sábado, 11 de abril de 2020

(Día 1080) Carvajal le persiguió con más furia a Centeno, quien, viéndose sin escapatoria, disolvió su tropa y fue a esconderse en una cueva. Heredia y Lope de Mendoza se incorporaron a la lucha contra Carvajal, a quienes derrotó, pero Mendoza le arrebató parte de sus bienes.


     (670) Pero a Francisco de Carvajal (ese prodigio que rondaba los 80 años) se le acrecentó la firme decisión de atrapar a Centeno. Se puso en marcha, y, de forma imparable, lo fue alcanzando: "Al día siguiente siguió a su enemigo con más coraje que antes, y así iba cada día cogiéndole gente, caballos y fardaje. Al cabo de unas doscientas leguas, no le quedaron a Diego Centeno más de ochenta hombres. Viendo a su gente tan cansada y disminuida, y pareciéndole que en toda aquella tierra no había parte segura donde poder parar, decidió irse a la costa del mar, a la ciudad de Arequipa. Envió por delante a uno de sus capitanes, llamado Rivadeneira, para que, si hallase algún navío, lo tomase con dinero o con engaño, para que pudiesen todos escapar".
     Rivadeneira tuvo la suerte de encontrar un navío bien equipado no lejos del puerto de la ciudad, y le fue fácil hacerse con él de noche (aquello era una requisa por emergencia militar). Pero Diego Centeno llegó a Arequipa antes de que volviera Rivadeneira, y se encontró en una situación desesperada, con la barrera del mar por un lado, y la tropa de Carvajal por el otro, y a punto de alcanzarlo: "Decidió deshacer la gente que le quedaba, y les dijo que, en pequeñas cuadrillas o a solas, se derramasen por diversas partes, y que él se iba a esconder donde pudiese. Después se despidió de los suyos, y se metió en una quebrada de sierras con un compañero llamado Luis de Ribera y un criado. Hallaron una cueva, y en ella se detuvieron escondidos casi ocho meses, hasta que el presidente Pedro de la Gasca entró en Perú. Durante todo este tiempo, los mantuvo un curaca (cacique) del repartimiento de indios de Miguel Cornejo, en cuya tierra acertaron a caer".
      Dejará Inca Garcilaso tranquilo a Diego Centeno en su larga desaparición, porque Francisco de Carvajal va a tener que habérselas con otros dos expertos enemigos. Sabemos por comentarios anteriores que, fracasada la expedición a Tucumán de Diego de Rojas, donde murió, y tras más de dos años de penalidades insoportables, volvieron a Perú los capitanes Nicolás de Heredia y Lope de Mendoza. Cuando llegaron, viendo el panorama de las guerras civiles, decidieron servir al Rey y luchar contra el rebelde Gonzalo Pizarro. En realidad, su enfrentamiento directo fue contra su maestre de campo, Francisco de Carvajal, en las proximidades de Chile, porque a Gonzalo lo tenían muy lejos, primero en Quito y luego en Lima.
     Lope de Mendoza tenía la equivocada creencia de que los soldados de Carvajal estaban muy descontentos con él, y decidió atacarle, a pesar de que no contaba más que con la mitad de los hombres que tenía Carvajal, y mucho menos experimentados. Fue un desastre. Carvajal los derrotó, muriendo ocho soldados de Mendoza, y luego saqueó el campamento, quedándose, entre otras cosas, con unos cincuenta mil pesos en barras de plata que él y Diego Centeno habían guardado. Lope de Mendoza decidió emprender la huida, pero con el aliciente de que, por medio de los indios, supo dónde guardaba Carvajal su fardaje y gran cantidad de bienes, suyos y de toda la tropa: "Quiso vengarse y pagarle con la misma moneda, despojando a sus contrarios. Caminó hacia allá, y se quedó con todo lo que Carvajal tenía, para gran contento de todos, porque, además de ropa, hallaron mucho oro, armas y pólvora".

     (Imagen) Si bien los escritos de Inca Garcilaso de la Vega se centraron en la conquista de Perú y la historia prehispánica de sus antepasados incas, publicó también una crónica (La Florida del Inca) sobre algo tan alejado de sus andanzas como la expedición de Hernando de Soto por el territorio de Florida. Se debe a que pudo informarse a través de un buen amigo suyo que participó en la hazaña y le contó la historia: GONZALO SILVESTRE, nacido hacia el año 1516 en Herrera de Alcántara (Cáceres). Murió en Posadas (Córdoba) en 1592, lo que supone todo un récord para aquellos tiempos, y más todavía protagonizando una vida tan azarosa. Tras la muerte de Hernando de Soto, sus hombres regresaron, y poco después se trasladó Silvestre a Perú, en plena rebeldía de Gonzalo Pizarro, a quien se unió bajo el mando del capitán Alonso de Mendoza, pero pronto, muerto ya el virrey y convencidos por las razones del gran Diego Centeno, los dos se pasaron al bando legal. Fueron derrotados en la batalla de Huarina, sufriendo heridas Silvestre. La llegada del gran Pedro de la Gasca fue su salvación, pues derrotaron (luchando junto al padre de Inca Garcilaso) a Gonzalo Pizarro, y fue ejecutado. Silvestre participó después en la victoria sobre el último rebelde, Francisco Hernández Girón, quien fue apresado (y luego ejecutado) por Gómez Arias Dávila (otro superviviente de Florida). Nuevamente resultó Silvestre herido de gravedad. Se retiró a vivir cómodamente en Potosí, pero el virrey Marqués de Cañete, obsesionado con casar a todos los españoles, quiso obligarle también a Silvestre. Al no ceder, lo desterró a España, enviándolo con malos informes. Nada más llegar, en 1558, presentó su expediente de méritos (el de la imagen). GONZALO SILVESTRE se trasladó luego a Posadas (Córdoba) para tratarse con hierbas del lugar una molesta y fea infección de bubas, donde vivió encantado hasta morir, ya muy longevo, el año 1592. Allí iba Inca Garcilaso a visitarle y a recoger la jugosa información que le facilitaba sobre la campaña de Florida.



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