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Vimos hace poco que en Panamá llevaba unos meses (desde abril) como
gobernador el doctor Pedro de Ribera, y que, organizando a los vecinos, había
logrado expulsar de la costa panameña a Melchor Verdugo, pero con la
imprescindible ayuda de Pedro de Hinojosa, quien, aunque después, en setiembre,
tomó el mando militar de la ciudad, le dejó a Ribera seguir gobernando a la
población civil. Este personaje, confirmando la sensatez que, como dije, mostró
siempre en su comportamiento, esperó el momento oportuno para hablar en privado
con Pedro de la Gasca el día siguiente al del vistoso recibimiento que se le
había hecho. Nos dice Santa Clara: "Fue entonces el doctor Ribera a
visitarlo, pues, como era gobernador de aquella tierra, no se atrevió a ir a
recibirlo con los vecinos, por miedo a los capitanes de Gonzalo Pizarro. Lo
hizo secretamente y de noche, como amigo suyo y gran servidor de su Majestad.
El presidente La Gasca lo recibió muy bien, y después de hablar cosas
particulares, como ya lo habían hecho en Nombre de Dios, le dijo claramente con
qué intención venía, y le mostró los poderes que traía, con todo lo cual el
gobernador se alegró mucho". Esto confirmó, sin duda, las esperanzas que
tenía puestas en su llegada, como le había respondido (en una carta a la que
aludí anteriormente) al tramposo oidor Cepeda, cuando intentó convencerlo de
que la rebelión de Gonzalo Pizarro era justa.
Dicen en México que en esta vida hay que
navegar 'con bandera de pendejo'. La pobre apariencia de Pedro de la Gasca hizo
caer en la trampa a bastantes que se pasaron de listos: "Había muchos
corrillos de capitanes, en los que no se hacía ningún caso de lo que La Gasca
podía traer, y se confiaba en el gran poder de Gonzalo Pizarro, por tierra y
por mar. Algunos dijeron que Su Majestad no iba a mandar un clérigo como este,
que en su aspecto y gálibo más parecía gallina fiambre que hombre de negocios o
de guerra, y que, como Su Majestad no enviaba a un Grande de su Real Corte, se
trataba de un asunto sin importancia".
Por su parte, el prudentísimo Pedro de la
Gasca, seguía impertérrito su estrategia. A los que veía inclinados hacia el
bando real, les daba esperanzas diciéndoles que todo iría "de bien en
mejor". Pero sabía quién le hacía preguntas con mala intención, y, para
ellos, tenía otra respuesta: "Les decía que había venido para presidir la
Real audiencia de Lima, y que, si Gonzalo Pizarro no lo aceptase, se volvería a
España, pues su intención era solo la de poner en paz toda la tierra, pues no
traía armas ni gente de guerra, sino solamente sus pobres hábitos y un
breviario en las manos".
Pero La Gasca sabía mejor que nadie las
enormes dificultades a las que tendría que enfrentarse: "Negociaba cuanto
podía, porque recelaba mucho del poderío que Gonzalo Pizarro tenía por mar y
por tierra. Consideraba que solo se podría deshacer con otras fuerzas mayores y
más pujantes, o, si no, con algunas sutilezas y mañas, atrayendo primero con
palabras dulces y grandes promesas a los capitanes y soldados, y, después, a su
general". Con esa mañas y zalamerías, va a conseguir mucho, pero, llegado
el momento en el que no le quede más salida que la guerra, no le temblará el
pulso y se lanzará al ataque.
(Imagen) Le llené de elogios en una imagen
a FRAY GASPAR DE CARVAJAL, y se lo merecía. Pero acabo de descubrir un secreto.
Siendo niños, es muy probable que coincidieran en Trujillo, su localidad natal,
Gonzalo Pizarro, fray Gaspar y Francisco de Orellana. Tres décadas después,
estuvieron juntos en la terrible aventura del Amazonas. Orellana, llevando de
capellán a fray Gaspar, abandonó de forma dudosa a Gonzalo, y, a pesar de que
tuvieron el gran éxito de recorrer todo el inmenso río, el religioso consideró
que había sido una traición. Por su parte, con razón o sin ella, Gonzalo nunca aceptó
las explicaciones de Orellana. Después fray Gaspar apoyó absurdamente la
rebelión de Gonzalo Pizarro, quizá movido por su afecto, y es probable que el
hecho de ser un fraile, y además muy valioso, le sirviera para que Pedro de la
Gasca se lo perdonase todo, a pesar de tener una carta en su poder (escrita en
mayo de 1547) que demostraba claramente su adhesión al rebelde amigo. Entre
otras cosas, le decía en ella a Gonzalo: "Voy con toda la prisa que puedo
a verme con vuestra señoría. Llevo como compañero a fray Alonso Trueno, de
nuestra tierra (Trujillo), quien, aunque no le es lícito tomar armas,
rogará a Dios por vuestras cosas, como yo. Quiera Dios darle a vuestra señoría
la paz que desea, y que vuestra señoría enderece la guerra para la paz, y será
lícita y conforme a nuestra fe católica (algo imposible). El capellán de
vuestra señoría, fray Gaspar de Carvajal, al muy ilustre señor Gonzalo Pizarro,
Gobernador de estos reinos del Perú, mi señor". Seguro que fray Gaspar
deseaba que acabase la guerra, pero Gonzalo Pizarro jamás se rendiría, y lo
está tratando de forma claramente ilegal como 'Gobernador'. Dos años después, terminada
la guerra y muerto Gonzalo Pizarro, Pedro de la Gasca comunicó por escrito lo
siguiente: "He enviado con el cargo de Protector de los Indios, y para que
hiciese la pacificación de Tucumán, a fray Gaspar de Carvajal, fraile dominico,
dotado de letras, conciencia y experiencia en las cosas de indios. Me pareció
conveniente para que con mayor seguridad se hiciese las dichas pacificación y
población".
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