(670) Pero a Francisco de Carvajal (ese
prodigio que rondaba los 80 años) se le acrecentó la firme decisión de atrapar
a Centeno. Se puso en marcha, y, de forma imparable, lo fue alcanzando:
"Al día siguiente siguió a su enemigo con más coraje que antes, y así iba
cada día cogiéndole gente, caballos y fardaje. Al cabo de unas doscientas
leguas, no le quedaron a Diego Centeno más de ochenta hombres. Viendo a su
gente tan cansada y disminuida, y pareciéndole que en toda aquella tierra no
había parte segura donde poder parar, decidió irse a la costa del mar, a la
ciudad de Arequipa. Envió por delante a uno de sus capitanes, llamado
Rivadeneira, para que, si hallase algún navío, lo tomase con dinero o con
engaño, para que pudiesen todos escapar".
Rivadeneira tuvo la suerte de encontrar un
navío bien equipado no lejos del puerto de la ciudad, y le fue fácil hacerse
con él de noche (aquello era una requisa por emergencia militar). Pero Diego
Centeno llegó a Arequipa antes de que volviera Rivadeneira, y se encontró en
una situación desesperada, con la barrera del mar por un lado, y la tropa de
Carvajal por el otro, y a punto de alcanzarlo: "Decidió deshacer la gente
que le quedaba, y les dijo que, en pequeñas cuadrillas o a solas, se derramasen
por diversas partes, y que él se iba a esconder donde pudiese. Después se
despidió de los suyos, y se metió en una quebrada de sierras con un compañero
llamado Luis de Ribera y un criado. Hallaron una cueva, y en ella se
detuvieron escondidos casi ocho meses, hasta que el presidente Pedro de la Gasca
entró en Perú. Durante todo este tiempo, los mantuvo un curaca (cacique)
del repartimiento de indios de Miguel Cornejo, en cuya tierra acertaron a
caer".
Dejará Inca Garcilaso tranquilo a Diego
Centeno en su larga desaparición, porque Francisco de Carvajal va a tener que
habérselas con otros dos expertos enemigos. Sabemos por comentarios anteriores
que, fracasada la expedición a Tucumán de Diego de Rojas, donde murió, y tras
más de dos años de penalidades insoportables, volvieron a Perú los capitanes
Nicolás de Heredia y Lope de Mendoza. Cuando llegaron, viendo el panorama de
las guerras civiles, decidieron servir al Rey y luchar contra el rebelde
Gonzalo Pizarro. En realidad, su enfrentamiento directo fue contra su maestre
de campo, Francisco de Carvajal, en las proximidades de Chile, porque a Gonzalo
lo tenían muy lejos, primero en Quito y luego en Lima.
Lope de Mendoza tenía la equivocada
creencia de que los soldados de Carvajal estaban muy descontentos con él, y
decidió atacarle, a pesar de que no contaba más que con la mitad de los hombres
que tenía Carvajal, y mucho menos experimentados. Fue un desastre. Carvajal los
derrotó, muriendo ocho soldados de Mendoza, y luego saqueó el campamento,
quedándose, entre otras cosas, con unos cincuenta mil pesos en barras de plata
que él y Diego Centeno habían guardado. Lope de Mendoza decidió emprender la
huida, pero con el aliciente de que, por medio de los indios, supo dónde
guardaba Carvajal su fardaje y gran cantidad de bienes, suyos y de toda la
tropa: "Quiso vengarse y pagarle con la misma moneda, despojando a sus
contrarios. Caminó hacia allá, y se quedó con todo lo que Carvajal tenía, para
gran contento de todos, porque, además de ropa, hallaron mucho oro, armas y
pólvora".
(Imagen) Si bien los escritos de Inca
Garcilaso de la Vega se centraron en la conquista de Perú y la historia
prehispánica de sus antepasados incas, publicó también una crónica (La Florida
del Inca) sobre algo tan alejado de sus andanzas como la expedición de Hernando
de Soto por el territorio de Florida. Se debe a que pudo informarse a través de
un buen amigo suyo que participó en la hazaña y le contó la historia: GONZALO
SILVESTRE, nacido hacia el año 1516 en Herrera de Alcántara (Cáceres). Murió en
Posadas (Córdoba) en 1592, lo que supone todo un récord para aquellos tiempos,
y más todavía protagonizando una vida tan azarosa. Tras la muerte de Hernando
de Soto, sus hombres regresaron, y poco después se trasladó Silvestre a Perú,
en plena rebeldía de Gonzalo Pizarro, a quien se unió bajo el mando del capitán
Alonso de Mendoza, pero pronto, muerto ya el virrey y convencidos por las
razones del gran Diego Centeno, los dos se pasaron al bando legal. Fueron
derrotados en la batalla de Huarina, sufriendo heridas Silvestre. La llegada
del gran Pedro de la Gasca fue su salvación, pues derrotaron (luchando junto al
padre de Inca Garcilaso) a Gonzalo Pizarro, y fue ejecutado. Silvestre
participó después en la victoria sobre el último rebelde, Francisco Hernández
Girón, quien fue apresado (y luego ejecutado) por Gómez Arias Dávila (otro
superviviente de Florida). Nuevamente resultó Silvestre herido de gravedad. Se
retiró a vivir cómodamente en Potosí, pero el virrey Marqués de Cañete,
obsesionado con casar a todos los españoles, quiso obligarle también a
Silvestre. Al no ceder, lo desterró a España, enviándolo con malos informes.
Nada más llegar, en 1558, presentó su expediente de méritos (el de la imagen). GONZALO
SILVESTRE se trasladó luego a Posadas (Córdoba) para tratarse con hierbas del
lugar una molesta y fea infección de bubas, donde vivió encantado hasta morir,
ya muy longevo, el año 1592. Allí iba Inca Garcilaso a visitarle y a recoger la
jugosa información que le facilitaba sobre la campaña de Florida.
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