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–Con qué rapidez, nocturno soñador, fue cambiando México.
-Además, ungido abad, Bernal habla con
admiración (cuando ya estaba terminando su glorioso libro) de las habilidades
del pueblo azteca: “Los indios han aprendido muy bien todos los oficios que hay
en Castilla, tienen sus tiendas y ganan de comer con ello; los plateros son muy
extremados oficiales. Hay muchos talladores y pintores que hacen muy buenos
trabajos con figuras de la santa pasión de Nuestro Señor; los de tres indios
maestros de ese oficio, que se llaman Andrés de Aquino, Juan de la Cruz y el
Crespillo, hasta son mejores que las obras de los más nombrados de nuestros
tiempos. Muchos hijos de principales saben leer, escribir y componer libros de
canto llano (gregoriano). Hay
oficiales de tejer según se hace en
Cuenca y Segovia. Otros son sombrereros y jaboneros. Solo hay dos oficios que
no han podido aprender, hacer vidrio y ser boticarios; mas yo los tengo por tan
ingeniosos que pienso que lo harán muy bien, porque algunos dellos son
cirujanos y herbolarios. Son labradores desde antes que viniésemos a la Nueva
España, y agora crían ganado de todas suertes, y han plantado sus tierras de
todos los árboles y frutas que hemos traído de España, y venden el fruto. Cada
año eligen sus alcaldes, regidores, escribanos, alguaciles y fiscales, y tienen
sus casas de cabildo donde se juntan dos días por semana; sentencian y mandan
pagar las deudas, y, por algunos delitos, azotan y castigan, y si es por muerte
o cosas atroces, remítenlo a los gobernadores; y hacen justicia con tanto
primor como nosotros, y desean saber mucho de las leyes del reino. La mayoría
de los caciques tienen caballos y son ricos, y les acompañan sus indios e
pajes. Algunos tienen hatos de yeguas y mulas, siendo muchos arrieros como se
usa en Castilla. Por no gastar más
palabras, diré que todos los oficios hacen muy perfectamente”. Prosiga el abad.
-Es de suponer, exquisito juglar, que Bernal
no miente, pero oculta lo negativo de la vida de los indios. Continúa hablando
de los grandes beneficios que los soldados consiguieron para España, y para sí
mismos, con “sus ilustres e santas hazañas y conquistas. El oro, plata y otras
riquezas que han ido de acá a Castilla para nuestro rey supera todo lo que se
ha oído en las escrituras antiguas. Y antepongo la Nueva España a Perú porque, en las cosas allá
acaecidas, siempre los capitanes y gobernadores han tenido guerras civiles, sin
el acato obligado a nuestro rey, y en gran disminución de los naturales”. Y
luego hace una comparación justa. Aunque sea juez y parte, se entiende que
disfrute contrastando lo que pasó en México con
los dramas de Perú. “En esta Nueva España tendremos para siempre jamás el
pecho por tierra y pondremos nuestras vidas y haciendas al servicio de Su
Majestad (oportuna manifestación ante la
fracasada rebeldía del hijo de Cortés, Martín). Miren los curiosos lectores
cuántas ciudades y villas están pobladas aquí por españoles, y los diez obispos
que hay, más el arzobispado de México, y tres Audiencias Reales. E miren
las catedrales y los monasterios de fanciscos, dominicos, mercedarios y
agustinos, y los hospitales. Y la Santa iglesia de Nuestra Señora de Guadalupe,
que está en Tepeyac, donde solía estar asentado el real de Gonzalo de Sandoval (y su amigo Bernal junto a él) cuando
ganamos México, y miren los milagros que hace cada día, y démosles muchas
gracias a Dios y a su bendita madre Nuestra Señora, que nos dieron gracia e ayuda
para que ganásemos estas tierras donde hay tanta cristiandad. Y tengan en
cuenta que hay Colegio Universal (universidad)
donde se estudia gramática, teología, retórica, filosofía y otras artes. Y hay
moldes y maestros de imprimir libros en latín y en romance, e se gradúan
licenciados e doctores”. Dejando de lado un juicio moral sobre las causas y los
medios utilizados, el balance histórico es transparente: los indios pagaron un
altísimo precio, pero la riqueza cultural que recibieron fue enorme.
Foto: La lámina es muy sugerente. Estamos
viendo el santuario de Nuestra Señora de Guadalupe, situado en el antiguo
poblado azteca de Tepeyac. Se entiende bien por qué Cortés le dio a Sandoval la
orden de instalar ahí su campamento para asediar Tenochtitlán durante su
conquista definitiva. Cuando se pintó el grabado, todavía se podía entrar desde
ese lugar directamente a las aguas de la laguna.
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