(674) Como Inca Garcilaso resume en exceso
la trágica muerte de Lope de Mendoza, y casi ni alude a la de otro importante
capitán, Nicolás de Heredia, nos vendrá bien volver a conectar con el
sustancioso Santa Clara, porque aporta muchos datos, casi hasta pecando de lo
contrario. En su versión, Lope de Mendoza y Nicolás de Heredia opusieron cierta
resistencia a los hombres de Carvajal: "Aunque Lope de Mendoza se levantó
de donde estaba y quiso pelear, viendo que los suyos huían, quiso tomar el
caballo para huir, pero fue su desventura que le vio Diego de Almendras, quien
le dio un varapalo en su desprotegida cabeza con su lanza que lo descalabró y,
viéndose Mendoza herido, se revolvió con gran ánimo y le dio una cuchillada en
un muslo. Luego prendieron a Mendoza cuatro arcabuceros y, al preguntarle quién
era, respondió: "Yo soy el desdichado Lope de Mendoza. Al oírlo Diego de
Almendras y los arcabuceros, lo trataron con más consideración por ser quien
era y porque estaba todo ensangrentado".
Santa Clara añade datos sobre la tropa de
Nicolás de Heredia, que también se encontraba involucrada en el mismo acoso:
"Los soldados de Francisco de Carvajal, viendo huir a algunos mendocinos y
heredianos, fueron tras ellos. Hirieron a unos y apresaron a otros, llevando a
todos ante Francisco de Carvajal, quien, según decía, deseaba mucho conocerlos.
Entre ellos estaba Nicolás de Heredia, al cual, sin querer oírle disculpa
alguna, le mandó cortar la cabeza porque fue partidario de los almagristas y
mortal enemigo de los Pizarro. Tenía unos setenta años, con barba blanca y
larga. El cuerpo quedó allí hasta que, por la mañana, ciertos soldados de
Carvajal, que volvían rezagados, lo enterraron con los demás que estaban
muertos".
La siguiente escena fue patética: "Cuando
Lope de Mendoza fue llevado ante Francisco de Carvajal, se quedó mudo, sin
querer ni poder hablar una sola palabra. Tenía los ojos fijos en el suelo, de
lo que todos se maravillaron. Francisco de Carvajal le prometió no quitarle la
vida si le decía dónde tenía él y Diego Centeno escondido el tesoro del que se
decía que lo habían enterrado los dos, pero no quiso responder. Creyendo que
hablaría, le mandó al padre Diego Márquez que lo confesase, porque había de
morir por haber sido traidor a Su Majestad (cinismo absoluto) y a
Gonzalo Pizarro, y matador de las autoridades que estaban puestas por él (Gonzalo)
en la Villa de la Plata. El padre Márquez le pidió que se confesase, pero no lo
quiso hacer, o no pudo por la turbación que tenía. De lo cual el padre quedó
maravillado, y fue a decírselo a Carvajal, aunque otros dijeron que se confesó,
lo cual, a mí, me cuadra más". Carvajal hizo un último intento de convencer
a Lope de Mendoza, pero completamente inútil, lo que terminó por sacarle de
quicio: "Carvajal se enojó bravamente con él, y mandó que le cortaran la
cabeza, la cual llevó a la Villa de la Plata (y, después, a Arequipa)
para que los partidarios suyos (de Carvajal) que en ella estaban
la viesen. Dicen algunos que Lope de Mendoza había jurado que, si le apresaba
Carvajal, no le respondería nada, para que no se dijera que había tenido
comunicación con un traidor y un cismático. Mucho me habría gustado que este
desdichado caballero, tan leal a su señor, hubiese salvado su vida hablando con
Carvajal". Parece un poco ingenuo suponer que Carvajal cumpliera su
palabra respetando a enemigo tan importante.
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