(1072) El recorrido que va a hacer Cabeza
de Vaca con la parte de su tropa que irá por tierra desde la isla de Santa
Catalina hasta Asunción, será, como se ve en la imagen, de unos 1.200 km: "El
29 de noviembre de 1541 partió el gobernador y su gente del lugar de
Tocanguanzu, y, tras caminar dos jornadas, el día primero de diciembre llegó a
un río que los indios llaman Iguazú, que quiere decir agua grande (y con el
que volverán a encontrarse en otro tramo)". Durante el largo viaje se
van a repetir una serie de circunstancias. Encontraron muchos poblados por el
camino, y en todos ellos fueron bien recibidos por los indios guaraníes porque
se había extendido la fama del buen trato que el gobernador les daba siempre, y
de lo generoso que era con sus regalos. De vez en cuando, la situación
empeoraba por la falta de alimentos y por las dificultades de los caminos. En
ocasiones, también se veían obligados a hacer puentes para pasar los caudalosos
ríos. Si bien nunca tuvieron ataques de estos nativos, sí recibieron un aviso
de que, más adelante, había otros muy peligrosos: "Estando cerca de otro
lugar, cuyo cacique se llamaba Tapapirazu, llegó un indio natural de la costa
del Brasil, que se llamaba Miguel, recién convertido, el cual venía de la
ciudad de Asunción, donde residían los españoles que iban a socorrer, y se
dirigía hacia su tierra natal. El gobernador se alegró mucho, ya que por él fue
bien informado del muy gran peligro en que estaban los españoles a causa de la
muerte de Juan de Ayolas, y de otros capitanes y soldados que los indios habían
matado. Luego el propio indio quiso volverse en compañía del gobernador a la
ciudad de Asunción, para enseñar a los españoles el camino por donde habían de
ir. Teniendo esta ayuda, el gobernador
mandó regresar a los indios que salieron de la isla de Santa Catalina en su
compañía, los cuales, por los buenos tratamientos que les hizo y por las muchas
dádivas que les dio, se volvieron muy contentos".
Según la crónica, el gobernador Cabeza de
Vaca, no solo hacía generosos regalos a los indios, sino que procuraba también
que ninguno de sus hombres los maltratara. Todo el texto parece adornar su
figura ante el emperador, a quien iba dirigido, pero tampoco se puede olvidar
que Álvar Núñez Cabeza de Vaca quedó muy marcado por la veneración que le
tuvieron los indios norteamericanos durante su largo y azaroso viaje, y es
lógico pensar que llegara a sentir un gran afecto por el mundo indígena: "Era
cosa muy de ver cuán temidos eran los caballos por todos los indios de aquellas
tierras y provincia, hasta el punto de que les sacaban al camino mucha comida
diciendo que lo hacían para que no se enojasen. Con el fin de que los indios no
abandonasen sus pueblos, mandó el gobernador asentar su ejército muy apartado
de ellos, para que los cristianos no les hiciesen molestias ni agravios. Viendo
los indios que el gobernador castigaba a quien en algo los enojaba, venían
todos tan seguros con sus mujeres e hijos, que era cosa admirable. Hasta de muy
lejos venían cargados con provisiones solo por ver a los cristianos y los
caballos, como gente que nunca había pasado por sus tierras".
(Imagen) Los españoles eran bien recibidos
por los indios, pero no faltaron algunos poco fiables. Sin embargo, también se
produjo un bello e impresionante descubrimiento, aunque no parece que los
conquistadores le dieran demasiada importancia: "El último día del mes de enero (año
1542), yendo caminando, llegaron a un río que se llama Iguazú (era la
segunda vez que lo encontraban), y los indios les dijeron que desembocaba
en el río del Paraná (que asimismo se llama el río de la Plata), y que, entre
este río del Paraná y el río de Iguazú mataron los indios a los portugueses que
Martín Alfonso de Sosa envió a descubrir aquella tierra. Algunos de estos
indios que mataron a los portugueses, le avisaron al gobernador que los indios
del río Piqueri eran mala gente, y que les estaban aguardando para matarlos en
el paso del río. Por esta causa decidió
el gobernador ir con parte de su gente en canoas por el río Iguazú hasta llegar
al río Paraná, y que fuese el resto de la gente por tierra, y se pusiesen a la
otra parte del río para atemorizar a los indios y poder pasar en las canoas
toda la gente. El gobernador se embarcó con unos ochenta hombres en algunas
canoas que compró a los indios, y así partieron por el río Iguazú abajo. Pero era
la corriente del Iguazú tan grande, que iban las canoas por él con mucha furia,
y esto se debía a que, muy cerca de donde se embarcaron, el río da un salto abajo
por unas peñas muy altas (eran las impresionantes cataratas de Iguazú), dando
el agua tan grande golpe en la tierra, que de muy lejos se oye. Por manera que fue
necesario sacar las canoas y llevarlas por tierra a fuerza de brazos más de
media legua". Salvado el obstáculo, siguieron navegando hasta el río
Paraná, donde ya estaban los que habían ido por tierra: "Pero en la ribera
del río había un gran número de indios guaraníes, todos emplumados y pintados
de muchas maneras y colores, con sus arcos y flechas. Al llegar los españoles,
pusieron mucho temor a los indios, pero el gobernador, por medio de intérpretes,
comenzó a hablarles y a derramar entre los principales de ellos muchos regalos,
y, como era gente muy codiciosa y amiga de novedades, se fueron sosegando y
acercándose a los españoles, y muchos de los indios les ayudaron a pasar a la
otra parte del río". La imagen muestra la placa (de difícil lectura)
colocada en las cataratas de Iguazú por la Administración General de Parques Nacionales
y Turismo de Argentina en honor a su descubridor, ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA
(contiene un error: no ocurrió el año 1541, sino a a principios de febrero de 1542).
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