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López de Gómara indica escuetamente que el Rey le dio a Pedro de la
Gasca todos los poderes que le pidió para poder actuar eficazmente en Perú.
Volvemos a Inca Garcilaso para que nos aclare cuáles fueron. Prácticamente le
permitió actuar como si fuera el Rey en persona: "Pidió (y le concedió)
que le diese absoluto poder en todo, como Su Majestad lo tenía en las indias.
Estaba autorizado a formar un ejército, a revocar las Leyes Nuevas que había
llevado el virrey, a perdonar los delitos pasados que no pudiesen juzgarse de
oficio, ni a instancia de parte, a poder enviar a España al virrey (no
sabían que acababa de ser asesinado), si consideraba que convenía para la
quietud del Perú, a poder gastar de la Hacienda Real todo lo que estimara
conveniente, a conceder encomiendas de indios y a nombrar gobernadores en las
tierras conquistadas y por conquistar. Por su parte, él, como hombre sabio, no
quiso tener un salario, para que no se dijese que era el interés económico lo
que le llevaba a los peligros y trabajos tan grandes que le esperaban, sino el
celo de servir a su Rey".
Al hablar López de Gómara sobre Pedro de
la Gasca, comentó que tenía "mucho mejor entendimiento que
disposición". La frase resulta confusa, y sale al quite Inca Garcilaso
para aclararlo: "Lo dice Gómara porque Pedro de la Gasca era muy pequeño
de cuerpo, con extraña hechura, pues de cintura para abajo tenía tanto cuerpo
como cualquier hombre alto, y de la cintura al hombro no tenía una tercia (en
aquella época, unos 30 centímetros). Andando a caballo, parecía aún más
pequeño, porque todo era piernas, y de rostro era muy feo. Pero lo que la
naturaleza le negó de las dotes del cuerpo, se las dobló en las del ánimo, pues
redujo un imperio, tan perdido como estaba el del Perú, al servicio de su Rey.
Yo le conocí, y particularmente le vi toda una tarde, pues estuvo en el
corredorcillo de la casa de mi padre, que sale a la plaza de las fiestas, donde
le hicieron unas muy solemnes de toros y cañas, y él las miró desde allí. Se
alojaba en las casas que fueron de Tomás Vázquez, y ahora son de su hijo, Pedro
Vázquez, donde también posó Gonzalo Pizarro (seguro que no entonces). Y,
aunque aquellas casas tienen una esquina con una ventana grande, desde donde el
licenciado La Gasca podía ver las fiestas, quiso verlas desde el corredorcillo
de mi padre, porque cae en medio de aquella plaza".
No escatima elogios Inca Garcilaso al
hablar de Pedro de la Gasca, y, ciertamente, hay que reconocer que merece un
lugar del máximo honor en la historia de las Indias, no como hombre de armas,
sino como político y organizador, jugándose la vida a su manera, pues, de haber
perdido la guerra, lo más probable era que lo ejecutaran. Añade el cronista:
"Aunque sus hazañas no fueron de lanza y espada, lo fueron de la prudencia
y el entendimiento que tuvo para dirigir la guerra hacia el fin que pretendía.
Fueron hazañas de paciencia y sufrimiento para soportar los desacatos de la
gente militar. También lo fueron de astucia y maña para vencer las trampas de
sus contrarios, que de todo hubo mucho. Lo tendrá que reconocer cualquiera que
considere en qué situación estaba aquel imperio cuando este varón aceptó aquel
encargo de Su Majestad".
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