(665) Gonzalo Pizarro continuó decidiendo
caso por caso qué hacer con algunos de los derrotados: Perdonó a Sebastián de
Belalcázar, y lo envió a su gobernación con parte de la gente que contra él
había traído. El cual le hizo pleito homenaje de estar siempre a su servicio. A
Don Alonso de Montemayor, a Rodrigo Núñez de Bonilla, tesorero de Quito, y a
otros hombres principales los desterró a Chile, aunque por el camino se
hicieron con el navío en el que iban, y se fueron a Nueva España (México).
Recogió a toda la gente que pudo entre los vencidos, y mandó ahorcar a Pedro
Bello y a Pedro Antón, que eran los que habían huido de él en un barco en la
ciudad de Lima.
La derrota y muerte de virrey le llenó de
tranquilidad a Gonzalo Pizarro. Y su actitud se volvió generosa hacia los
vencidos. Les reprochó haber luchado en el bando contrario, pero entendió sus
razones, y pasó por completo página de lo pasado, ordenando, además, a sus
hombres que los trataran con respeto y en igualdad de condiciones. Utilizó como
propaganda su victoria para hacerla conocer por todas partes, esperando que le
diera fruto con buena cosecha de seguidores. Sus capitanes le aconsejaron que retirase
de Panamá la armada que allí estaba con Pedro de Hinojosa, habiendo antes
quemado todos los navíos que por allí viese, con un doble fin: evitar ataques de
enemigos e impedir que se recibieran noticias de España. Pero no les hizo caso,
porque se creía ya capaz de superar cualquier obstáculo. El tiempo demostró que
Hinojosa no era fiable, y le entregaría la armada a Pedro de la Gasca. Con
cierta ingenuidad, el victorioso Gonzalo Pizarro esperaba que todo acabara
bien, y que sus razones serían entendidas y aceptadas por el Rey.
Había un tema muy delicado en cuanto a los
perdones: "Envió al capitán Alarcón en un navío a Panamá para darle a
Pedro de Hinojosa la noticia de la victoria, y para que trajese a Vela Núñez
(hermano del virrey) y a los que con él estaban presos. A su vuelta, vino con
el hijo de Gonzalo Pizarro, con Vela Núñez y con otros tres que, además de él, estaban
presos. A dos de ellos los ahorcó porque habían dicho palabras escandalosas. Al
tercero también lo quiso ahorcar, pero el hijo de Gonzalo Pizarro lo libró
diciendo que le había tratado con mucho respeto y comedimiento. A Vela Núñez lo
llevó a Quito, y Gonzalo Pizarro le perdonó todo lo pasado, advirtiéndole que,
en adelante, no cayera en sospecha, pues le sería muy peligroso. Tiempo
después, lo llevó consigo hasta la ciudad de Lima, y le dejaba con más libertad
de la que parecía conveniente que tuviese un hombre tan contrario a él. Pero
Gonzalo Pizarro se fiaba tanto de los demás, como ellos se fiaban de él, pues
era hombre entero y sin doblez".
Otro detalle importante era que la
Audiencia de Lima había sido eliminada, no quedando más autoridad que la de
Gonzalo Pizarro. De los cuatro oidores, Álvarez, que batalló junto al virrey,
había muerto, Cepeda, después de luchar en el bando contrario, continuó al lado
de Gonzalo Pizarro, y, como sabemos, murió
en la cárcel, al parecer, envenenado por sus propios parientes, Tejada,
enviado por Pizarro a España, murió durante el viaje, y el único decente, Ortiz
de Zárate, estaba enfermo en Lima, suponiendo muchos que Francisco de Carvajal
'le aceleró' la llegada de la muerte.
(Imagen) El virrey Blasco Núñez Vela,
natural de Ávila, era pariente de los padres de SANTA TERESA DE JESÚS, nacida
el año 1515, y cuyo padrino de bautismo fue el mismo Blasco o un hermano suyo. También
la familia del virrey estaba inmersa en un ambiente piadoso, del que surgió,
entre sus numerosos hijos, el arzobispo de Burgos Cristóbal Vela de Acuña.
Fueron tiempos espasmódicos, en los que se vivía con desmesura lo bueno y lo
malo. Militares ansiosos de gloria, como el propio virrey, de caballerosa
lealtad, y otros de ambición cruel y sin escrúpulos, como Carvajal; clérigos
corruptos, y santos místicos de perfecta pureza, como lo fue Santa Teresa de
Ávila. Mujer de personalidad arrolladora, con un temperamento atormentado, que
tardó en abrirle las puertas hacia la cima de la espiritualidad. Es asombroso
el hecho de que siete hermanos suyos estuvieron en las Indias, y algunos sufrieron
las consecuencias de luchar bajo el mando de su pariente, el virrey Blasco
Núñez Vela. Hay más de un libro dedicado al tema, como el de la imagen. En la
batalla de Iñaquito, donde mataron al virrey, HERNANDO, el mayor, se recuperó
de una lanzada muy grave, y murió mucho después en Colombia; LORENZO, JERÓNIMO y
ANTONIO también resultaron heridos, pero solo falleció el último, quien, de
joven, quiso ser sacerdote. RODRIGO vivió su aventura en Chile, y murió en 1557
a manos de los temibles araucanos (Santa Teresa, que vivió con él, siendo
niños, el ansia del martirio, lo consideró un mártir de la evangelización).
PEDRO anduvo en expediciones por la zona de Florida, pero, acosado por
problemas mentales, quedó al amparo de su hermano Lorenzo, hombre adinerado
(padre de la primera monja carmelita nacida en las Indias), y volvieron a
España en 1575, para alegría de Santa Teresa. El más pequeño, AGUSTÍN, tenía 19
años cuando fue a las Indias. Estuvo presente en la fundación de la ciudad de
Cañete, al sur de Santiago de Chile. Sufrió complicaciones judiciales, de las
que salió absuelto. Volvió a España en 1588, donde, en compensación, fue
nombrado gobernador de Tucumán, pero falleció durante el viaje de retorno. ¡Qué
familia!
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