viernes, 1 de mayo de 2020

(Día 1097) Hernán Mejía fue el primero que se unió a Pedro de la Gasca. Verdugo volvió a las andadas en Nombre de Dios, pero, nuevamente, La Gasca supo manejarlo. Mejía empezó a reclutar gente para La Gasca.


     (687) Inca Garcilaso, a su manera, coincide en todo lo que cuenta Santa Clara. Después de decirnos que Hernán Mejía le confesó a Pedro de la Gasca que estaba decidido a abandonar a Gonzalo Pizarro para ponerse al servicio del Rey, comenta que la sintonía entre los dos fue perfecta: "Mejía le dio cuenta de la situación de aquellas tierras, de la armada que había en Panamá, de los capitanes y soldados que en ella estaban, y de que Pedro de Hinojosa era el general de todos ellos. El presidente La Gasca le dio las gracias, y así quedó consolidada la paz y la amistad entre ellos. Se hablaban cada noche, con mucho secreto, dándole aviso Hernán Mejía de todo lo que le escribían desde Panamá. El Presidente, de día en día, se iba ganando la amistad, tanto de los soldados como de los vecinos. Algunos iban a comer y a conversar con él, quien se mostraba tan llano y afable, que se hacía querer de todos". La Gasca, como hábil diplomático, prometía demasiado: "En su conversación solo hablaba de que iba a reducirlos al servicio de Su Majestad con paz, amor y beneficios que el Rey les haría, y con un perdón general de todo lo pasado, de manera que, si no quisiesen reducirse a buenas, él se volvería a España y los dejaría en paz, pues su profesión de sacerdote no le permitía odiar a nadie, ni él lo quería".
     Melchor Verdugo, que había zarpado de Santa Marta tras recibir la carta que le envió Pedro de la Gasca, dejando tranquilos a los vecinos, llegó de repente a la costa de Nombre de Dios. Y se repitió la historia: nueva carta de La Gasca, y retirada del fiel vasallo de Su Majestad, pero hombre cruel y temible allá por donde pasaba. Lo que le da pie a Inca Garcilaso para hablar de un encuentro que tuvo con él en España (diecisiete años después de estos acontecimientos): "Melchor Verdugo se vino entonces a España porque le pareció que no estaba seguro en aquellas tierras, y Su Majestad le hizo merced del Hábito de Santiago. Yo le vi en la antecámara del muy Católico Rey Don Felipe Segundo, el año mil quinientos sesenta y tres, bien fatigado de que sus enemigos resucitaran los agravios que hizo en el Perú, Nicaragua y Nombre de Dios, de los cuales le acusaban, por lo que temió que le quitaran el Hábito de Santiago. Tal era el sentimiento que mostraba, que daba lástima verle el rostro, pero el Rey le hizo merced de absolverle de todo, y, así, se volvió en paz al Perú". Como ya vimos, Inca Garcilaso había llegado a España tres años antes (en 1560), pero lo que no dice es que Verdugo murió en Perú en 1567, solo cuatro años después de este mal trago del traqueteado y traqueteador capitán.
     Habiendo decidido ya Hernán Mexía ponerse al servicio de Pedro de la Gasca, empezó de inmediato a reforzarse reclutando nuevos soldados, y tuvo la precaución de evitar a los de la ciudad, escogiendo solo a los que habían llegado con Pedro de la Gasca. Al saberlo el Adelantado Pascual de Andagoya (del que hemos hablado varias veces), se alarmó, pensando que, siendo Mejía un capitán de Pizarro, le estuviera arrebatando gente a La Gasca, a quien se lo contó alarmado y criticando a los pizarristas. Santa Clara comenta: "Se lo dijo en secreto, porque, de lo contrario, si lo hubiesen oído en público, sin duda le habría costado la vida por más Adelantado que fuese, pues en aquel tiempo nadie se atrevía a decir las cosas claramente". Pedro de la Gasca lo calmó ocultando la verdad y argumentando que Mejía se preparaba por si llegaba de nuevo Melchor Verdugo.

     (Imagen) Nos vamos acercando a un obstáculo, en principio insalvable, que el gran Pedro de la Gasca necesitaba superar. Iba a partir hacia la ciudad de Panamá (por tierra), después de haber pasado por Santa Marta y llegado a Nombre de Dios. Afortunadamente el 'contrahecho', de maneras suaves pero carácter de acero, tenía una confianza absoluta en sí mismo. Oigamos a Inca Garcilaso, quien, de pasada, nos va a descubrir que el gran capitán Alonso de Alvarado (viejo conocido nuestro) había tenido problemas en la Corte: "Pedro de la Gasca se preparó para ir a Panamá, donde, con buena maña, pensaba reducir al servicio de su Majestad a Pedro de Hinojosa (hombre fundamental para Gonzalo Pizarro). Partió lo antes que pudo, llevando consigo al mariscal Alonso de Alvarado, a quien La Gasca había sacado de la cárcel en la que le tenían preso en España los del Consejo de Indias. A este caballero lo detuvieron por las cosas que habían pasado en Perú entre los bandos de los Pizarro y los Almagro". El inteligente y hábil La Gasca, sabiendo la talla como capitán de Alvarado, quien, además, siempre actuó con nobleza, quiso contar con su inapreciable ayuda en Perú, y consiguió, no solo que lo dejaran libre, sino, además, que el Rey lo nombrara Mariscal de las tropas para el más que probable enfrentamiento con Gonzalo Pizarro. Incluso tuvo la seguridad de que le iba a ser leal, a pesar de que, hasta que Gonzalo se rebeló, Alvarado siempre había luchado junto a los pizarristas. Pedro de la Gasca iba directo a vérselas con su mayor amenaza: "En Panamá, Pedro de Hinojosa lo sintió mucho cuando supo que Hernán Mejía había recibido a La Gasca más con demostración de amistad y obediencia que de oposición, y por haberlo hecho sin su consentimiento, por lo que le escribió ásperamente sobre ello". Al recibir la carta, Mejía decidió ir a Panamá y tratar con Hinojosa el asunto. Con habilidad, supo quitarle importancia al tema, de manera que Hinojosa se tranquilizó. Le tocará a Pedro de la Gasca seguir el arriesgado baile con Hinojosa.





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