(667) El cronista Santa Clara marca con
precisión la fecha de la batalla de Iñaquito: 18 de enero de 1546. Luego, como
es habitual en él, añade datos expresivos de lo que ocurrió cuando Gonzalo
Pizarro volvió de entrada a la ciudad de Quito: "Le pesó mucho que Benito
Suárez de Carvajal hubiese cortado la cabeza al virrey en venganza por la
muerte que le dio a su hermano Illán Suárez de Carvajal. Y también que, tras
ponerla Pedro de Puelles en la picota, le pelaran las barbas Juan de la Torre
Villegas y Ventura Beltrán, y luego otros. Mandó traer su cuerpo, y los de
Sancho Sánchez Dávila y Juan de Cabrera. Fueron llevados a casa de Vasco Suárez
de Figueroa, natural de Ávila, con la cabeza del virrey, que la trajeron de la
picota, polvorienta, ensangrentada y oliendo ya mal. Los amortajaron, y los
pusieron en andas. El cuerpo del virrey fue llevado en un ataúd, acompañado de
muchos capitanes y de toda la vecindad. Luego fue enterrado muy honradamente,
como tan alta persona merecía".
Gonzalo Pizarro, como dijo Inca Garcilaso,
se comportó muy caballerosamente en estos actos, pero Santa Clara desconfía de
su sinceridad: "Mandó decir muchas misas por el virrey, poniéndose él y
sus capitanes luto durante más de veinte días, con demostración de mucha
tristeza, pero todo ello era falso, y habrían sido perdonados de no haber
matado a tan ínclito y buen virrey".
Hubo alguien que arriesgó su vida por
ponerles en evidencia a los rebeldes: "Tras ser enterrado, un vecino muy
honrado de la ciudad de Quito, llamado Gonzalo de Pereira, puso una noche
secretamente, sabiéndolo el sacristán, una copla escrita encima de la sepultura
del buen virrey. Cuando amaneció, muchos de los leales al Rey se atemorizaron,
creyendo que podían ser considerados sus autores, pero no hubo nada. Gonzalo
Pizarro se enojó bravamente contra la persona que lo puso, y, si él supiera
quién fue el tan atrevido, sin duda alguna lo castigaría o ahorcaría, aunque
mucho tiempo después se supo quién era el autor. El letrero decía: Aquí yace
sepultado / el ínclito virrey / que murió descabezado / como bueno y esforzado
/ en la justicia del Rey / aunque murió su persona / su virtud sonará / por esto
se le dará / de lealtad la corona".
Luego habla el cronista de que los vecinos
de Quito indemnizaron a la familia del
virrey, y de lo mal que acabaron gran parte de los responsables directos de su
muerte : "Andando el tiempo, se supo que todos los hombres principales y
vecinos que presenciaron esta cruel
muerte del virrey, pagaron una gran suma de dineros a la mujer y a los hijos
que tenía en España, por convenio que hubo de una parte y de la otra (la
lista de los demandados por su viuda, Doña Brianda de Acuña, era muy larga).
Y, asimismo, han pagado con sus personas y vidas todos los tumultuarios y
rebeldes, pues la divina justicia los ha castigado, unos con muertes muy
desastradas que les sobrevinieron, como más adelante se verá, y, otros,
afrentosamente ahorcados y hechos cuartos con renombre de traidores. Porque,
hoy en día, no queda casi ninguno de ellos. Y si, por ventura hay algunos,
serán muy pocos, y también pagarán lo que hicieron, a no ser que se amparen
acudiendo a la divina misericordia. Que nadie haga, pues, cosa indebida, porque
pagará por ello en esta vida o en la otra".
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