jueves, 30 de abril de 2020

(Día 1096) Mientras Armendáriz estaba dispuesto a frenar los abusos de Verdugo con las armas, el hábil Pedro de la Gasca, con una simple carta, logró que se marchara.


     (686) Estando Pedro de la Gasca todavía en Santa Marta, Armendáriz le dio un escrito que habían enviado los vecinos de Cartagena de Indias por medio del factor Francisco Zorrilla. Estaban asustados por la violenta presencia de Melchor Verdugo, a quien, como ya nos ha contado Inca Garcilaso, lo va a calmar Pedro de la Gasca. De Verdugo habrá que recordar que Cieza lo calificó como hombre muy violento y maltratador de los indios. Pero hay que reconocer que su valentía era extrema, y, además, tenía a su favor que, arriesgándolo todo, decidió, a bordo de un barco, hacerles la vida imposible a las tropas de Gonzalo Pizarro, y eso le sirvió para que el Rey le perdonara todos sus desmanes. Como siempre, es Santa Clara el que abunda en detalles: "Los vecinos de Cartagena decían en su carta que Verdugo había llegado a su puerto con mucha gente armada, y que ellos estaban muy amedrentados porque tenían noticias de lo que ya había hecho en Nicaragua y en la ciudad de Nombre de Dios".
     Reaccionó al momento, dispuesto a todo, el gobernador Armendáriz, pero La Gasca, serenamente, siguió otra estrategia: "Armendáriz le suplicó que le prestara unos navíos, para meter en ellos algunos soldados suyos e ir contra Verdugo, o que, si fuera el mismo La Gasca, le serviría él como soldado. Aunque le pesó mucho lo que le contaba, le respondió que no era justo ir contra una persona que estaba al servicio de Su Majestad, hasta saber primero la intención que tenía, si era buena o mala, y que, conforme a ello, se pondría el remedio conveniente". Le dijo también que iba a escribir de inmediato a Verdugo para enderezar la situación.
     Como, redactando, Pedro de la Gasca era un artista, le envió una carta llena de razones de peso, alabando su interés por la causa del Rey, y haciéndole comprender que la violencia excesiva era contraproducente. Incluso le mandó que devolviera a su dueño un navío que le había arrebatado, y que no hiciera nada que encendiera el odio de la población de Cartagena. Fue mano de santo: "Le dieron la carta a Melchor de Verdugo, que se encontraba en el puerto, el cual estaba pidiendo dineros a los vecinos y mercaderes, para reunir gente y volverse a Nombre de Dios en servicio de Su Majestad contra los rebeldes. Se alegró mucho del contenido de la carta, y, sin dar ninguna respuesta para el presidente Pedro de la Gasca, dio velas al viento y fue mar adelante. De esta manera se libraron todos del temor que tenían, y, los que habían huido se volvieron con sus mujeres".
     Zarpó La Gasca de Santa Marta, y, navegando una noche, día de Santa María Magdalena. les cayó un aguacero tan terrible, que todos los que estaban en los navíos nadaban sobre ellos. La cámara de popa, donde se alojaba Pedro de la Gasca, estaba tan llena de agua, que, no teniendo desaguadero, aunque la cama medía de alto más de tres palmos, cuando se dio cuenta ya estaban él y los colchones metidos en agua, así como el escritorio, donde iban todos los documentos de Su Majestad". De manera que, con gran riesgo de naufragio, pudo llegar a Nombre de Dios el día 27 de julio de 1546, con gran susto para los vecinos, porque temían que el que arribaba fuera Melchor Verdugo.

     (Imagen) Hablé ya de Hernán Mejía de Miraval, con ciertas dudas sobre si todas las aventuras que le adjudiqué eran suyas. He podido comprobar que fue otro capitán, llamado HERNÁN MEJÍA DE GUZMÁN, más viejo que el mencionado, el que tuvo un protagonismo muy importante para el éxito de Pedro de la Gasca, el cual, cuando llegó a Nombre de Dios, dio una lección de gran personalidad, a pesar de su contrahecha figura. Como nos dice Inca Garcilaso, se mofaron de él: "La Gasca fue recibido en Nombre de Dios con muchas armas y arcabuces por Hernando Mejía, sus soldados y los vecinos del pueblo, que le acompañaron con su gobernador, y todos le mostraron poco respeto, y ningún amor, especialmente muchos soldados que se desvergonzaban diciendo palabras feas y desacatadas, riéndose de la pequeñez de su persona y de la fealdad de su rostro. El presidente La Gasca, viendo lo que le convenía, hacía las orejas sordas, mostrando buen semblante a todos. Pero los clérigos de aquella ciudad se portaron como ministros de Dios, recibieron al presidente, y lo llevaron a la iglesia cantando el Te Deum Laudamus, de lo que él tuvo mucho contento viendo que también había en aquella tierra gente de buenos respetos". Luego ocurrió algo de grandes consecuencias: "La noche siguiente se le aumentó la alegría, porque HERNÁN MEJÍA, que era capitán de Gonzalo Pizarro, a quien le debía muchos favores, le fue a hablar a La Gasca en secreto, y se ofreció al servicio de su Majestad, y a ayudar a traer a los demás capitanes y soldados de Gonzalo Pizarro al bando del Rey". Veremos enseguida que las maniobras de Mejía enfadaron mucho a Pedro de Hinojosa, capitán de los barcos de Gonzalo Pizarro que controlaban las costas de Panamá. Pero Hinojosa será también seducido por el carisma de Pedro de la Gasca, momento clave para la derrota final de Gonzalo Pizarro, tras cuya victoria, Mejía fue a España. La imagen muestra, en un documento del año 1549, que figuraba como 'veinticuatro' (concejal) de Sevilla, y que era muy adinerado, puesto que le permitían llevar a Perú la barbaridad (en todos los sentidos) de quinientos esclavos negros.



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