(1065) La llegada de los cuatro peregrinos
a aquellas tierras mexicanas fue recibida, sobre todo por parte de los indios, como
la visita de unos extraterrestres: "Cuando
los indios se volvieron, todos los demás de aquella provincia, que eran amigos
de los cristianos, al tener noticias de nosotros, nos vinieron a ver, y nos trajeron
muchas cosas. Nosotros les mandamos que hiciesen iglesias, y les hicimos traer a los hijos de los principales
señores para bautizarlos. Luego el capitán Melchor Díaz hizo pleito homenaje (juramento
solemne) a Dios de no hacer ni consentir hacer esclavos a los indios a los
que nosotros se lo habíamos prometido que lo cumpliría hasta que, Su Majestad o
el gobernador Nuño de Guzmán o el virrey en su nombre, dispusiesen lo que más
fuese servicio de Dios y de Su Majestad. Después de bautizados los niños, partimos
para la villa de San Miguel, donde, cuando llegamos, vinieron indios que nos
dijeron que mucha gente bajaba de las sierras y poblaban en lo llano, y hacían
iglesias y todo lo que les hablamos mandado. Pasados quince días, llegó Alcaraz
con los cristianos que habían hecho aquella salida, y le contaron al capitán que
los indios bajaban de las sierras, y habían poblado en lo llano, les salieron a
recibir con cruces en las manos, los llevaron a sus casas, les dieron de lo que
tenían y durmieron con ellos allí aquella noche. Asombrados de tal novedad,
mandó que no les hiciesen mal alguno a los indios. Dios nuestro Señor, por su
infinita misericordia, quiera que en los días de Vuestra Majestad y
debajo de vuestro poder y señorío, estas gentes vengan a ser verdaderamente y
con entera voluntad sujetas al verdadero Señor que las creó y redimió. Lo cual
tenemos por cierto que así será, y que Vuestra Majestad ha de ser el que lo ha
de poner en efecto. Y no será difícil de hacer, porque, en las dos mil leguas
que, primeramente, anduvimos por tierra y por la mar, más los otros diez meses
que, después de escapar de nuestra esclavitud, anduvimos por tierra, nunca hallamos sacrificios ni
idolatría".
Luego aporta algunos datos más y señala la
fecha de su llegada a la capital de México: "En este tiempo atravesamos de
una mar a otra (del Atlántico al Pacífico), y supimos que en la costa
del sur (el Pacífico) hay perlas y mucha riqueza, y que todo lo mejor y
más rico está cerca de ella. En la villa de San Miguel estuvimos hasta mediados
del mes de mayo; y la causa de detenernos allí tanto, fue que, hasta la ciudad
de Compostela, donde el gobernador Nuño de Guzmán residía, hay cien leguas,
todas despobladas, y los indios que hay son enemigos. Finalmente veinte de
caballo, con otra gente, nos acompañaron cuarenta leguas, y luego vinieron con
nosotros seis cristianos que traían quinientos indios hechos esclavos. Llegados
a Compostela, el gobernador nos recibió muy bien, y de lo que tenía nos dio de
vestir, lo cual yo por muchos días no pude ponerme, ni tampoco dormir si no era
en el suelo. Pasados unos doce días partimos para México, y por todo el camino
fuimos bien tratados de los cristianos. Muchos nos salían a ver por los caminos
y daban gracias a Dios de habernos librado de tantos peligros. Llegamos a
Méjico el domingo, un día antes de la víspera de Santiago (año 1536),
donde del virrey Antonio de Mendoza y del Marqués del Valle (Hernán Cortés)
fuimos muy bien tratados y con mucho placer recibidos. Nos dieron de vestir y nos
ofrecieron todo lo que tenían, y el día de Santiago hubo fiesta, con juego de
cañas y con toros".
(Imagen) El último tramo del viaje de los cuatro supervivientes de la Florida fue (como se ve en la imagen) desde San Miguel de Culiacán hasta la capital de México (unos 1200 km). Y, para hacer bueno el título (Naufragios) de su crónica, Cabeza de Vaca se vio varias veces más a punto de naufragar: "Después de que descansamos en Méjico dos meses, yo quise venir a España, y, yendo a embarcar en el mes de octubre, vino una tormenta que dio con el navío al través, y se perdió. Visto esto, decidí dejar pasar el invierno, porque allí es un tiempo muy recio para navegar. Llegada la Cuaresma, partimos de México Andrés Dorante y yo, y, en Veracruz, estuvimos embarcados más de quince días porque el navío hacía mucha agua, y yo me pasé a otro, aunque Dorantes se quedó en aquel. Partimos después tres navíos, y navegamos juntos ciento cincuenta leguas, pero dos hacían mucha agua, y sus pilotos, no osando seguir, volvieron al puerto de Veracruz (en uno de los dos navíos iría Dorantes, quien, como dije, n o llegó a España). El día cuatro de mayo llegamos al puerto de la Habana, y en junio partimos de allí con mucho temor de topar con (piratas) franceses. Cuando alcanzamos las Bermudas, nos tomó una tormenta, y toda la noche nos dimos por perdidos, pero plugo a Dios que pasara. Estando ya en las islas Azores, dimos con un navío de franceses que nos comenzó a seguir con una carabela que traía tomada a los portugueses. Cuando amaneció, nos hallamos el francés y nosotros juntos, y cercados de nueve barcos que vimos que eran de la armada de Portugal, y di gracias a Dios por haberme librado de los peligros de la mar. El francés, al saber que la armada era portuguesa, soltó la carabela que había apresado, que venía cargada de negros, la cual traían consigo para que nosotros creyésemos que eran portugueses y les esperásemos". El francés estuvo a punto de meter en otro lío a los españoles, porque, antes de soltar la carabela que llevaba a los negros, le dijo al capitán de la nave que también eran franceses los del barco español. Y ocurrió lo siguiente: "Al quedar libre la carabela, se unió al galeón portugués, y el piloto le dijo al capitán que nosotros también éramos franceses, por lo que los portugueses se pusieron a punto de guerra y vinieron sobre nosotros, pero, al acercarse, se dieron cuenta de que éramos amigos".
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