lunes, 25 de mayo de 2020

(Día 1117) Por un exceso de confianza, Gómez Solís y los que iban con él quedaron en manos de Pedro de la Gasca, quien tuvo la habilidad de convencer a todos para que se pasaran al bando del Rey.


     (707) Pero resultó que a fray Esteban lo engañaron: "Se dirigió en el barco (se supone que sería un bote) hacia las naos que ya venían a la vela contra Gómez Solís, y subiendo a bordo, le preguntó de qué parte estaban. Pablo de Meneses, sabiendo que el fraile era muy partidario de Gonzalo Pizarro, le contestó que eran gonzalistas. Fray Esteban les explicó quiénes iban en el barco, y, tras hacerse el disparo por petición suya, volvió adonde Gómez Solís, al cual, con mucho placer y alegría le dijo quiénes eran, por lo que determinó ir adonde ellos. Pablo de Meneses y los demás capitanes fueron hacia el navío de Gómez Solís, y, estando cerca, le hicieron amainar las velas al gripo de '¡Viva el Rey!'. Le tiró con la artillería, como aviso, Pablo de Meneses por una parte, por la otra Alonso de Palomino y, de frente, la fragata, y él, viendo que no podía hacer otra cosa, se rindió".
     Después pasaron a la nave de Pablo de Meneses a Gómez Solís, al obispo de Santa Marta y a los clérigos que los acompañaban: "Los recibieron con mucha alegría, dándoles noticia de todo lo que había pasado con el presidente La Gasca, y los llevaron a Panamá. Iba pensando que lo matarían pronto, por ser mensajero de Gonzalo Pizarro y por haberle seguido tanto tiempo en su tiranía y rebelión. Sin embargo, fue muy bien recibido por Pedro de la Gasca. Le tomaron declaración de todo lo que le habían encargado, y enseguida contó todo lo que pasaba en Perú, y entregó al presidente La Gasca el poder y las instrucciones secretas que Gonzalo Pizarro le había dado. Pedro de la Gasca lo tomó todo, se leyeron en presencia de muchos, y después las envió al Príncipe Don Felipe y a los señores del Real Consejo. Se le tomaron los veintidós mil pesos de oro que llevaba para Hernando Pizarro, porque habían sido sacados de la Caja de su Majestad, y dio orden de entregárselos a los oficiales del Rey. Después mandó hospedar muy bien a Gómez Solís con el general Pedro Alonso de Hinojosa".
    Acto seguido, el malabarista Pedro de la Gasca, supo traer al redil a otro amigo de los rebeldes: "Se alegró mucho de la llegada de los dos obispos (ya estaba allí también el de Lima, Jerónimo de Loaysa) y los clérigos. Los recibió con los brazos abiertos, porque, además, sabía que el obispo de la ciudad de Lima era muy gran servidor de Su Majestad (lo incomprensible es que Gonzalo Pizarro lo hubiese enviado como mensajero). El obispo de Santa Marta (fray Martín de Calatayud) se halló muy confuso e inquieto, suponiendo que La Gasca sabría que era muy partidario de Gonzalo Pizarro, de manera que pensaba irse a Nombre de Dios, y, desde allí, a su obispado. Adivinándolo el presidente, lo detuvo con buenas palabras, diciéndole que era muy necesario que le ayudase a poner en orden las cosas que se habían de hacer para servicio de Su Majestad, y que, además, si él se iba a su obispado, dirían todos que lo hacía para no servir al Rey a pesar de que era uno de los de su Consejo. Con esto y otras cosas que le dijo, el obispo tuvo por bien quedarse para servir a Su Majestad". Se supone que también fray Esteban se olvidara de Gonzalo Pizarro. Lo chocante es que, como vimos, cuando, en 1546, los de Gonzalo Pizarro asesinaron al virrey, fray Martín le escribió al Rey diciéndole que haría todo lo posible para que esas cosas no ocurrieran en su diócesis. Él murió el año 1549.
 
     (Imagen) Vamos pues, de nuevo, con el jerezano DIEGO DE VILLAVICENCIO. Nos servirá para asistir a la tragedia de la derrota y prisión de dos que saborearon la gloria, algo que ocurrirá un año después de lo que ahora estamos narrando. Se lo cuenta Pedro de la Gasca, ya vencedor en Jaquijaguana, a Francisco de los Cobos, el poderoso secretario de Carlos V: "Los enemigos fueron desbaratados, y, como hombres perdidos contra los cuales Dios peleaba, unos se pusieron en huida, entre ellos, Francisco de Carvajal. Cayó su caballo en una ciénaga y lo prendió Martín de Almendras. Y Gonzalo Pizarro e otros capitanes no pudieron ni pelear ni huir, e así fue apresado por DIEGO DE VILLAVICENCIO, sargento mayor de nuestro campo (antes lo había sido del de Gonzalo Pizarro), con Juan de Acosta, Francisco Maldonado (que luego fue a España) el bachiller Guevara y otros muchos capitanes. El Mariscal me trajo a Gonzalo Pizarro, el cual dijo que él le haría saber a Su Majestad quién era Gonzalo Pizarro. Yo le quise consolar y, al mismo tiempo, hacerle ver su error, pero se mostró también duro diciendo que él había ganado la tierra de Perú, lo que me forzó a contestarle ásperamente, diciéndole que no le bastaba ser infiel al Rey, sino que, además, se le mostraba ingrato. Luego se lo entregué a Diego Centeno, y le pedí que lo tratara bien (y lo hizo con suma amabilidad, como consta en las crónicas). Después me trajeron a Francisco de Carvajal, tan cercado de gentes, que lo querían matar, y apenas lo pude defender; el cual mostró que se alegraría de que lo matasen allí. Se dice que, de los más de 340 hombres que Gonzalo Pizarro ajustició durante su rebelión, Francisco de Carvajal ajustició a 300". El día siguiente, 10 de abril de 1548, fueron ejecutados y hechos cuartos Carvajal, el bachiller Guevara y Juan de Acosta. También Gonzalo Pizarro, a quien no le hizo cuartos por respeto a la memoria de su hermano Francisco Pizarro. Y añade: "Gonzalo Pizarro murió bien, con conocimiento de los errores que contra Dios y su Rey y sus próximos había cometido". Fue tan fácil la victoria, que murieron en la batalla unos 45 soldados de Gonzalo Pizarro, y solamente uno de Pedro de la Gasca.



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