(672), Tal y como lo cuenta
Santa Clara, se ve que, junto a la tropa de Lope de Mendoza, iba otra capitaneada
por Nicolás de Heredia, ambos recién venidos de su fracasada campaña por
Tucumán bajo el mando del fallecido Diego de Rojas. Antes de que Lope de
Mendoza hubiese saqueado los bienes de Francisco de Carvajal, este implacable
luchador estuvo a punto de ser víctima de un motín. Por entonces, según nos
aclara el cronista, estaba también en la tropa de Carvajal el valioso capitán
Alonso de Mendoza, quien, algún tiempo después, se pasará al bando de los
leales al rey, tras ser convencido por el gran Diego Centeno.
Había ocurrido que en el pueblo de Pocona,
se dio una batalla nocturna, en la que algunos de los de Carvajal perdieron los
nervios. Escuchemos a Santa Clara: "Con aquellos asaltos tan furiosos que
daban los soldados mendocinos y heredianos, hubo pizarristas que se
atemorizaron, creyendo que habían de ser vencidos. El que más se asustó fue
Pedro de Avendaño, secretario de Francisco de Carvajal, quien, para ponerse al
servicio de Su Majestad, propuso a otros matar a su amo, para sacar del mundo a
hombre tan malo y cruel como lo era este endemoniado. Convenció a Damián de la
Bandera y a Francisco Rodríguez Matamoros, grandes amigos suyos, quienes, a su
vez, se pusieron de acuerdo con diez arcabuceros animosos que, desde hacía
tiempo, deseaban matarlo. Aunque solía ir disfrazado, Damián de la Bandera y
Matamoros tuvieron la suerte de reconocerlo entre varios que peleaban, porque
era un poco cojo. Estando algo apartados de él, le dispararon los dos, pero tuvo
la suerte de que una bala no le acertó, y la otra le dio en la punta de una
nalga sin gran daño, y, pasando adelante fue a dar en las espaldas de un
portugués llamado Pedro Galván, quien no tardó en morir de las consecuencias".
Carvajal no vio claro lo que había
ocurrido, pero desconfió: "No descartó que hubiera entre sus hombres algún
traidor. Fue con gran presteza adonde Alonso de Mendoza, y le dijo que fuese a
la plaza para averiguar lo ocurrido. Damián de la Bandera y Francisco Rodríguez
Matamoros tenían miedo de ser descubiertos, y no se atrevieron a quedarse allí.
Con este recelo, escaparon adonde Lope de Mendoza, el cual les recibió muy
amigablemente". También se pasaron al bando de Lope los arcabuceros que
iban a colaborar para matar a Carvajal, los cuales no pudieron llevarlo a cabo
porque, tras haber sido herido, se metió en medio de su gente. Fue entonces
cuando correspondieron al buen recibimiento de Lope de Mendoza haciéndole saber
que le sería muy fácil despojar a Carvajal de los muchos bienes que tenía, con
poca protección, en un campamento cercano. Olvidado de este punto débil,
Carvajal estaba entonces ocupado en otro asunto: "Se metió en su recámara,
y el médico le curó secretamente, sin que nadie lo sintiese, y, mudando sus
vestidos, salió, cenó y bebió, pues se hallaba muy fatigado por la sangre que
le había salido del arcabuzazo, por no haber dormido, por lo mucho que había
andado a pie, que no estaba acostumbrado a ello, y porque anduvo siempre armado
(y, naturalmente, porque ya había cumplido ochenta años)".
(Imagen)
Al hablarnos Santa Clara de la triste e injusta muerte de Juan Velázquez Vela
Núñez, el hermano del virrey, dice que fue llevado su cuerpo a la casa de
HERNANDO DE MONTENEGRO para amortajarlo. ¿Por qué allí precisamente? Lo veremos
sobre la marcha. Da gusto hablar de Hernando porque, aunque poco mencionado,
tuvo una biografía espléndida, y, además, mantenida con una conducta ejemplar. En
la imagen vemos que una nieta suya, Doña Lucía de Montenegro, en 1586, pide que
se le muestre la relación de méritos que su abuelo había presentado treinta
años antes, y que se confirmen los hechos con testigos. Hernando nació,
probablemente, en Villanueva de Alcorón (Guadalajara) a finales del siglo XV.
Llegó a las indias hacia 1516 y estuvo entonces al servicio del cruel Pedrarias
Dávila. Aparece en Perú poco después de la muerte de Atahualpa, y, cuando
asesinaron a Pizarro, intentó avisarle, pero llegó tarde. Pedro de la Gasca, en
1549 le premió generosamente y con sumo placer, justificándolo con un brillante
resumen de sus grandes méritos. Que, dicho más brevemente, fueron estos: Se
puso bajo el mando de Vaca de Castro contra Diego de Almagro el Mozo. Al ser
apresado el virrey Blasco Núñez Vela (y luego asesinado), Hernando tuvo en su
casa a su buen hermano Juan Vela Núñez, recogiendo y amortajando después su
cadáver cuando le cortaron la cabeza. Gonzalo Pizarro le maltrató "al
conocer de vos la constancia que teníais en el servicio a Su Majestad". La
Gasca, que no olvida nada, añade que le ayudó para que avanzara con su tropa,
aportando suministros y preparando puentes para facilitarles el acceso. Elogia
su participación en la derrota final de Gonzalo Pizarro. Y alaba su
productividad: "Fuisteis uno de los primeros en plantar en estas tierras
viñas, legumbres, membrillos, granadas, higueras e otros géneros de frutas de
Castilla, e dado plantas de ellas a otras personas para que hiciesen lo
mismo". HERNANDO DE MONTENEGRO fue premiado también con un escudo de armas
familiar, y llegó a la edad de ochenta años.
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