(1070) La información de los nueve
españoles huidos de Buenos Aires continuó siendo demoledora: "Dijeron que
en la ribera del río Paraguay, a 120
leguas más abajo del puerto de La Candelaria, había asentado un pueblo que se
llama la ciudad de la Asunción (el texto dice 'Ascensión', pero tiene que estar equivocado),
en amistad con los indios, donde residía la mayor parte de la gente española
que en la provincia estaba; y que en el pueblo y puerto de Buenos Aires, que está
en el río Paraná, había hasta sesenta cristianos". Cuando lo contaban, ya
era gobernador Domingo de Irala, y lo hacían responsable de la muerte de Juan
Ayolas y de los que le acompañaban.
Luego explicaron cómo había sido el comportamiento de Irala cuando abandonó el
puerto donde tenía que haber esperado a Ayolas: "Había subido por el
Paraguay con los bergantines bergantines,
diciendo que iba a buscar y dar socorro a Juan de Ayolas, y entró por tierra
muy trabajosa de aguas y ciénagas, por lo que no pudo entrar tierra adentro, y
se volvió tras tomar presos a seis indios payaguos, que fueron de los que
mataron a Juan de Ayolas y a los cristianos, por los cuales se informó de la
muerte de Juan de Ayolas y sus hombres. Entonces Domingo de Irala se retiró de aquel
intento de conquista, en el cual se le murieron sesenta cristianos de
enfermedad y malos tratamientos (se supone que por parte de Irala y sus
capitanes). Además, los oficiales de Su Majestad que residían
en la gobernación habían hecho y hacían muy grandes agravios a los españoles
pobladores y conquistadores, y a los indios vasallos de Su Majestad, y por esta
causa, y porque asimismo los capitanes los maltrataban, ellos habían hurtado un
batel en el puerto de Buenos Aires, y se habían venido huyendo, con intención
de dar aviso a Su Majestad de todo lo que pasaba en aquellas tierras". Luego
se añade en el texto: "A estos nueve cristianos, porque venían desnudos,
el gobernador los vistió y recogió, para volverlos consigo a la provincia, por
ser hombres provechosos y buenos marineros, y porque entre ellos había un
piloto para la navegación del río".
No podemos perder de vista que este relato
iba dirigido a Carlos V, y, probablemente, se trataba de una defensa del propio
Álvar Núñez Cabeza de Vaca contra las acusaciones que vertieron contra él
Domingo de Irala y sus fieles cuando lo destituyeron y lo enviaron preso a
España para que fuera juzgado. Después de oír el relato de los nueve españoles,
el gobernador Cabeza de Vaca, con el deseo de ayudar cuanto antes a los
compatriotas que estaban en Buenos Aires y en Asunción, decidió dividir su
tropa en dos partes: "Le pareció que debía buscar camino por tierra para
ir a los dos lugares, y que por la mar podrían ir los navíos al puerto de
Buenos Aires. Y así, contra la opinión
del contador Felipe de Cáceres y del piloto Antonio López, que querían que
fuera con toda la armada al puerto de Buenos Aires, envió al factor Pedro
Dorantes (nacido en Béjar- Salamanca
en 1506; no confundir con Andrés Dorantes) a descubrir un camino por el que
se pudiese avanzar por una zona en la que los indios mataron a mucha gente del
rey de Portugal. Cumpliendo la orden del gobernador, Pedro Dorantes partió con algunos
españoles, y con indios que le sirvieran como guías".
(Imagen) Acabamos de ver que el contador FELIPE
DE CÁCERES (nacido en Madrid a principios del siglo XVI) no convenció a Cabeza
de Vaca para que se presentara en Buenos Aires con todo su ejército completo,
ya que, como gobernador con plenos poderes, decidió enviar parte de él hacia
otra ruta. Se diría que fue un desencuentro premonitorio, porque Cáceres,
hombre retorcido, aunque valioso militar, le creará luego muchos problemas. Se
da la circunstancia de que Cáceres ya había trotado mucho por la gobernación
del Río de la Plata, puesto que llegó a aquellas tierras con el desafortunado
gobernador Pedro de Mendoza el año 1536, con quien, entre otras aventuras,
estuvo presente en la fundación de Buenos Aires. Se sabe que, después de morir
Mendoza, volvió Cáceres a España en 1539, probablemente con el grupo de
españoles que hemos visto pedirle a Carlos V que solucionara los muchos
problemas que había en Río de la Plata. Ese mismo año, la reina Isabel, esposa
del emperador, nombró a Felipe de Cáceres contador público de la gobernación
del Río de la Plata, en sustitución de Juan de Cáceres, quizá pariente suyo (la
imagen muestra el documento de la concesión). Y fue así como, un año después,
partió con la armada de Cabeza de Vaca, a quien, como veremos, le hizo más
tarde la vida imposible en su gobernación, aliado con Domingo Martínez de Irala
y otros capitanes. Desbancado Cabeza de Vaca, la trayectoria de Felipe de
Cáceres siguió siendo turbulenta. El gran orduñés Juan Ortiz de Zárate, de
quien tantos méritos mostré hace tiempo, vino a España para que se le
confirmara como gobernador oficial de Río de la Plata, y dejó allí como
sustituto a Felipe de Cáceres, quien luego se vio implicado en continuas conspiraciones, llegando
al extremo de intentar envenenar al obispo Pedro Fernández de la Torre, quien
también tenía intereses políticos. Pero el clérigo fue tan hábil y resolutivo,
que consiguió detenerlo, excomulgarlo y embarcarlo para que fuera juzgado en
España. El obispo, queriendo vigilarlo, emprendió también el viaje, pero murió
durante la travesía, lo cual se presta a cualquier conjetura, porque el preso
FELIPE DE CÁCERES, en cuanto el barco llegó al puerto español de Sanlúcar, se
fugó. Era el año 1572, y se cree que vivió como prófugo hasta el año 1585.
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