(678) Es el momento de intercalar lo que
cuenta el cronista Santa Clara de la historia del, en su día, 'resucitado'
Matías Morales de Ambún, del que hemos visto, primeramente, que Carvajal decía que
lo 'desahorcó', y, después, cómo terminó por matarlo. Santa Clara lo explica
como una anécdota asombrosa que muchos consideraron un milagro, aunque todo
apunta a que Matías Morales se aprovechó de la credulidad supersticiosa de
quienes le escuchaban. También lo creía así Santa Clara, pero el asunto le
tenía asombrado: "Estoy perplejo, y muy dudoso de contar algo que sucedió
en esta tierra. Pero como lo vieron muchos, me atreveré a decir lo que pasó.
Francisco de Carvajal fue a hacer reverencia a Morales de Ambún, el cual había
quedado muerto en el campo en que fue derrotado y ejecutado Lope de Mendoza.
Cuando Carvajal y algunos que estaba con él le vieron vivo, quedaron
asombrados. Por lo cual le iban a ver los soldados alabando a Dios por haber
querido mostrar en este hombre su divina misericordia, y le miraban como a
hombre que venía del otro mundo".
También Carvajal le miraba con esos ojos:
"Fue muy cortés con él, y mandó que le diesen lo que necesitara, más un
caballo, pero él no quiso recibir cosa alguna, diciendo que quería cumplir un
voto que había hecho a Dios Nuestro Señor. Él andaba por el campamento de la
tropa, pero apartado y solo, rezando y encomendándose a Dios".
De forma indirecta, sabemos que Santa
Clara se puso también en contacto con él, ya que, como curioso cronista, no
pudo resistir la tentación de hacerle preguntas a Morales para conocer algo más
de lo que parecía una experiencia mística, aunque es fácil adivinar lo que
realmente ocurrió. El cronista llegará, un poco decepcionado, a la misma
conclusión: "Estando yo y él después en la Villa de la Plata (poco
antes de que mataran 'de verdad' a Morales), en casa de Juan de Orellana,
le pregunté a Morales qué había sentido cuando se le arrancaba el alma del
cuerpo, y qué es lo que había visto del otro mundo. Me respondió hablando a
manera de fraile bendito: 'Cuando me empezaron a apretar con el cordel y con el
garrote, sentí tan insoportable dolor como el de quien está padeciendo la cruda
muerte. Quedando ya muerto, vi ante mí una grandísima claridad, y se me
presentó la madre de toda piedad, la Virgen Santa María, y me parecía que
estaba en un vergel muy deleitoso. Luego me devolvió a este mundo, diciéndome
que mudase de vida y que hiciera penitencia por mis grandes culpas y pecados.
Después me quité el garrote, y, estando solo en el campo, vine a esta villa
buscando un monasterio para hacerme fraile".
Entre los que le oían, hubo opiniones para
todos los gustos. Muchos lo consideraron un timador. Otros pensaron que le tocó
en suerte un milagro. Pero hay dos cosas que son suficientes para explicarlo, y
que hasta el mismo Carvajal las vio después claras, aunque faltó poco para que
fuera víctima de un atentado mortal. Se sabía que Morales fue el último que
pasó por las manos del verdugo, quien, por descuido o por cansancio de la
tarea, hizo una chapuza de ejecución, sin matar del todo a Morales, e incluso
se fue dejándole puesto el garrote. Eso explicaría su 'resurrección'. Lo que
tampoco resulta misterioso es que el 'difunto' fuera al encuentro de las tropas
de Carvajal: "Morales no tenía más fin que el de la venganza por la muerte
que quiso darle. Su objetivo, pues, era matarlo, y fue lástima que ocurriera lo
contrario, pues el verdugo no falló la segunda vez".
(Imagen) Tras su reciente victoria,
Francisco de Carvajal se dedicó a gestiones de tipo político, militar y
administrativo. Entre otras cosas, necesitaba obtener la mayor cantidad posible
de plata de las minas de Porco, situadas en Potosí. Por medio de dos
mensajeros, le pidió que se encargara de conseguirlo a PEDRO DE SORIA, que era
mayordomo del Hernando Pizarro, y administraba sus haciendas en aquella zona,
minas incluidas, a quien sin duda tendría al corriente de todo durante su
presidio en el Castillo de la Mota (Medina del Campo), aunque, como veremos, a Pedro de Soria solamente le quedaba un año de vida. En una
carta que le mandó Gonzalo Pizarro desde Quito el 21 de enero de 1546, se ve
que le tenía una gran confianza, pero se muestra algo molesto por las
peticiones de ayudas y concesiones de indios que Soria le hizo para varias
personas. Le añade que él no tiene la culpa de que algunos hayan creado
problemas en la zona, y que, sin duda, "Alonso de Toro los hará
cuartos". Pedro le había puesto al corriente de que los vecinos de
Arequipa eran unos bellacos, y Gonzalo le contesta que confía en que "Francisco
de Carvajal se habrá dado buena maña en ese asunto y ya estará todo
remediado". También le había pedido ayuda para los numerosos hijos de
Francisco de Almendras (al que, como sabemos, mató Diego Centeno), y le
responde que se cuidará de ello a su tiempo. Le comunica a Soria que le ha dado
a Pedro de Hinojosa las encomiendas de indios que les había quitado a Diego
Centeno y Lope de Mendoza (quien ya había sido ejecutado). Le dice que deje
pendiente las cuentas de las haciendas de Hernando Pizarro hasta que él escriba
desde España. Y le comunica un dato escueto pero impresionante: "Vino hace
poco tiempo Blasco Núñez (el virrey) con el gobernador Belalcázar y 450
hombres, salí a darle batalla, en la cual quiso Nuestro Señor darnos victoria,
y matamos al virrey y a sus capitanes, quedando nosotros tan en paz y
tranquilos como creo que lo estaremos siempre". Eso ocurrió tres días
antes de firmar la carta, y, en su ceguera, Gonzalo Pizarro no imaginó que
Pedro de la Gasca, quien ya estaba de camino, le cortaría la cabeza, no solo a
él, sino también a PEDRO DE SORIA.
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