miércoles, 5 de octubre de 2016

(Día 409) BERNAL les muestra a los críticos la relación de más de 146 batallas en las que participó. Explica en qué casos se permitió la esclavitud de los indios, y que pronto fue totalmente prohibido. Deja claro que le repugnaba que se hiciese, y que arriesgó mucho por impedirlo cuando era regidor en Coatzacoalcos.

(161) -Como para  no presumir, pequeñuelo: ¡más de146 batallas!
     -Bernal nunca va de farol, my dear: “Como he dicho que me hallé en más batallas que Julio César, otra vez lo torno a afirmar, y para que más claramente se vea, las quiero poner aquí por memoria, no sea que digan que hablo secamente de mi persona y algunos maliciosos pongan objeto de oscuridad en ello”. No hacía falta que mostrara el recuento (y nosotros no lo vamos a copiar), porque el que ha leído el libro ha sido testigo de todas ellas, pero quiere mencionarlas una por una, dejando al margen muchas de las peligrosas escaramuzas que eran casi su trabajo diario. Hasta se molesta en detallar cuántos soldados murieron en cada enfrentamiento, incluso en los que él no participó, como un homenaje a todos sus compañeros. Explica por qué sus datos son fiables: “También dirán los curiosos lectores que cómo pude saber yo los que murieron en cada batalla. Pues es muy claro darlo a entender. Cuando íbamos con el valeroso Cortés, íbamos todos juntos, y en las batallas sabíamos los que quedaban muertos y los que volvían heridos, y asimismo de otros que enviaron a otras provincias, por lo que no es mucho que yo tenga memoria de todo lo que dicho tengo y lo escriba tan claramente”. Hay otro tema, reve.
     -Lo saca a relucir, alegre jubileta, porque es algo que afecta a la conciencia. Nada menos que el espinoso asunto de los esclavos indios. Se cura en salud desde el principio: “A esto digo que Su Majestad lo mandó (lo permitió) dos veces”. En ambos casos, a petición de los españoles, que consideraban justo ‘herrar’ a los que tantos problemas y muertos les habían causado en el proceso de la toma de México: “Se enviaron dos personas de calidad adonde los frailes jerónimos, que estaban como gobernadores en Santo Domingo, para que diesen licencia de forma que pudiésemos hacer esclavos a los indios mexicanos que se habían alzado y matado a españoles, si después de requerirles tres veces que viniesen de paz, no lo hicieren. Y los jerónimos dieron esta licencia, y de la manera que se  nos mandaba en su provisión, así se herraron en la Nueva España, dándolo por bien hecho Su Majestad”. Hubo otra práctica que también tuvo el visto bueno del rey: servirse del mercado de esclavos ancestral en México. Lo que, ciertamente, era una pura hipocresía crematística, porque tendrían que haberlo eliminado, como se hizo con los sacrificios humanos y el canibalismo. Los abusos esclavizando indios fueron especialmente intensos cuando Cortés estuvo ausente de México: “Durante los dos años y tres meses que estuvimos con Cortés por Honduras, hubo en la Nueva España tantas sinjusticias, revueltas y escándalos entre los que dejó por sus tenientes de gobernador, que  no tenían cuidado de si se herraban a los indios con justo título o con malo. Y los caciques, para dar tributo a sus encomenderos, hicieron maldades tomando indios de sus pueblos y dándolos como esclavos”. Dice Bernal que donde se suprimió este abuso por primera vez fue en su villa de Coatzacoalcos, “y como regidor más antiguo, me entregaron el hierro para que lo tuviese con el beneficiado Benito López”. Viendo que los abusos continuaban, “muy secretamente quebramos el hierro, y se lo hicimos saber al presidente de la audiencia de México, don Sebastián Ramírez, hombre recto y de buena vida, y nos escribió que lo habíamos hecho como buenos servidores de Su Majestad. Y luego mandó que no se herrasen más esclavos en toda la Nueva España; y fue santo y bueno esto que mandó. Algunos se quejaron de nosotros diciendo que con esto no habíamos ayudado  a la villa, pero nos reíamos pasando de ello, y nos preciamos de haber hecho tan buena obra. Entonces la Real Audiencia nos mandó una provisión a mí y al beneficiado para ser visitadores generales de Coatzacoalcos y Tabasco, con instrucciones de cómo podíamos condenar en las sentencias, y dieron por bueno todo lo que hicimos”. Como vemos, el entrañable Bernal, aunque firme partidario de las encomiendas perpetuas, fue uno de los primeros que dieron los pasos para que se suprimiera definitivamente la esclavitud de los indios.

     Foto: En la imagen se ven los dos últimos lugares de residencia de Bernal. Lo que acaba de contar sucedió en Coatzacoalcos, México. Luego hizo el trayecto marcado en el mapa, y se instaló en Santiago de Guatemala, la así llamada entonces capital del país, donde también fue regidor hasta 1585, año en que falleció.


     Dicho lo cual, os anuncio, hijos míos, que, cumplido el deber, y con harto dolor de corazón, MAÑANA DAREMOS FIN AL RESUMEN DE LA ABSOLUTAMENTE MARAVILLOSA CRÓNICA DE BERNAL DÍAZ DEL CASTILLO. Partiré luego de inmediato hacia Quántix, el Reino de la Risa, llevando conmigo a mi discípulo amado, y fidelísimo secretario, durante una temporada, o para siempre, si se niega a volver.

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