miércoles, 7 de julio de 2021

(1461) Cabeza de Vaca, tras un año de maltratos, escapó de unos indios, y mejoró mucho con otros que le confiaban trabajos de mercader. Tiempo después, los abandonó por la dureza del clima.

 

     (1051) Vemos, pues, que Álvar Núñez Cabeza de Vaca, por seguir enfermo, permaneció con los indios que lo tenían retenido como criado o esclavo suyo, pero va a tomar una decisión atrevida: "Yo tuve que quedarme con estos mismos indios más de un año, y, por el mucho trabajo que me daban y mal tratamiento que me hacían, determiné huir de ellos e irme adonde los que moran en los montes, que se llaman charrucos, porque yo no podía sufrir la vida que con estos otros tenía, pues entre otros muchos trabajos, tenía que sacar las raíces que comen de debajo del agua y entre las cañas donde estaban metidas en la tierra, de lo que traía yo los dedos tan gastados, que una paja que me tocase me hacía sangrar de ellos, y las cañas me rompían por muchas partes, porque muchas de ellas estaban quebradas y había de entrar por medio de ellas con la ropa que he dicho que traía. Por esto puse en obra de pasarme a los otros, y con ellos me fue mejor, porque me hice mercader, y ellos me daban de comer y me trataban bien, rogándome que fuese de unas partes a otras para buscar cosas que ellos necesitaban, porque, debido a las guerra que de continuo tienen, no se mercadea tanto. Yo, con mis tratos y mercaderías, iba tierra a dentro tan lejos como quería, y, por la costa, recorría hasta cincuenta leguas. Mi principal trato eran los pedazos de caracolas y las conchas, que son las cosas que más aprecian ellos.  Esto era lo que yo llevaba  tierra adentro, y allí lo cambiaba  por cueros y almagre (óxido de  hierro, de color rojo), con que ellos se tiñen las caras y cabellos, pedernales para puntas de flechas, engrudo y cañas duras para hacerlas, y unas borlas que se hacen de pelo de venados, que también las tiñen. Este oficio me estaba a mí bien porque, andando en él, tenía libertad para ir donde quería, y no era obligado a cosa alguna, ni era esclavo, y dondequiera que iba me hacían buen tratamiento y me daban de comer porque apreciaban mis mercaderías, y lo más importante era que yo buscaba por donde me había de marcharme algún día. Yo era muy conocido entre estos indios, y se alegraban mucho cuando les traía lo que necesitaban, y los que no me conocían deseaban verme por mi fama. Los trabajos que en esto pasé serían largos de contar, tanto de peligros y hambres, como de tempestades y fríos, que muchos de ellos me tomaron en el campo y solo, donde por gran misericordia de Dios nuestro Señor escapé. Fueron casi seis años el tiempo que yo estuve en esta tierra solo entre ellos y desnudo, como todos andaban. La razón por que tanto me detuve fue por llevar conmigo a un cristiano que estaba en la isla, llamado Lope de Oviedo, cuyo compañero, Jerónimo de Alaniz, que con él había quedado cuando Alonso de Castillo y Andrés Dorantes con todos los otros se fueron, murió luego. Por sacarlo de la isla de Mal Hado,  yo pasaba allí cada año y le rogaba que, a la primera ocasión, nos fuésemos  en busca de cristianos, y cada año me detenía diciendo que al otro siguiente nos iríamos. En fin, al cabo lo saqué, y le pasé a través del ancón (ensenada) y cuatro ríos que hay por la costa, porque éI no sabía nadar, y así, fuimos con algunos indios adelante hasta que llegamos a un ancón que tiene una legua de través y es por todas partes hondo, que nos pareció ser el que llaman del Espíritu Santo".

 

     (Imagen) Si algo estaba demostrando ÁLVAR NÚÑEZ CABEZA DE VACA es su temple y el de los conquistadores en general, capaces de adaptarse a la gloria y a la miseria, aferrados al lema de PLUS ULTRA. Nos sigue contando: "Llegaron unos nativos que vinieron a ver a los indios que iban con nosotros, y nos dijeron que más adelante había tres hombres como nosotros y cómo se llamaban. Al peguntarles por los demás, respondieron que todos habían muerto de frío y de hambre, y que unos indios que iban delante habían matado, para pasatiempo suyo, a Diego Dorantes (quizá hermano de Andrés Dorantes), a Valdivieso y a Diego de Huelva, porque se habían pasado de una casa a otra, y que otros indios, con los cuales estaba el capitán Andrés Dorantes, por algo que habían soñado habían matado a Esquivel y a Méndez. Les preguntamos qué tal estaban los vivos, y nos dijeron que muy maltratados, porque otros indios les daban muchas coces, bofetones y palos. Quisimos saber de las provisiones que había más adelante y respondieron que era tierra con muy poca gente, y que en ella no había qué comer. Nos dijeron también que podríamos ver a aquellos tres cristianos, pues, de ahí a dos días, los indios que los tenían vendrían a coger nueces a una legua de allí. Y, para que creyésemos lo que nos habían dicho del mal tratamiento que habían recibido los otros, le dieron a mi compañero de bofetones y palos, y yo no quedé sin mi parte. Nos tiraron también muchos pellazos de lodo y nos ponían cada día las flechas al corazón, diciendo que nos querían matar como a los otros compañeros nuestros. Y, temiendo esto Lope de Oviedo, mi compañero, dijo que quería volverse con unas mujeres de aquellos indios con los que habíamos pasado el ancón, que quedaron algo atrás. Yo porfié mucho con éI para que no lo hiciese, y de ninguna manera lo pude detener, y se volvió, quedando yo solo con aquellos indios, los cuales se llamaban quevenes, y los otros con quien él se fue, deaguanes". La imagen nos  muestra la bahía de Tampa, adonde llegó la expedición de Pánfilo de Narváez, y enseguida terminó en desastre. Vamos a ver encontrarse a Cabeza de Vaca, Castillo, Dorantes y el negro Estebanico, únicos supervivientes, en la desembocadura del Misisipi. El resto del trazado punteado, hasta Veracruz, corresponde al increíble viaje que hicieron los cuatro, incluyendo el milagro de sobrevivir.




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