sábado, 31 de julio de 2021

(1482) Cabeza de Vaca continuó su marcha procurando siempre tratar muy bien a los indios. En enero de 1541, yendo por el río Iguazú, descubrieron sus cataratas, que les causaron asombro, pero quizá no tanto como merecían.

 

     (1072) El recorrido que va a hacer Cabeza de Vaca con la parte de su tropa que irá por tierra desde la isla de Santa Catalina hasta Asunción, será, como se ve en la imagen, de unos 1.200 km: "El 29 de noviembre de 1541 partió el gobernador y su gente del lugar de Tocanguanzu, y, tras caminar dos jornadas, el día primero de diciembre llegó a un río que los indios llaman Iguazú, que quiere decir agua grande (y con el que volverán a encontrarse en otro tramo)". Durante el largo viaje se van a repetir una serie de circunstancias. Encontraron muchos poblados por el camino, y en todos ellos fueron bien recibidos por los indios guaraníes porque se había extendido la fama del buen trato que el gobernador les daba siempre, y de lo generoso que era con sus regalos. De vez en cuando, la situación empeoraba por la falta de alimentos y por las dificultades de los caminos. En ocasiones, también se veían obligados a hacer puentes para pasar los caudalosos ríos. Si bien nunca tuvieron ataques de estos nativos, sí recibieron un aviso de que, más adelante, había otros muy peligrosos: "Estando cerca de otro lugar, cuyo cacique se llamaba Tapapirazu, llegó un indio natural de la costa del Brasil, que se llamaba Miguel, recién convertido, el cual venía de la ciudad de Asunción, donde residían los españoles que iban a socorrer, y se dirigía hacia su tierra natal. El gobernador se alegró mucho, ya que por él fue bien informado del muy gran peligro en que estaban los españoles a causa de la muerte de Juan de Ayolas, y de otros capitanes y soldados que los indios habían matado. Luego el propio indio quiso volverse en compañía del gobernador a la ciudad de Asunción, para enseñar a los españoles el camino por donde habían de ir. Teniendo esta ayuda,  el gobernador mandó regresar a los indios que salieron de la isla de Santa Catalina en su compañía, los cuales, por los buenos tratamientos que les hizo y por las muchas dádivas que les dio, se volvieron muy contentos".

     Según la crónica, el gobernador Cabeza de Vaca, no solo hacía generosos regalos a los indios, sino que procuraba también que ninguno de sus hombres los maltratara. Todo el texto parece adornar su figura ante el emperador, a quien iba dirigido, pero tampoco se puede olvidar que Álvar Núñez Cabeza de Vaca quedó muy marcado por la veneración que le tuvieron los indios norteamericanos durante su largo y azaroso viaje, y es lógico pensar que llegara a sentir un gran afecto por el mundo indígena: "Era cosa muy de ver cuán temidos eran los caballos por todos los indios de aquellas tierras y provincia, hasta el punto de que les sacaban al camino mucha comida diciendo que lo hacían para que no se enojasen. Con el fin de que los indios no abandonasen sus pueblos, mandó el gobernador asentar su ejército muy apartado de ellos, para que los cristianos no les hiciesen molestias ni agravios. Viendo los indios que el gobernador castigaba a quien en algo los enojaba, venían todos tan seguros con sus mujeres e hijos, que era cosa admirable. Hasta de muy lejos venían cargados con provisiones solo por ver a los cristianos y los caballos, como gente que nunca había pasado por sus tierras".

 

     (Imagen) Los españoles eran bien recibidos por los indios, pero no faltaron algunos poco fiables. Sin embargo, también se produjo un bello e impresionante descubrimiento, aunque no parece que los conquistadores le dieran demasiada importancia: "El último día del mes de enero (año 1542), yendo caminando, llegaron a un río que se llama Iguazú (era la segunda vez que lo encontraban), y los indios les dijeron que desembocaba en el río del Paraná (que asimismo se llama el río de la Plata), y que, entre este río del Paraná y el río de Iguazú mataron los indios a los portugueses que Martín Alfonso de Sosa envió a descubrir aquella tierra. Algunos de estos indios que mataron a los portugueses, le avisaron al gobernador que los indios del río Piqueri eran mala gente, y que les estaban aguardando para matarlos en el paso del río.  Por esta causa decidió el gobernador ir con parte de su gente en canoas por el río Iguazú hasta llegar al río Paraná, y que fuese el resto de la gente por tierra, y se pusiesen a la otra parte del río para atemorizar a los indios y poder pasar en las canoas toda la gente. El gobernador se embarcó con unos ochenta hombres en algunas canoas que compró a los indios, y así partieron por el río Iguazú abajo. Pero era la corriente del Iguazú tan grande, que iban las canoas por él con mucha furia, y esto se debía a que, muy cerca de donde se embarcaron, el río da un salto abajo por unas peñas muy altas (eran las impresionantes cataratas de Iguazú), dando el agua tan grande golpe en la tierra, que de muy lejos se oye. Por manera que fue necesario sacar las canoas y llevarlas por tierra a fuerza de brazos más de media legua". Salvado el obstáculo, siguieron navegando hasta el río Paraná, donde ya estaban los que habían ido por tierra: "Pero en la ribera del río había un gran número de indios guaraníes, todos emplumados y pintados de muchas maneras y colores, con sus arcos y flechas. Al llegar los españoles, pusieron mucho temor a los indios, pero el gobernador, por medio de intérpretes, comenzó a hablarles y a derramar entre los principales de ellos muchos regalos, y, como era gente muy codiciosa y amiga de novedades, se fueron sosegando y acercándose a los españoles, y muchos de los indios les ayudaron a pasar a la otra parte del río". La imagen muestra la placa (de difícil lectura) colocada en las cataratas de Iguazú por la Administración General de Parques Nacionales y Turismo de Argentina en honor a su descubridor, ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA (contiene un error: no ocurrió el año 1541, sino a a principios de febrero de 1542).




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