sábado, 16 de mayo de 2020

(Día 1110) Pedro de la Gasca le escribió también, alternando la dureza con la diplomacia, al licenciado Cepeda, irrecuperable defensor de la rebeldía de Gonzalo Pizarro.


     (700) Ya sabemos que el licenciado Diego Vázquez de Cepeda, a pesar de haber sido presidente de la Audiencia de Lima (luego suspendida), estuvo fuertemente implicado en las pretensiones de Gonzalo Pizarro, lo que supondría una grave preocupación para Pedro de la Gasca, por lo que también le envió una carta de advertencia (la resumo): "Muy magnífico señor. Puesto que tengo por cierto que vuestra merced verá la carta que he enviado al señor Gonzalo Pizarro, le hago saber que todo lo que en ella va escrito se le puede decir a vuestra merced, pues no está menos obligado a hacer lo que debe como cristiano, hidalgo y hombre prudente. Además de las circunstancias que en ella expongo, concurren en vuestra merced ser hombre de letras, de mucha prudencia, y oficial de Su Majestad, por lo que está más obligado a hacer lo que a Dios, como cristiano, y a Su Majestad, como vasallo, les debe. Por ello, le suplico su ayuda para que este camino de clemencia que Dios Nuestro Señor y Su Majestad han querido usar, se siga de manera que se ponga en paz esta tierra, pues de lo contrario, se producirían muchos males si se hubiera de obtener por la vía del rigor".
    Una de cal y otra de arena. El diplomático La Gasca sigue con algunos toques amistosos: "Le suplico a vuestra merced que entienda que le habla una persona que mucho le ama y desea servirle, pues, aunque ya tenía esa obligación, de poco acá me tengo por más prendado, porque, según lo que me han escrito, tengo como hermana (cuñada) una pariente suya muy cercana, con la cual se ha casado mi hermano, el licenciado Diego Gasca. Así que se podrá bien creer que, como su servidor, he de desearle bien y prosperidad".
     La Gasca no tenía un pelo de tonto. Sin duda sabía que Cepeda era un caso perdido, aunque no le ejecutó tras derrotarlo junto a Gonzalo Pizarro en la batalla de Jaquijaguana. La carta que le envió fue un desesperado intento de volverlo al redil.  Recordemos que el licenciado Cepeda murió, al parecer envenenado, unos nueve años después (la carta es de diciembre de 1546) estando preso en la cárcel de Valladolid acusado de algunos delitos.
     En el último párrafo, La Gasca, dejando claro, aunque indirectamente, que él era ya el presidente de la Audiencia de Lima, le hace una petición a Cepeda: "De los dos oidores que venían para residir con vuestra merced y con el señor licenciado Zárate, ha fallecido uno. Debe comunicar vuestra merced con el licenciado Zárate para que se provea un sustituto". Ya vimos que, un año después, murió de manera sospechosa el honrado y leal oidor Pedro Ortiz de Zárate, y que Pedro de la Gasca pedía a los del Consejo de Indias que se nombrara a alguien capacitado, indicándoles, además (entonces ya no tenía dudas), que tampoco se podía contar con Cepeda, porque su alianza con Gonzalo Pizarro parecía definitiva.
     La verdad es que llama la atención el contraste entre el injusto destino del oidor Pedro Ortiz de Zárate, a quien su posible envenenador, Francisco de Carvajal, le tenía un odio furibundo (basta recordar el irónico desprecio con que le hablaba de él en una carta a Gonzalo Pizarro), y el hecho de que al licenciado Cepeda, lleno de culpas y de traiciones, no le mandara cortar la cabeza Pedro de la Gasca al finalizar la batalla de Jaquijaguana, teniendo en cuenta, además, que Cepeda participó en ella militarmente. Por otra parte, si, como dicen, murió envenenado en la cárcel, no cabe duda de que tenía muchos y poderosos enemigos.

     (Imagen) GARCÍA DE SALCEDO ejercía de veedor. Fue otro de los que firmaron la dura carta enviada a Pedro de la Gasca. Ocurría que muchos funcionarios del Rey (Riquelme, por ejemplo), vigilaban a todos para que no se produjeran delitos económicos; pero ellos estaban mal controlados: se les hacían las inspecciones tarde o nunca, y se convertían en rapaces buscadores de riquezas. Así ocurrió con Salcedo, quien era, además, emprendedor, y tuvo una 'socia' extraordinariamente avispada para los negocios. Era una esclava musulmana que cuando llegó a Perú, hacia el año 1532, fue amante del conquistador Lucas Martínez de Vegaso, pero después, tras conseguir la libertad, se casó con García de Salcedo. Aparece desde entonces como Beatriz (Manjarres) de Salcedo. Fue tan bien aceptada en sociedad, que figuró como madrina en el bautizo de Francisca Pizarro (año 1535), la hija del gran conquistador. En un curioso documento, se ve que llegaron a un acuerdo Francisca y Salcedo para renunciar a las reclamaciones mutuas que se habían hecho por cuestiones de dinero. Estaban presentes Francisco de Ampuero (padrastro de Francisca) y Antonio de Ribera (su tutor). Lo firmaron en Lima el año 1549, lo cual nos aclara dos cosas: 1.- Francisca había vuelto de España porque Pedro de la Gasca, ejecutando a su tío Gonzalo, ya había pacificado Perú; 2.- A pesar de que García de Salcedo era uno de los muchos que traicionaron al Rey, no había sido castigado por Pedro de la Gasca. La mayor finca de García de Salcedo estaba en Nazca, cuyos asombrosos trazados de líneas fueron ya vistos y mencionados en 1547 por Cieza de león ("vi señales en algunas partes del desierto que circunda Nazca”). Lo que Salcedo y su mujer cultivaban allí aún se conoce, por su calidad, como "trigo de Beatriz de Salcedo". La peruana Nazca (actualmente con 20.000 habitantes) la fundó, al mismo tiempo que la boliviana La Paz, en 1548, el gran capitán Alonso de Mendoza (muerto dos años después). El veedor GARCÍA DE SALCEDO falleció el año 1556.




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