(663) Los del virrey iban a pagar un alto
precio por el cansancio del agotador recorrido que habían hecho para volver a
Quito: "Atacaron tan sin orden y tan sin tiempo, que, cuando llegaron
adonde los enemigos, iban ya casi desbaratados, porque la fila de arcabuceros
que les esperaba por un lado les hizo mucho daño. El licenciado Carvajal y los
suyos les maltrataron mucho, pues, aunque eran pocos, sus caballos estaban
descansados y fuertes para pelear. En los encuentros con lanzas, cayeron muchos
de los del virrey. Luego se peleó con espadas, hachas y porras, y la batalla
fue muy cruel. Atacaron después a caballo cien hombres de Gonzalo Pizarro, y
acabaron de desbaratar a los enemigos con mucha facilidad. Con los primeros
tiros, fue muerto el capitán Juan Cabrera, y poco después el capitán Sancho
Sánchez de Ávila, quien, con un montante (espada larga), se había
portado muy valerosamente, pues rompió muchas hileras del ejército
contrario".
Le va a llegar la hora al virrey:
"Andaba peleando entre su gente de a caballo. En el primer encuentro
derribó a Alonso de Montalvo, e hizo otros lances con mucho ánimo y esfuerzo.
Iba disfrazado con una camiseta de indio, lo cual fue causa de su muerte (luego
dirá por qué). Viendo a los suyos perdidos, quiso retirarse, pero no pudo,
porque un vecino de Arequipa, llamado Hernando de Torres, se encontró con él,
y, no conociéndolo, le dio a dos manos con un hacha un golpe en la cabeza, de
lo que se aturdió y cayó en tierra. Aunque la batalla andaba bien reñida entre
la infantería, los del virrey, viéndole caído, aflojaron y fueron vencidos,
resultando muertos muchos de ellos. Si el virrey hubiese llevado a la vista su
hábito de Santiago, Hernando de Torres lo habría reconocido, y, en lugar de
golpearle, habría tratado de apresarlo. Se le echaba la culpa al virrey por
haberse disfrazado de indio, pero él lo hizo para que, si lo apresaban, no le
diesen trato de virrey, sino que lo tratasen como a cualquier soldado
particular".
Pero
fue necesaria otra fatalidad para el triste final del bravo y rígido virrey
Blasco Núñez Vela: "El licenciado Benito Suárez de Carvajal, viendo
vencidos a los del virrey, anduvo con gran diligencia recorriendo el campo en
busca del virrey, para satisfacer su ira y rencor por la muerte de su hermano,
el factor Illán Suárez de Carvajal (a manos del virrey). Vio que el
capitán Pedro de Puelles lo llevaba casi muerto, por su caída y por un
arcabuzazo que le habían dado. El licenciado Carvajal le quiso apear para
terminarle de matar, pero se lo estorbó Pedro de Puelles, diciéndole que era
una bajeza poner la mano en un hombre casi muerto. Entonces le mandó Carvajal a
un negro suyo que le cortase la cabeza, y así se hizo. La llevaron a Quito y la
pusieron en la picota de la plaza, donde estuvo poco tiempo, pues, cuando
Gonzalo Pizarro lo supo, se enojó mucho, y la mandó quitar de allí y juntarla
con el cuerpo, para enterrarlo". Inca Garcilaso también se enfada, porque
algunos cronistas contaron las cosas de manera que diera la impresión de que se
había colocado la cabeza del virrey en la picota por orden de Gonzalo Pizarro:
"Algunos escriben con el fin de agradar a otros, más que con el de ser
justos e imparciales".
(Imagen) El virrey BLASCO NÚÑEZ VELA no es
comparable con FRANCISCO PIZARRO, pero su trayectoria militar (de la que ya
hablé) revela que fue un personaje muy importante. Coincidieron también en ser
víctimas de un asesinato atroz. Hubo una diferencia en su muerte: Pizarro se
defendió hasta el último momento, llevándose por delante a varios de los
confabulados. El virrey habría hecho, sin duda, lo mismo, pero acertaron a
darle un golpe en la cabeza que lo derribó del caballo, dejándole a merced de
sus enemigos. Pizarro murió, ya anciano, tras una vida gloriosamente cumplida.
El virrey solo tenía cincuenta y un años, y fracasó en su última tarea. Carlos
V necesitaba a alguien que pusiera orden en Perú, en una misión casi imposible.
Apreciaba mucho a Blasco Núñez, y se la confió a él, quizá por descarte, ya que
otros no la quisieron, pues incluía, además, imponer en Perú unas Leyes Nuevas
que perjudicaban mucho a los españoles. Perdió su última batalla sin poder huir
para, sin duda, organizarse y volver a luchar, como lo había hecho anteriormente.
La muerte que le dieron fue brutal y degradante, porque era el resultado del
odio acumulado por un miserable: Benito Suárez de Carvajal, a quien luego le
tocó una muerte ridícula (cayó desde un voladizo durante un lance amoroso).
Para vengar la muerte, a manos del virrey, de su hermano, el factor Illán
Suárez de Carvajal, lo primero que hizo Benito fue recorrer ansiosamente el
campo de batalla para encontrarlo y matarlo. Ya estaba preso cuando lo vio, y,
evitando como Pilatos mancharse las manos, le ordenó a un negro, esclavo suyo,
que le cortara la cabeza. Benito la colocó después, para escarnio público, en
la plaza de Quito, lo que le sentó fatal a Gonzalo Pizarro, algo que le honra,
quien, además, fue bastante generoso con los derrotados, salvo con algunos a
los que tenía en su lista negra. Uno de sus perdonados fue, precisamente, Vela
Núñez, hermano del virrey, cuya viuda, BRIANDA DE ACUÑA, una gran mujer,
pleiteó para castigar a los responsables de su muerte, y tuvo el consuelo de
sacar adelante una extensa prole de brillante porvenir.
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