sábado, 25 de abril de 2020

(Día 1092) Carlos V, que estaba en Alemania, se llevó un gran disgusto al oír a los mensajeros de los dos bandos, pero se controló, y decidió enviar a alguien ducho en diplomacia. Nombró a Pedro de la Gasca, el cual llegó a las Indias mostrando sencillez, y pensando solo en solucionar los problemas.


     (682) Para mostrar con claridad lo que determinó Carlos V, el cronista Inca Garcilaso va a servirse de los textos de Francisco López de Gómara, cronista oficial de la Corte, gran escritor, aunque con tendencia (inevitable) a exponer los hechos a gusto de la Corona, el cual así lo cuenta (resumido): "El Emperador, cuando lo supo, tuvo a mal las revueltas de Perú, la prisión del virrey Blasco Núñez Vela, el desacato de los oidores que lo prendieron y la rebeldía de Gonzalo Pizarro. Mas templó su saña al ver que le presentaban una apelación de las Leyes Nuevas, y que cartas recibidas, así como su portador, Francisco de Maldonado (representante de Gonzalo Pizarro) echaban la culpa al virrey, porque las ejecutaba rigurosamente, a pesar de la apelación. Sintió pena también el Emperador por estar metido en la guerra de Alemania, por causa de los luteranos, mas, conociendo cuán importante era poner remedio en los reinos del Perú, pensó enviar a un hombre callado y negociador, que reparase los males sucedidos por ser Blasco Núñez bravo, indiscreto y mal negociador. Quiso enviar una oveja, puesto que un león no aprovechó. Y así, escogió al licenciado Pedro de la Gasca, clérigo y del Consejo de la Inquisición, hombre de muy buen entendimiento, y que se había mostrado prudente en las alteraciones de los moriscos de Valencia. Le dio los poderes que le pidió, así como las cartas y firmas en blanco que quiso. Revocó las Leyes Nuevas, y le escribió a Gonzalo Pizarro desde Alemania".
     Siempre que se ve la lista de quienes acompañaban a los virreyes que iban a las Indias, resulta impresionante el número de personas que estaban a su servicio y la gran cantidad de personajes notables que les rodeaban, muchos de gran valía militar, pero es de suponer que otros serían, más bien, de relumbrón. Por eso llama la atención la modestia que mostró en todo el gran Pedro de la Gasca, a pesar de la enorme autoridad que se le había signado. No le interesaba el brillo: lo suyo era la mayor eficacia al mínimo costo de bienes y de vidas: "Partió, pues, La Gasca con poca gente y poco fausto, aunque con título de presidente (de la Audiencia de Perú), y con mucha esperanza y reputación. Gastó poco en su flete y provisiones, por no gravar a la Corona, y por mostrar llaneza a los del Perú. Llevó consigo como oidores a los licenciados Andrés de Cianca y Rentería, en los cuales confiaba. Llegó a Nombre de Dios (costa atlántica de Panamá), y, sin decir a lo que iba, respondía a lo que le preguntaban engañando con sagacidad, y diciendo que, si no le recibiese Gonzalo Pizarro, volvería adonde el Emperador, pues él no iba a guerrear, sino a poner paz revocando las Leyes Nuevas y presidiendo la Audiencia. Mandó recado a Melchor Verdugo para que no viniese a servirle con sus soldados, sino que se mantuviese a la espera. Luego fue a Panamá, tras haber dejado en Nombre de Dios como capitán a Diego García de Paredes, porque andaban franceses robando por aquella costa".

    (Imagen) Nos cuentan los cronistas que, cuando llegó a Panamá Pedro de la Gasca, dejó como capitán de una tropa en Nombre de Dios a DIEGO GARCIA DE PAREDES. Era hijo natural (y legitimado) del famosísimo Diego García de Paredes convertido en leyenda de las guerras europeas por su extraordinarias fortaleza y valentía, el cual ha pasado a la Historia como "el Sansón de Extremadura". Ambos habían nacido en Trujillo (Cáceres). El hijo, en 1506, y se puede dar por cierto dos cosas: que él y Gonzalo Pizarro fueron amigos de la infancia, y que esa vieja amistad le iba a crear muchos problemas a Diego cuando Gonzalo se rebeló contra la Corona. La gloria alcanzada por su padre hizo mella en Diego, y, durante su larga estancia en las Indias, se entregó a heroicas empresas. Participó en el histórico apresamiento de Atahualpa. Volvió a España con Hernando Pizarro, y regresó a las Indias incorporado a la segunda expedición de Orellana por el Amazonas, y, cuando este falleció, Diego se hizo cargo de sacar a la tropa hasta las salvadoras aguas atlánticas. Fue después cuando La Gasca lo tuvo como capitán, pero llegó a sospechar que le traicionaría, dada su amistad con Gonzalo Pizarro. Volvió a confiar en él, pero veo en una carta que La Gasca envió al Consejo de Indias en 1548, un mes antes de la batalla de Jaquiguana (derrota y muerte de Gonzalo Pizarro), que criticaba duramente a Diego. En aquella peligrosa situación, Diego optó inteligentemente por alejarse de la guerra civil, y después fue de triunfo en triunfo. Fundó en Venezuela la ciudad de Trujillo, y se apuntó un difícil tanto: matar al temible Lope de Aguirre. Lo atrapó en Barquisimeto (subrayado en rojo en la imagen) el año 1561. Pero, genio y figura, hasta la sepultura: Aguirre hizo comentarios irónicos cuando el primer arcabuzazo falló; el segundo resultó fulminante. La brillante carrera de DIEGO GARCÍA DE PAREDES tuvo como último y merecido premio la gobernación de Popayán (Colombia), que había sido del difunto Belalcázar, pero ahí se le acabó la suerte, puesto que, nada más llegar, lo mataron los indios. Era el año 1563.



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