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–Tuvo Cortés, dolce poverello, un problemilla de dignidades.
-Veramente, caro Sancio; pero lo resolvió
eliminando tonterías en plan mandón: “Como vio Cortés que no había para los 13
bergantines suficientes marineros que supiesen remar, y muchos dellos se
rehusaban, hizo pesquisa sobre quiénes eran de algún puerto de mar, y les
mandó, so graves penas, que entrasen en los bergantines. Y aunque más hidalgos
dijesen que eran, los obligó, saliendo después mejor librados que los que
estábamos batallando en las calzadas”. Nombró luego a un capitán por cada
bergantín. Bernal cita los nombres, y así sabemos que uno de ellos era Juan
Jaramillo, que se convertiría después en marido de la deliciosa doña Marina.
-Qué
penuca, socio. Pero sigamos adelante. Llegaron refuerzos de indios amigos:
muchísimos tlaxcaltecas, capitaneados por el revoltoso Xicotenca el Mozo, “y
unos pocos de Cholula, que desque los sometimos no nos fueron contrarios, ni
cuando nos echaron de México. Y Cortés les hizo mucho acato y los abrazó al
Xicotenca y los demás capitanes, que habían llegado con los tlaxcaltecas en
buen orden y gritando: ‘¡Viva el emperador, nuestro señor! y ¡Castilla,
Castilla, Tlaxcala, Tlaxcala!’. Cortés hizo tres escuadrones para organizar la
batalla. Uno (del que formaba parte
Bernal), mandado por Pedro de Alvarado, sitiaría Tacuba; otro, con el
capitán Cristóbal de Olid, haría lo mismo en Coyoacán; y el tercero, a las
órdenes de Gonzalo de Sandoval (cómo ascendía el jovenzuelo), se encargaría de
Iztapalapa. Al frente de los 13 bergantines, con 300 soldados, estaba el propio
Cortés. Iban a partir el día siguiente, y (ya ni siquiera es sorpresa) surgió
un grave problema. “Se enviaron por delante todas las capitanías de los
tlaxcaltecas, y los capitanes vieron que no les acompañaba Xicotenca el Mozo.
Supieron que se había vuelto a Tlaxcala y que pretendía tomar por la fuerza el
cacicazgo. El cacique Chichimecatecle volvió a Texcoco a hacérselo saber a
Cortés. Y enterado, mandó que fueran 5 principales de Texcoco y 2 de Tlaxcala,
amigos de Xicotenca, para que volviera, rogándole que no infamara con lo que
hacía a los de Tlaxcala, porque eran grandes servidores de Su Majestad, ni a su
padre, ni a los demás caciques. Respondió que si su padre le hubiese creído, no
nos habríamos señoreado tanto dellos, y
que no quería venir”. ¿Qué hará Cortés?
-Conociendo al personaje y la acuciante
situación, ejemplar clérigo, era fácil preverlo. “Y así que Cortés supo aquella
respuesta, dio un mandamiento a un alguacil para que, con 4 de a caballo y 5 indios principales de
Texcoco, fuesen muy en posta (con la
máxima rapidez), y doquiera que lo alcanzasen, lo ahorcasen; y dijo: ‘Ya en
este cacique no hay enmienda, sino que
siempre nos ha de ser traidor y malo y de malos consejos, y ya no es tiempo de
disimular más lo pasado’. Cuando
Pedro de Alvarado lo supo, rogó mucho por él, y Cortés le dio buena respuesta,
pero secretamente mandó al alguacil que
no le quedasen con la vida. Y así se hizo, de manera que en un pueblo
sujeto a Texcoco le ahorcaron, y en esto fue a parar su traición. Algunos
tlaxcaltecas dijeron que Xicotenca el Viejo envió a decir a Cortés que su hijo era malo,
que no se confiase de él y que procurase
de le matar”. Como es lógico, Xicotenca el Mozo se ha convertido en otro de los
héroes nacionales de México, pero tampoco se puede olvidar que los tlaxcaltecas
permanecieron siendo fieles aliados de los españoles. Y añade Bernal: “Por esta
causa nos detuvimos aquel día sin salir de Texcoco. Y al otro día, que fue 13
de mayo de 1521, nos pusimos en marcha”.
Y allá que se fueron, con una sola alternativa: vencer o morir.
Foto: Viendo el plano del lago de Texcoco,
se entiende la estrategia de Cortés. Él se encargaría de la escuadra de
bergantines. Por tierra, atacarían la gran ciudad: Sandoval desde Iztapalapa;
Olid, desde Coyoacán, y Sandoval desde Tacuba (Tlacopan). Tiene mucha lógica el
plan porque las tres poblaciones enlazaban con Tenochtitlán por calzadas
trazadas sobre el agua; la pesadilla era que en todas había puntos en los que
se podía cortar el paso quitando los puentes. Pero, como contrapartida, los
españoles aislaban a los aztecas cerrándoles todas las salidas.
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