(1047) Salieron de una y se metieron en
otra. La necesidad les hizo cometer un error fatal: "Siguiendo nuestra vía
con las barcas, vimos venir una canoa de indios. Como los llamamos, se
acercaron, el gobernador les pidió agua, y ellos la ofrecieron si les daban en qué llevarla. Un cristiano griego, llamado
Doroteo Teodoro (de quien arriba se hizo mención), dijo que quería ir adonde
ellos, y, aunque el gobernador y otros trataron de impedírselo, se empeñó en
hacerlo, y se fue llevando consigo a un negro, mientras los indios dejaron como
rehenes a dos de los suyos. A la noche
volvieron los indios sin traer el agua, ni a los cristianos que habían llevado.
Los que habían dejado por rehenes quisieron echarse al agua, pero los que
estaban en la barca los detuvieron. Los indios de la canoa se fueron huyendo y
nos dejaron muy confusos y tristes por haber perdido a aquellos dos cristianos.
Venida la mañana, vinieron a nosotros muchas canoas de indios, pidiéndonos sus
dos compañeros que en la barca habían quedado por rehenes. El gobernador dijo
que se los daría si trajesen los dos cristianos que habían llevado. Con esta
gente venían unos seis señores, que nos parecieron de más autoridad y concierto
que los que ya habíamos visto. Nos rogaron que nos fuésemos con ellos y que nos
darían a los cristianos, agua y otras muchas cosas, pero estaban llegando muchas
canoas que procuraban cerrarnos la retirada, por lo que nos salimos a la mar,
donde estuvimos hasta mediodía esperando. Y, como no nos daban a los
cristianos, ni nosotros a ellos sus indios, comenzaron a tirarnos piedras con hondas, y varas.
Estando en esta contienda, el viento refrescó, y ellos se volvieron y nos
dejaron. Nosotros navegamos aquel día hasta la hora de vísperas (más o
menos, a la puesta del sol), pues yo esperé las barcas de los otros en una isleta que descubrí en un río muy
grande".
Aunque el cronista ya no habla de los dos
españoles que retuvieron los indios (en realidad, el griego Doroteo Teodoro,
quien, curiosamente, llevaba dos formas del mismo nombre, y el negro, que
sería, probablemente, su esclavo), deja un poso de amargura que nunca más se
supiera de ellos. Queda también la duda de lo que pasará con los dos indios a
los que apresaron los españoles. Enseguida veremos también síntomas de que la
expedición se estaba desmoronando: "El gobernador no quiso venir adonde
estábamos los demás, sino que se metió por una bahía de muchas isletas, y fuimos
a juntarnos con él. Sobre el mar, tomamos agua dulce, porque el rio entraba en él,
pero el norte que venía de la tierra comenzó a crecer tanto, que nos metió mar
adentro, sin que nosotros pudiésemos hacer otra cosa, y al cabo de dos días,
vimos muchas humaredas por la costa; y, trabajando por llegar allá, hallamos ya
que solamente habría tres brazas de profundidad de agua, y, por ser de noche, no osamos tomar
tierra, porque como habíamos visto tantas humaredas, creíamos que nos podía acechar
algún peligro sin que nosotros pudiéramos saber, por la mucha obscuridad, lo
que habíamos de hacer, y por esto determinamos esperar a la mañana".
(Imagen): Todo iba de mal en peor: "Cuando
amaneció, cada una de las barcas perdió el contacto con las otras. Yo (Cabeza
de Vaca), continuando mi viaje, vi a la hora de vísperas dos de las barcas.
La primera era la del gobernador, el cual me preguntó qué me parecía que
debíamos hacer. Yo le dije que debía recobrar la barca que iba delante, para que
siguiéramos nuestro camino adonde Dios nos quisiese llevar. Él me respondió que
aquello no se podía hacer, porque aquella barca se había metido mucho en la mar
y él quería tomar la tierra, y que, si
quería yo seguirle a él, que hiciese que los de mi barca remasen con fuerza,
que era lo que le aconsejaba el capitán Pantoja, porque, si en otros seis días
no tomaban tierra, morirían de hambre. Todos los de mi barca bogamos hasta casi
puesto el sol, pero, como los del gobernador eran gente más fuerte, nos dejaban
atrás, y, por ello, le pedí que me
lanzase un cabo de su barca, y él me respondió que aun solos les costaría mucho
llegar aquella noche a tierra. Yo le dije que, puesto que veía la poca posibilidad
que teníamos de poder seguirle, me
dijese qué era lo que mandaba que yo hiciese. Él me respondió que ya no era
tiempo de mandar unos a otros, y que cada uno hiciese lo que mejor le pareciese
para salvar la vida". Ante tal desplante, Cabeza de Vaca fue a juntarse
con la tercera barca, que se encontraba alejada de la costa y le estaba
esperando: "Llegado a ella, hallé que era la que llevaban los capitanes
Peñalosa y Téllez. Navegamos cuatro días en compañía, comiendo cada día medio
puño de maíz crudo". Pero la tragedia acechaba: "Pasados esos cuatro
días, nos cogió una tormenta en la que se perdió la otra barca, y, por gran
misericordia de Dios, nosotros no nos hundimos del todo. Era tal el sufrimiento
por el frío, el hambre, el esfuerzo y la tormenta, que la gente comenzó a
desmayar de tal manera, que, cuando el sol se puso, todos los que en mi barca
venían estaban caídos en ella unos sobre otros. Al amanecer, me pareció que estábamos
cerca de tierra. Una ola echó la barca fuera del agua, y, con el gran golpe que
dio, casi toda la gente que en ella estaba como muerta, tornó en sí. Fuimos a
unos barrancos, tostamos parte del maíz que traíamos, y hallamos agua de la que
había llovido. El día que aquí llegamos era el sexto del mes de noviembre de
1528". En la imagen vemos que el rey le agradecía a Cabeza de Vaca que le
hubiese informado de la tragedia que sufrieron en la isla Fernandina (Cuba) al
inicio de la expedición (año 1527). Fue como un presagio del desastre final.
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