(695) Santa Clara confirma la lista de
nombres de mensajeros de Gonzalo Pizarro, incluidos los clérigos. Hace el
comentario de que, aunque pusieron algunas pegas, se vieron obligados a aceptar
la misión. Detalla más lo que ocurrió con fray Tomas de San Martín: "Le
rogaron con gran instancia que se encargase del negocio de ir a Roma para
hablar con el Santo Padre, por ser maestro en santa teología, y muy dulce en su
hablar y razonar. Él, con muchas excusas, lo aceptó, pero más con el propósito
de quedarse con el presidente La Gasca y los demás procuradores que le iban a acompañar
en el viaje, que de ir a Roma con tan necia y loca demanda". En su
versión, queda, pues, claro que todos estaban ya entonces decididos a ponerse a
las órdenes de Pedro de la Gasca.
A Gonzalo Pizarro se le ocurrió otra
'genialidad': "Para atemorizar al presiente La Gasca, a fin de que no
llegase al Perú, mandó a sesenta y tres hombres de los más principales que le
escribiesen una carta amenazante, haciéndole saber que, si entraba en aquellas
tierras, resultaría perjudicado, y ellos lo hicieron por agradarle y tenerlo
contento, más que por otra cosa". La carta (que Santa Clara copia al pie
de la letra) era una mezcla de justificaciones propias y amenazas. Para que La
Gasca lo entendiera mejor, recurrieron a un expresivo ejemplo:
"Certificamos a vuestra merced (lo correcto era 'su señoría') que,
si el comendador (Caballero de Santiago) Hernando Pizarro, a quien mucho
queremos y amamos, viniese como vuestra merced viene, no le consentiríamos
entrar acá, sino que moriríamos todos, sin faltar ninguno, pues, si estimamos
aventurar nuestras vidas y haciendas por
la honra incluso en cosas de no mucho peso, cuánto más en este caso, pues nos
va todo en él. Suplicamos a vuestra merced, cuan afectuosamente podemos, que
vuelva a España, e informe al Emperador de lo que en esta tierra
conviene".
Habla también Santa Clara de las cartas
que envió Pedro de la Gasca a lejanos puntos de las Indias, comunicando las
órdenes que le había dado el Rey y solicitando que se le ayudara en su misión.
Una de ellas, bastante extensa, estaba dirigida (como indicó Inca Garcilaso) a
Don Antonio de Mendoza, el prestigioso virrey de México (próximo virrey de Perú),
ya entrado en años y avejentado. El cronista copia el texto literalmente, y
quizá le fuera fácil verlo, porque Santa Clara estaba muy enraizado en el viejo
territorio azteca. La Gasca le hace ver en su escrito al virrey que el
emperador ha optado por revocar las Leyes Nuevas y otorgar perdones. En
realidad, Don Antonio de Mendoza ya había tomado esa determinación en cuanto le
llegó el texto de dichas leyes, manteniéndose prudentemente a la espera de
nuevas indicaciones como las que ahora recibía. Pero La Gasca le ruega
colaboración para otra cosa: "Le pido a vuestra señoría que, mientras las
cosas del Perú no se pacifiquen, prohíba que se saquen caballos y armas de esas
tierras con destino al Perú, no solo para evitar que se refuercen los rebeldes,
sino también porque Su Majestad, en caso de que haya necesidad, mandará a
vuestra señoría que prepare gente de a pie y de a caballo para mantener la paz
también en esas provincias de la Nueva España".
(Imagen) Hemos hablado varias veces de
JUAN ALONSO PALOMINO, nacido el año 1510 en Andújar (Jaén), pero es el momento
de aclarar algunos puntos de su biografía. Nos acaba de decir el cronista López
de Gómara que, de los capitanes que decidieron pasarse al bando de La Gasca, el
más veterano en Perú era Palomino. También vimos, por testimonio escrito de un
hijo suyo, que, aunque el General de la armada era Hinojosa, fue Palomino quien
consiguió que todos los marineros y soldados aceptaran traicionar a Gonzalo
Pizarro. Este cambio de bando le trajo beneficios a Palomino, ya que, derrotado
Gonzalo Pizarro, quedó absuelto de un turbio asunto ocurrido anteriormente, del
que ya hablamos, pero en el que se dan algunas contradicciones. Todo viene de
una denuncia que le hizo el oidor FRANCISCO PÉREZ DE ROBLES, hombre de carácter
riguroso, quien, como ya vimos, deseaba apresar en Panamá a Hernando Pizarro,
airado por su participación en el asesinato de Diego de Almagro el Viejo.
Hernando, que iba de viaje hacia España, evitó su rabia desviándose hacia la
costa mexicana para embarcarse. El oidor Robles denunció ante el Rey que, por
haberle sido fiel, Alonso Palomino, Pablo Meneses y Pedro de Hinojosa se
vengaron de él asesinando a su hermana María Calderón y a Cosme de Robles, un hijo
de otra hermana. Sin duda, ocurrió el hecho, pero la autoría es falsa, y además
se ha producido una confusión al respecto, que se aclara con el expediente de
méritos de Jerónimo de Villegas, viudo de María Calderón. En él cuenta que fue Francisco
de Carvajal quien ahorcó a su mujer y mató a un hijo pequeño suyo. Nada dice de
Cosme de Robles, el sobrino del oidor, pero es de suponer que también lo ejecutó.
Recordemos que la dureza de Carvajal tuvo su origen en que María Calderón, liderando
a varias mujeres, criticaba abiertamente la rebeldía de Gonzalo Pizarro. Lógicamente,
Hinojosa, Palomino y Meneses no fueron castigados. Meneses tuvo una muerte
tranquila años después, pero Hinojosa y Palomino fallecieron acuchillados
traidoramente, aunque por distintos autores, en la última guerra civil.
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