martes, 7 de abril de 2020

(Día 1076) El cronista Santa Clara rememora cómo fue la valiente muerte del virrey Blasco Núñez Vela.


     (666) No estará de más recoger algo de lo que cuenta Pedro Gutiérrez de Santa Clara sobre la muerte del virrey Blasco Núñez Vela. Lo primero que llama la atención es que participara en esta batalla de Iñaquito, la de su derrota y muerte, en primera línea de combate. Vimos que, en el bando contrario, los capitanes le convencieron a Gonzalo Pizarro para que se colocara en un lugar discreto, como simple 'director de orquesta', aunque luego participó a caballo, en lo que, según Cieza, tenía mucha habilidad. También Cristóbal Vaca de Castro, en el enfrentamiento de Chupas, se colocó aparte, como observador de lo que ocurría, e, incluso, hizo algo criticable: se rodeó de los mejores capitanes para que fueran su guardia personal, hasta que uno de ellos, por impaciencia o por vergüenza torera, arremetió contra los enemigos, arrastrando consigo al resto de los que amparaban a Vaca de Castro. Tampoco se le ocurrió a nadie pedirle al gran Pedro de la Gasca que entrara en la lucha en los combates, porque no era militar, y lo que se valoraba en él era su inteligencia y su fuerza moral.
     Pero lo del pundonoroso virrey fue otra cosa, como nos dice Santa Clara: "El buen virrey, conociendo claramente que la infantería llevaba la peor parte de la batalla, arremetió con gran furor a sus enemigos. Andando el virrey haciendo lo que un buen caballero debía, le salieron cuatro de a caballo, uno de los cuales era Hernando de Torres, vecino de Arequipa, quien le alcanzó con su lanza y le llagó malamente por el lado derecho. Los demás lo hirieron en la cabeza, de lo que cayó al suelo, desatinado, malherido, y bien cansado y quebrantado, porque era ya viejo. Pero, como era esforzado y animoso, cobrando su espada, quiso ir en busca de los que le habían herido, los cuales, no reconociéndole (ya vimos que llevaba una camiseta de indio), pasaron de largo. Salió a pie de la batalla lo mejor que pudo, y fue a caer en el suelo no muy lejos".
     Luego habla de otros capitanes: "Mataron los tiranos de un arcabuzazo al capitán Francisco de Cepeda, y a otros muchos valientes caballeros que se quisieron señalar aquel día en servicio de Su Majestad. Como todos estaban muy fatigados, y por no tener quien los animase, porque el virrey y Don Alonso de Montemayor no aparecían, los leales comenzaron a aflojar". Los de Gonzalo Pizarro apresaron a los heridos del bando contrario, y a muchos de los que pudieron huir. El virrey era muy consciente de que estaba gravemente herido, e, incluso de que, en cuanto lo reconocieran a pesar de su vestimenta, habría muchas probabilidades de que lo mataran, y quiso purificar su alma: "Vio pasar junto a él al padre Rodrigo Alonso de Herrera, que era capellán del tirano. Lo llamó y le dijo que le oyese en confesión, porque estaba muy cercano a la muerte. El capellán tuvo compasión de él, y se apeó del caballo para confesarle. Al no reconocerle, le preguntó quién era, y le respondió que no era asunto de su interés. Y de esta manera, el padre le comenzó a confesar".
     Después narra de qué manera mató Benito Suárez de Carvajal al virrey, y cómo, llevada su cabeza a la plaza de Quito, "Ventura Beltrán y Juan de la Torre Villegas, tomando mechones de su barba, se los pusieron en los cordones de sus sombreros, diciendo que los llevaban para que no se les olvidase el rencor que tenían contra él".

    (Imagen) Inca Garcilaso contó que un capitán (callándose su nombre) había profanado la cabeza del cadáver del virrey arrancándole pelos de su barba, para colocarlos como recuerdo y mofa en su sombrero. Gonzalo Pizarro tuvo la sensatez de ordenarle que los quitara de inmediato. El cronista Santa Clara no oculta nada, y, además, precisa que fueron dos los autores: el madrileño JUAN DE LA TORRE VILLEGAS y VENTURA BELTRÁN (de quien ya hemos hablado). Hay una carta escrita por Juan de la Torre, dirigida a Gonzalo Pizarro, que recoge muy bien la desquiciante persecución a que fueron sometidos Diego Centeno y sus hombres tras ser derrotados por los pizarristas en la batalla de Huarina (que pronto tendrá lugar): "Centeno huye con sus hombres después de que vuestra señoría les venció en la batalla". Menciona, entre los más importantes de sus acompañantes, a Pedro Pizarro (el cronista que ya conocemos), un clérigo apellidado Vizcaíno, y dos parientes de Francisco de Almendras (a quien, como vimos, le mató Centeno), Martín de Almendras y un hermano suyo, curiosamente, enemigos de Gonzalo Pizarro. Y añade un comentario despectivo y tétrico: "Hemos topado (en la persecución) con hombrecillos y caballos muertos". VENTURA DE BELTRÁN escribió una carta al Rey (la de la imagen) hacia 1554, en la que presume de haberle servido siempre, orillando descaradamente que luchó contra ese virrey al que luego le arrancó las barbas. Pero es evidente que abandonó después a Gonzalo Pizarro, aceptando la sabia amnistía que Pedro de la Gasca ofrecía a quienes volvieran al servicio del Rey. Es muy probable que también JUAN DE LA TORRE VILLEGAS aceptara la oferta. Le contaba Pedro de la Gasca al Rey: "Se despacharon cartas a Juan de la Torre y a otros que estaban con él, diciéndoles que se viniesen al servicio de su Majestad, y se les mandó un documento en el que se prometía que todos los que se apartasen de la rebelión de Gonzalo Pizarro, gozarían del perdón de Su Majestad, y que, de no hacerlo, se les tendría por traidores".



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