de ello, diciendo que no sabíamos curar. Por lo
cual, nos quitaban la comida hasta que hiciésemos lo que nos decían. Viendo
nuestra porfía, un indio me dijo a mí que yo no sabía lo que decía, pues hasta las
piedras y otras cosas que se crían por los campos tienen virtudes, de manera
que nosotros, que éramos hombres, sin duda teníamos mayor virtud y poder. En
fin, nos vimos en tanta necesidad, que lo tuvimos que hacer".
(Imagen) Aunque
los indios de la isla de Mal Hado habían convertido por la fuerza a los
españoles en curanderos, no les fue mal en el nuevo oficio (que practicaron de
forma original), y afortunadamente, porque un mal resultado en los
tratamientos podía costarles caro:
"La manera que ellos tienen de curarse es ésta: Viéndose enfermos, llaman a
un médico, y después de curados, le dan
todo lo que poseen. El médico le hace unos cortes al paciente donde tiene el
dolor, y chupan alrededor de ellos. Dan cauterios de fuego, y, a mí, que lo he
experimentado, me resultó bien. Después de esto, soplan donde les duele, y con
esto creen ellos que se les quita el mal. La manera con que nosotros curábamos
era santiguándolos, soplándolos, rezando un Pater Noster y un Ave María, y rogando
lo mejor que podíamos a Dios Nuestro Señor que les diese salud. Quiso Dios que
todos aquellos por quienes rezamos decían a los otros que ya estaban sanos, de
manera que así nos hacían buen tratamiento, y hasta dejaban ellos de comer para
dárnoslo a nosotros. Después
de que Dorantes y Castillo volvieron a la isla de Mal Hado, recogieron consigo los
catorce cristianos que allí había. Yo entonces estaba en la tierra continental, donde mis indios me
habían llevado y donde me dio una enfermedad tan grave, que, aunque algunas
cosas me daban esperanza de vida, aquella bastaba para quitármela del todo.
Cuando los cristianos de la isla lo supieron, vinieron a verme doce, porque dos
quedaron tan enfermos, que no se atrevieron a traerlos consigo. Los nombres de
los que vinieron son: Alonso del Castillo, Andrés Dorantes y Diego Dorantes,
Valdivieso, Estrada, Tostado, Chaves, Gutiérrez, Esturiano, clérigo, Diego de
Huelva, Estebanico el Negro y Benítez. Cuando llegaron a tierra firme (continental),
hallaron otro que se llamaba Francisco de León. Luego marcharon todos por la
costa, y los indios que me tenían me avisaron de ello, y de que quedaban en la isla de Mal Hado Jerónimo de
Alaniz y Lope de Oviedo (los dos enfermos mencionados). Mi enfermedad me
impidió seguirlos". Los norteamericanos respetan con devoción la memoria
de los españoles que abrieron camino en La Florida y otros territorios próximos.
Tampoco se han olvidado de ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA, y la imagen nos muestra
el busto que le han dedicado en el enorme Memorial Park de la gran ciudad de
Houston (Texas).
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