lunes, 3 de octubre de 2016

(Día 407) BERNAL y otros tres GIGANTES DE INDIAS se encuentran con FELIPE II. El bueno de BERNAL les deja leer el borrador de su crónica a dos sabihondos licenciados.

(159) –La vida pasa veloz, asustado filósofo, y llega el año 1550.
     -Bernal era ya cincuentón, ilustrísimo menés, y, probablemente, sería una especie de leyenda entre los españoles de la conquista, por lo que les representó en la Corte durante una reunión que trataba de las encomiendas de indios. Defendiendo sus propios intereses (y los de sus compañeros), él consideraba de justicia que las concesiones fueran perpetuas y heredables. De hecho, acabaría por suprimirse ese privilegio, pero veamos lo que vivió Bernal durante esos días, que fue un espectáculo memorable por la extraña coincidencia astral ante Felipe II (sustituía a su padre) de 4 insignes e irrepetibles personajes de Indias. En algún momento, tú los conociste a todos.
     -Y bien dices, fiel escudero. Lamentablemente, a Bernal lo vi pasar por la Casa de la Contratación sin darme cuenta de su genialidad. Los otros tres ya brillaban con esplendor cuando yo también lo hacía (la modestia sobra). O sea, el grandísimo Bernal con un trío insuperable: el obispo Pedro de la Gasca, tan hábil y corajudo que acababa de pacificar Perú ejecutando a Gonzalo Pizarro; Bartolomé de las Casas, el superfraile y obispo dominico del que sobra ya cualquier comentario; y (contén las lágrimas, lloroncico) el obispo de Michoacán Vasco de Quiroga, que convirtió aquel territorio en una digna réplica de la Utopía de Tomás Moro. Se reunieron, pues, los cuatro magníficos con los prohombres del Consejo de Indias, presididos por el marqués de Mondéjar: “Y la mayoría de los procuradores y otros caballeros dimos nuestro voto de que se hiciesen perpetuos los repartimientos. Pero hubo votos contrarios, y fueron los del obispo de Chiapas (Bartolomé de las Casas),  el licenciado y obispo Gasca, el marqués de Mondéjar y dos oidores, diciendo que había muchas personas en Perú que tenían tanta renta de indios que merecían ser castigados, y no dárselos ahora perpetuos, y que, además, habría soldados que, como viesen que no había indios para ellos, se volverían a amotinar. Entonces don Vasco de Quiroga, que era de nuestra parte (el que hombre tan humano y heroico defensor de los indios pensara así, es síntoma de que el problema resultaba muy complejo), le dijo al obispo de la Gasca por qué no castigó (en Perú) a los (españoles) bandoleros y traidores. Y respondió el de la Gasca riendo: ‘¿Creerán, señores, que  no hice poco en salir a salvo de entre ellos después de descuartizar a algunos?”. Era un caso de realpolitik. La verdad es que se trataba de un asunto demasiado comprometido, y los del Consejo de Indias no se atrevieron a decidir, esquivándolo con buenas promesas: “Y dijeron que, en viniendo Su Majestad (Carlos V) de Augusta (Augsburgo), se proveería de manera que todos los conquistadores quedarían muy contentos, y así se quedó por hacer”. Vuelto Bernal a Guatemala, los españoles intentaron un nuevo envío de procuradores a la Corte para negociar sus intereses, “y según pareció, no se concertó la ida por falta de pesos de oro. Luego tornaron los de México a enviar procuradores a Castilla, pero nunca se negoció cosa que buena sea, y desta manera andamos de mula coja y de mal en peor, y de un virrey a otro, y de gobernador en gobernador”. En lo que Bernal tenía ya puesta la mayor ilusión era en publicar su ‘maravilla’, aunque los dioses no le permitieron al orgulloso padre llegar a ver tan lindo retoño. Pero sí tuvo que lidiar con algunas  críticas. Bernal va a reaccionar con sencillez, pero sin perder un ápice de seguridad en la importancia de su obra, ni retroceder un paso en cuanto a la verdad de lo que cuenta: “Cuando acabé de sacar en limpio esta mi relación, me rogaron dos licenciados que se la prestase para saber las cosas de la conquista de México y en qué diferían con lo que tienen escrito los cronistas Gómara e Illescas. Y yo les presté un borrador. Parecióme que de varones sabios siempre se pega algo de su ciencia a los idiotas (ignorantes) sin letras como yo; y les dije que no enmendasen cosa ninguna, porque todo lo que yo escribo es verdadero”. Una parte de las opiniones de los ‘no idiotas’ le va a encender a Bernal.

     Foto: Esto va por ti, romántico mancebo. Al sin par Vasco de Quiroga le han colocado ese busto en su pueblo natal, Madrigal de las Altas Torres. Si alguien torpedea su proceso de canonización en marcha, se las verá conmigo, porque no solo fue un culto y sensible humanista, sino también un santo. Le bautizaron en la iglesia de San Nicolás –no es la de la foto-, en la misma pila bautismal que a Isabel la Católica y a varios de tus antepasados; casi puedes presumir de ser del linaje de los Trastámara.


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