(703) Después de enviar copias de los
documentos, Pedro de la Gasca dio otro paso destinado a formalizar la adhesión
de los que estaban decididos a ponerse bajo su mando: "Redactó el auto del
perdón general, para que todos los que lo oyesen se pusiesen al servicio de Su
Majestad, y se preparó un cadalso desde el que se pregonó en voz alta todo su
contenido, el cual fue oído con grandes aplausos de todos los capitanes que
habían servido a Gonzalo Pizarro y de todos los demás que estaban presentes.
Luego salió Pedro de la Gasca con los capitanes, acompañados de muchos soldados
con banderas tendidas, las cuales le entregaron, y, tras haberlas tenido un
poco en su poder, se las devolvió, e hizo nombramiento de capitanes, y dio a
Pedro de Hinojosa el de capitán general de Su Majestad. Ellos les entregaron
las banderas, para su fiel guarda, a sus alféreces, con la solemnidad del
juramento que se suele hacer".
Era evidente que Pedro de la Gasca le iba
ganado hábilmente terreno a Gonzalo Pizarro, para quien fue una catástrofe que
Pedro de Hinojosa le hubiese entregado toda su armada. Lo consiguió con las suaves
maneras de la diplomacia, pero también sabía mostrar sus garras: "Después
mandó pregonar guerra abierta, a fuego y sangre, contra todos aquellos que
seguían a Gonzalo Pizarro en su rebeldía. A los pocos días, envió a los
capitanes Pablo de Meneses y Juan Alonso Palomino a las islas de las Perlas en
dos navíos para que evitaran que se fuesen por allí algunos barcos a dar
noticia a Gonzalo Pizarro de todo lo que pasaba en Panamá y de lo que contra él
se ordenaba". Como estaba bien informado por Lorenzo de Aldana, también
les ordenaba que detuviesen las naves "en las que iban a llegar los
clérigos y Gómez de Solís, y que les tomasen todos los escritos de Gonzalo
Pizarro que llevaban para el Papa y para su Majestad, y que, sin hacerles
ningún daño, trajeran pacíficamente a los portadores ante él".
Santa Clara explica lúcidamente que, de no
haber logrado Pedro de la Gasca hacerse con la armada de Gonzalo Pizarro, lo
más probable era que fracasara en su misión: "En verdad digo que, si La
Gasca no se hubiera apoderado, con su habilidad y diligencia, de estos diez
navíos, le sería muy dificultoso lograr su propósito, porque, si intentara
llegar por mar al Perú, no tendría
navíos para ello, y, aunque tuviera alguno, serían destruidos por los
pizarristas, porque contaban en la flota con muchos soldados diestros y
animosos, y llevaban mucha artillería. Y, si quisiese ir por tierra con los
pocos hombres que tenía, lo haría con gran peligro de su persona, porque habría
de pasar grandes trabajos de hambre y de frío, y la mayoría de sus hombres
quedarían muertos en la tierra de los manglares, o siendo maltratados o comidos
por las muchas fieras malas y ponzoñosas que hay por allí. Mas como, con el
favor divino, halló tan buena coyuntura en Panamá, no tuvo necesidad de seguir
este camino tan trabajoso".
Es cierto que, a más de mil kilómetros,
había tropas con importantes capitanes que luchaban contra los hombres de
Gonzalo Pizarro, pero en precarias condiciones, y, además, era de vital
importancia que Pedro de la Gasca se presentara en Perú con refuerzos y
organizara la lucha agrupando a todos los soldados leales a la Corona.
(Imagen) JERÓNIMO DE ALDERETE nació en
Olmedo (Valladolid) hacia el año 1516. Llama la atención su precocidad. Con
solo 19 años, ya estaba bajo el mando del gran capitán Diego de Rojas (muerto
años después de un flechazo envenenado). Pero pronto se unió a la expedición
chilena de Pedro de Valdivia (coincidiendo con el Juan Fernández de Alderete de
la imagen anterior). Valdivia y Jerónimo hicieron entonces su sociedad
económica con Francisco Martínez de Vegaso. Alderete dio muestras de sensatez
allá por donde pasó. En cuanto se fundó Santiago de Chile, fue nombrado repetidas
veces regidor (concejal) de la ciudad. En 1544 formó parte de una expedición
marítima, por encargo de Valdivia y dirigida hacia el Estrecho de Magallanes.
Descubrieron nuevos parajes, y llegaron hasta cerca de lo que hoy es la ciudad
de Osorno (Chile), tomando Alderete oficialmente ante el escribano posesión de
aquellas tierras. Luchó contra los temibles araucanos, quienes, en 1553,
mataron salvajemente a Valdivia. Poco antes, Jerónimo había sido enviado por
Valdivia a España, llevando, por primera vez, una importante cantidad de oro
para el Rey. La estancia en la Corte puso de manifiesto su gran carisma
personal. Fue muy admirado y recompensado, hasta el punto de que lo
incorporaron al grupo de notables que se presentaron en Inglaterra para asistir
a la boda de Felipe II con la reina María Tudor. Antes de volver de España, lo
nombraron Caballero de Santiago, y también Gobernador y Adelantado de Chile,
pues ya se conocía la muerte de Valdivia, quien, por otra parte, queriéndolo como
a un hijo, ya lo había nombrado para tal cargo en su testamento. De éxito en
éxito. Pero, desgraciadamente, JERÓNIMO DE ALDERETE enfermó en su viaje de regreso,
y murió el año 1556 en la panameña isla de Taboga. Fue enterrado en la iglesia de
La Merced (Ciudad de Panamá). De no haber ocurrido, se habría encontrado un
serio problema en Chile, pues se disputaban su puesto Francisco de Aguirre y
Francisco de Villagra, conflicto que fue solucionado por el virrey de Perú
nombrando para tal cargo a su hijo, García Hurtado de Mendoza.
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