martes, 26 de mayo de 2020

(Día 1118) Otros tres capitanes importantes se iban a pasar al bando de La Gasca. Inca Garcilaso añade detalles sobre la muerte de Alonso de Toro.


     (708) Retomamos a Inca Garcilaso, tras su indicación de que Pedro Fernández Paniagua inició su viaje de vuelta, llevándole a Pedro de la Gasca la carta de Gonzalo Pizarro cuyo texto ya conocemos: "Viendo Gonzalo Pizarro que Lorenzo de Aldana no le enviaba ningún aviso de su viaje ni de la armada que estaba en Panamá, y sospechando mal de ello, escribió al capitán Pedro de Puelles, al capitán Mercadillo, al capitán Porcel y al capitán Diego de Mora, que estaban, respectivamente, en Quito, en San Miguel, en tierra de indios bracamoros y en Trujillo, para que estuviesen preparados, pues los llamaría pronto". Pero lo que ocurrió fue que, cuando las cartas llegaron, los capitanes ya conocían todas las promesas de perdones y suavización de las Leyes Nuevas que el hábil Pedro de la Gasca había anunciado, con sus circulares, por todas partes: "Por esta causa, estaban ya determinados a abandonar a Gonzalo Pizarro, como lo hicieron poco después (a excepción de Pedro de Puelles)".
     Luego cuenta Inca Garcilaso algo de lo que hemos hablado un par de veces: la muerte del capitán Alonso de Toro, el cual estaba al mando en el Cuzco representando a Gonzalo Pizarro. Ya sabemos cómo murió, pero, en su versión, el cronista, que conoció a los implicados, añade algunos detalles de carácter humano que son interesantes. Recordemos que Alonso era un avinagrado de mal carácter, aunque muy valioso capitán, y maltrataba a su mujer, por lo que su suegro lo mató. Inca Garcilaso lo consideró una fatalidad: "Gonzalo Pizarro envió también al capitán Antonio de Robles al Cuzco, para que recogiese la gente que allá hubiera, por si fuera luego necesaria. Se lo encargó a este capitán porque supo que Diego González de Vargas (a quien yo alcancé a conocer) había matado a Alonso de Toro. Fue una muerte no pensada por el matador ni por el matado". Define a Alonso de Toro como soberbio, colérico y vocinglero. Estaba maltratando a su mujer, su suegro entró en ese momento y, al verlo, salió de la sala. Temiendo que volviera armado, Alonso salió tras él.  "Arremetió contra el viejo, que tenía más de sesenta y cinco años, el cual, más por defenderse que por atacarle, echó mano de un puñal que traía en una cinta, que yo también le vi tenerlo (entonces Inca tenía unos ocho años), por lo que Alonso arremetió con más furia". Llegó a herir al anciano, pero reaccionó y le dio a él varias cuchilladas de las que pronto murió. "Así acabó el pobre Alonso de Toro, a quien lo mató su bravura y su áspera y terrible condición, pues forzó a su suegro a matarlo de puro miedo".
     Después hace Inca Garcilaso un último comentario al respecto: "Diego González de Vargas se libró por perdón de la Corona, y yo le conocí años después. Un hijo suyo, llamado Diego de Vargas, fue mi condiscípulo de escuela de leer y escribir, y, después, en la latinidad que me enseñaron. Y esto pasó en una casa que estaba en medio de la de mi padre, donde yo estaba cuando sucedió". Recordemos que Santa Clara, como siempre, amplió datos, como los de que Alonso de Toro tenía en la misma casa una amante, y que el sufrido anciano se retiró a un convento. De la mujer de Alonso de Toro, indica Inca Garcilaso que "era virtuosísima".

     (Imagen) Ya hablamos de Juan de Alcobasa, cuya presencia en la casa de Inca Garcilaso evitó que los partidarios de Gonzalo Pizarro, por odio a su padre, Sebastián Garcilaso (entonces ausente), le mataran a él, a su madre y a sus criados. En ese lugar, el canónigo JUAN DE CUÉLLAR (natural de Medina del Campo), escogido por Juan de Alcobasa (preceptor de Inca Garcilaso), daba clases a niños mestizos, hijos de españoles bien situados, especialmente militares. Uno de ellos, como acaba de decir el cronista, era DIEGO DE VARGAS, hijo de Diego González de Vargas (el que tuvo que matar a Alonso de Toro), quien quizá fuera un hombre de cierto relieve en el Cuzco. Era cosa habitual en todas las Indias este interés por la formación escolar de los hijos mestizos de gente importante. Da la casualidad de que también el cronista Pedro Gutiérrez de Santa Clara (que ahora alternamos con Inca Garcilaso) se encontró en esa situación, pero en México, donde vivían sus padres. En la casa de Inca Garcilaso (imagen) había unos doce alumnos. Debían de ser muy espabilados y estudiosos, pues, según cuenta, "el canónigo Lucas de Cuéllar solía decirnos, con tiernas lágrimas: 'Hijos míos, cómo me gustaría ver una docena de vosotros en la Universidad de Salamanca". Entre aquellos niños, estaban también los hijos de Hernando y Gonzalo Pizarro, Carlos Paullu (indio puro, ya que era hijo del príncipe Paullu Inca) y un hijo de Diego Centeno. Pasados los años, Inca Garcilaso rememora la amistad que había entre aquellos escolares: "Al salir de la escuela, hablábamos de las hazañas de nuestros padres, aunque, cuando se trataba de narrar episodios poco honrosos, yo silenciaba sus nombres por respeto de sus descendientes, que eran mis condiscípulos en la gramática". Como vimos en una imagen anterior, Inca Garcilaso llegó a tener una amistad de por vida con otro estudiante, Diego de Alcobasa (hijo de Juan de Alcobasa), aquel niño que luego fue sacerdote y escribió un texto de doctrina evangélica trilingüe, en quechua, aymara y español.



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