(680), Inca Garcilaso nos amplía algunos
detalles que desconocíamos sobre una lamentable tragedia ya contada:
"Volviendo a nuestra historia diré que en el tiempo en que Gonzalo Pizarro
estaba en esta ciudad de Lima, acaeció la desgraciada muerte de Vela Núñez, hermano
del virrey, que la causó el capitán Juan de la Torre Villegas (ya vimos su
mala catadura), el cual se había casado años antes con una india, hija de
un cacique. Los indios, viéndose favorecidos con el parentesco de aquel
español, le enseñaron una sepultura de sus antepasados, donde había más de
ciento cincuenta mil ducados en oro y esmeraldas finas. Viéndose tan rico, Juan
de la Torre deseó huirse de Gonzalo Pizarro y venirse a España". Luego
Juan de la Torre convenció a Vela Núñez para que se fugara con él, y, según el
cronista, lo hizo para que le amparase en España, porque tenía miedo de que le
castigasen por su mal historial, en el que figuraba haberle arrancado pelos de
la barba a la cabeza cortada del virrey, luciéndolos después en su sombrero
(como ya vimos). Al parecer, Vela Núñez se volvió atrás, y Juan de la Torre
renunció al plan, pero se vengó de Vela Núñez contándoselo a Gonzalo Pizarro,
con lo que se ganó un tanto como hombre arrepentido: "Por lo cual le
cortaron la cabeza a Vela Núñez, aunque se dijo que Gonzalo Pizarro lo había
hecho más por persuasión del licenciado Carvajal, que por ganas de matarle, pues siempre creyó que era
de blanda condición, por lo que había sido incitado y no incitador. Así acabó
este buen caballero, por culpa de un traidor que lo fue de muchas
maneras".
Se podría decir que en aquellos momentos
Gonzalo Pizarro había salido vencedor de las guerras civiles. Si no fuera por
un pequeño detalle: iba a comenzar otra, que acabó con todos sus sueños y con
su vida. Sueños de ser el gobernador del inmenso territorio peruano, e incluso,
a ratos, impulsado por la excitación de lo conseguido y por los consejos de
muchos aduladores, se dejaba tentar por la demencial idea de convertirse en rey
de un Perú independiente.
En ese ambiente de euforia, vivía
disfrutando de su sabroso triunfo, y, dado que ya reinaba la calma, también
Francisco de Carvajal decidió presentarse en Lima para festejarlo. Era muy
consciente de que no solo tenía fama de cruel, sino que, además, por todas
partes se admiraban sus brillantes hazañas militares: "Salió Gonzalo
Pizarro de la ciudad a su encuentro, y le hizo un solemne y triunfal
recibimiento, como a capitán que tantas victorias había ganado. Había dejado
Carvajal en la Villa de la Plata, como teniente de Gonzalo Pizarro, a Alonso de
Mendoza, y llevó cerca de un millón de pesos de plata, sacados de las minas de
Potosí de las encomiendas de indios. Le repitió a Gonzalo lo que le había dicho
en la carta enviada anteriormente acerca de que se hiciera rey".
A medida que avanza esta historia, vemos
que Alonso de Mendoza continuaba siendo un capitán imprescindible para Gonzalo
Pizarro, habiendo entre ambos una (aparente) unión sin fisuras. Era un
extraordinario capitán (como ya vimos anteriormente), pero debía de llevar por
dentro la amarga inquietud de que la rebeldía de Gonzalo contra el Rey era un
despropósito, y, no tardando mucho, lo abandonará.
(Imagen) Aclaremos algunos datos sobre el
licenciado BENITO SUÁREZ DE CARVAJAL. Vamos a ver por qué se convirtió en fiel
seguidor de Gonzalo Pizarro (que estuvo a punto de ejecutarlo), y por qué se
comentaba de él que le había presionado para que ejecutara a Vela Núñez. Ya
sabemos que el virrey, cuando aún vivía, sospechó que le traicionaba Illán
Suárez de Carvajal, hermano de Benito, y lo mató. Después de entrar Gonzalo
Pizarro victorioso en Lima, supo que había huido Vaca de Castro con un barco
suyo, y se enfureció. Pensó que algunas personas le habían ayudado, y ordenó
detener a los que le parecían de dudosa fidelidad, siendo en su mayoría los que
habían huido del Cuzco y los que no quisieron alistarse en sus tropas. Los
apresaron a todos, y, entre ellos, a Carvajal. Casi de inmediato, le mandó
Francisco de Carvajal que se confesase y que hiciese testamento, porque lo iban
a matar. Ya estaba el verdugo presente con el cordel y el garrote, pero muchos
se dieron prisa en suplicar a Gonzalo Pizarro que lo perdonase. Le hicieron ver
que, si lo mataban a él, que era una de las personas más importantes de Lima,
no había duda de que tendrían que hacer lo mismo con todos los demás presos.
También le decían que tuviera en cuenta que, a su hermano, el factor Illán
Suárez de Carvajal, lo había matado el virrey precisamente por creerle amigo suyo
y que le iba a traicionar. Esa era una débil razón, puesto que Gonzalo sabía
que el virrey lo hizo sospechándolo equivocadamente. El último argumento era
más sólido: le aseguraron que el licenciado Carvajal le había de servir
fielmente, aunque solo fuera para vengar la muerte de su hermano (y así fue). Pero
la rabia de Gonzalo Pizarro no se calmaba, y no quiso ceder. Quedó el último
recurso: el soborno. Le ofrecieron mucho oro a Francisco de Carvajal, el único
que podía hacerle cambiar de idea a Gonzalo Pizarro. Y se produjo el milagro:
no solo perdonaron al licenciado Carvajal, sino que, además, dejaron en
libertad a todos los apresados. También tuvo Benito algún tropiezo con Francisco
Pizarro, quien, en 1538, le quitó una encomienda de indios, pero, como se ve en
la imagen, el Rey ordenó que se la devolvieran.
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