(701) Volvamos a Inca Garcilaso para ver
qué nos cuenta: "Después de que Gonzalo Pizarro, el licenciado Cepeda y
Francisco de Carvajal leyeron las cartas, expusieron entre sí sus opiniones. Asombrosamente,
el retorcido Carvajal se entusiasmó con las ofertas de Pedro de la Gasca, dando
por seguro, además, que, tras lo que les había prometido, después confirmaría a
Gonzalo Pizarro en su puesto de gobernador, por lo que "había que enviarle
nuevos embajadores con la respuesta, y traerlo a hombros a la ciudad de Lima,
enladrillándose los caminos por donde viniese con barras de plata y rejos de
oro, y haciéndole el mayor regalo que fuese posible". Pero añadía que, si,
una vez llegado, no fuese provechosa su venida, podrían hacer de él lo que
quisieran.
También el licenciado Cepeda, que lo
conocía bien, se quedó perplejo con tanto entusiasmo: "Dijo que no
convenía nada de lo que había dicho Francisco de Carvajal, pues las promesas de
palabra no tienen ninguna seguridad, y que, metido el presidente La Gasca en la
tierra de Lima, atraería a su bando a todos los de ella, pues no le habían
enviado por ser hombre sencillo y llano, sino de grandes cautelas, astucias y
falsedades". Insistió en que de ninguna manera se debía recibir al
presidente La Gasca, porque sería la total destrucción de ellos.
Tras oír a los dos, Gonzalo Pizarro,
teniendo la clara impresión de que Pedro de la Gasca no le iba a aceptar como
Gobernador de Perú, se inclinó hacia el parecer de Cepeda. Asegura Inca
Garcilaso que la opinión de Cepeda ocultaba, además, razones personales: "Cepeda
dio aquel parecer motivado también por su propia ambición, porque le pareció
que, llegado La Gasca, él quedaría con poca autoridad, y quizá perdiera la
silla de oidor, y hasta la vida, pues habiendo sido ministro de Su Majestad,
había ido contra sus ordenanzas, y estado contra el virrey hasta matarle en
batalla campal".
A pesar de tener las cosas bastante claras
Gonzalo Pizarro, quiso también saber la opinión de los letrados, de los
capitanes y de los vecinos que tenían encomiendas de indios. Se juntaron en el
cabildo unas ochenta personas. Inca Garcilaso dice (resulta extraño) que los
pareceres más acertados coincidían con lo que había expuesto Carvajal, pero no
fueron la mayoría, e insiste en que el motivo del rechazo había sido la
ambición y el deseo de mandar. Sin duda, eso pesaba mucho, pero era una
ingenuidad creer que, aceptando lo que La Gasca ofrecía, iban a conseguir las
desmesuradas cosas que deseaban y por las cuales estaban dispuestos a batallar,
entre otras, el reconocimiento de Gonzalo como gobernador.
Carvajal no se pudo callar, y dijo en voz
alta: "Señores: como seguidor del Gobernador Gonzalo Pizarro, y como quien
tanto desea su prosperidad, he dado el parecer que creo más conveniente para
que consiga lo que le deseo. Si no resultara así, yo ya he vivido muchos años,
y tengo un buen palmo de pescuezo para la soga, como cada uno de vuestras
mercedes". Inca Garcilaso se queja de que solamente el cronista Diego
Fernández, el Palentino, recogiera la opinión de Francisco de Carvajal, e,
incluso, abreviada: "Y no sé por qué, puesto que, acabada la guerra, se
alababa públicamente la prudencia de Carvajal y cuán acertado habría sido su
consejo si Gonzalo Pizarro lo hubiera seguido". Sin duda, lo apreciaba, y
estaba deseoso de poder mostrar otra cara de Carvajal, menos terrorífica que la
que aparece habitualmente en las crónicas.
(Imagen Hace ya más de un año le hice una
reseña a LUCAS MARTÍNEZ VEGASO. Hemos visto también en la imagen anterior que fue
durante un tiempo amante de Beatriz de Salcedo, la musulmana que luego se casó
con el veedor García de Salcedo. Pero hay más que contar; Lucas estuvo siempre
muy unido a los Pizarro (desde antes de la derrota de Atahualpa), quizá por esa
amistad propia de los paisanos, ya que nació en Trujillo, población que nutrió
como ninguna otra las expediciones de la conquista de Perú. Fue espléndidamente
recompensado por Francisco Pizarro, y eso le permitió a Lucas dar rienda suelta
a su espíritu emprendedor, llegando a ser inmensamente rico. Le había concedido
enormes extensiones de tierras en Arequipa (Perú) y Arica (Chile). Se discute últimamente
que, como se venía diciendo, sea Lucas el creador de Arica, lo cual figura en
un dudoso documento del año 1541. Sin embargo, parece lógico pensar que, aunque
hubo una fundación posterior definitiva, es probable que Lucas estableciera
previamente, como ocurría muchas veces, un poblado más elemental. Lo que no
tiene duda es que, hacia el año 1541, él vivía a caballo entre Arequipa y
Arica, pues están muy cerca, y, tan bien organizado, que preparó en esta última
localidad (actualmente con 200.000 habitantes) un astillero para construir
naves. Añadamos que era un rico minero y un gran productor agropecuario. Pues
bien: toda esa riqueza se la confiscó Pedro de la Gasca por haber mantenido su
fidelidad a Gonzalo Pizarro en la decisiva batalla de Jaquijaguana. Pero se
produjo un milagro: Nicolás de Ribera, uno de los hombres más valientes,
cabales y humanos que hubo en las Indias (además de formar parte del glorioso
grupo de los Trece de la Fama), consiguió de Pedro de la Gasca, otro ser
excepcional, que le devolviera todo lo confiscado. Pasaron muchos años, y LUCAS
MARTÍNEZ VEGASO, en 1567, ya muy mayor, se casó con una hija del mencionado Nicolás
Ribera llamada MARÍA DÁVALOS DE RIBERA, pero él murió ese mismo año. La imagen
muestra un expediente de 1568, en el que el fiscal le crea problemas a la viuda
con respecto a su herencia.
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