viernes, 22 de julio de 2016

(Día 334) LA “NORMALIDAD” DE LA ESCLAVITUD, de la que escapaban con astucia. MORDAZ crítica de BERNAL a los frailes VENDEDORES DE BULAS. Para otro ataque, colaboraron con los españoles VEINTE MIL INDIOS. Una metáfora de BERNAL resulta espeluznante.

(86) -Volvemos, virtuoso escribano, a la barbarie del esclavismo.
     -Lo justificaban, santo padre, como botín de guerra; pero era demasiado cínico el planteamiento, y se prohibió totalmente más tarde. Bernal mostrará de nuevo sin paliativos el egoísmo económico de Cortés: “Como había ya muchos esclavos de las luchas pasadas, fue acordado que se herrasen. La mayoría de los soldados llevamos nuestras piezas para que las marcasen, creyendo que nos  devolverían las mismas, pero se hizo peor que en Tepeaca, de manera que después de repartirlas a Cortés y los capitanes, nos desaparecían las mejores indias. Y desde entonces muchos soldados que teníamos buenas indias, las escondíamos y no las llevábamos a herrar, diciendo que se habían huido, o las dejábamos en  nuestros aposentos como que eran naborías (sirvientes) que habían venido de paz”. Da también un detalle de lo importante que era qué clase de amo les tocaba: “Como las esclavas conocían a los soldados y sabían si trataban bien o mal a las indias, y si tenían fama de caballeros o no, si en el reparto se quedaba con ellas algún soldado que  no las contentaba o las había tratado mal, de presto desaparecían y no las veían más, y preguntar por ellas era como buscar a Mahoma (Mohamed) en Granada, o escribir a ‘mi hijo el bachiller en Salamanca’  (o preguntar por Pedro en Burgos)”.
     -No te hagas el tonto, liante, que otra vez me dejas sufrir el bochorno de los abusos de mi casta clerical. Pues allá vamos, y me tragaré el sapo: “En aquella sazón vino un navío de Castilla, llegando en él por tesorero de Su Majestad un Julián de Alderete, y también un fraile de San Francisco que se decía fray Pedro Melgarejo de Urrea, que trajo unas bulas del señor San Pedro (del Vaticano), para que con ellas nos compusiéramos (o sea, purificación total) si algo éramos en cargo por las guerras en que andábamos, por manera que en pocos meses el fraile fue rico y compuesto (qué guasón) a Castilla”. Y Bernal, que no lo puede evitar, da de nuevo en la ‘tecla’ de mi padrino: “No me acuerdo de las nuevas que de Castilla trajeron, mas paréceme que dijeron que Fonseca, el obispo de Burgos ya había perdido algo de poder, y Su Majestad no estaba a bien con él desde que supo de  nuestros buenos servicios”. De ahí que el barco fuera una bendición por sus muchas provisiones de todo tipo y, además, porque suponía ya un reconocimiento oficial de la empresa de Cortés.
     Pero el baile era interminable: parecía que se entrenaban con aperitivos para darse luego el gran atracón de tragarse Tenochtitlán. Una vez más llegaron los de Chalco pidiendo ayuda por la pesadilla azteca. Así que Cortés quiso zanjar el asunto yendo a luchar contra los mexicanos con unos 360 soldados y un buen grupo de indios amigos, más un refuerzo impresionante: “Mandó llamar a todos los caciques amigos de aquella provincia, y les hizo un parlamento con nuestras lenguas, doña Marina y Aguilar”. Les soltó un discurso ciceroniano con hábiles argumentos que le harían ver a un ciego lo que todos se estaban jugando en aquellos momentos: “Y les pidió que al otro día estuvieran aparejados sus guerreros para ir con nosotros; desque lo entendieron, todos a una dijeron que así lo harían. De manera que vinieron después  más de 20.000 amigos, que tantos  nunca vi en las entradas que estuve en Nueva España”.
Terminemos, para no variar, con una cruda explicación de Bernal, seguida de un ejemplo que  nos eriza el cabello: “Ya he dicho otra vez que iba tanta multitud dellos a causa de los despojos que se tendrían, y, lo más cierto, por hartarse de carne humana. Y son, a manera de decir, como cuando en Italia salía un ejército de una parte a otra, y le siguen cuervos y milanos y otras aves de rapiña que se mantienen de los cuerpos muertos que quedan en el campo al darse una batalla muy sangrienta; así lo pensaba yo cuando nos seguían tantos millares de indios”. La anotación es espeluznante, pero de una fuerza narrativa insuperable.

     (Foto: Un buen artista de raíces tlaxcaltecas, y con buenos conocimientos históricos, Desiderio Hernández Xochitiotzin, ya fallecido, pintó un gran mural en el Palacio del Gobierno de Tlaxcala, y ahí vemos parte del mismo; probablemente el cacique central sea el anciano y ciego Xicotencatl, quizá recibiendo a su rebelde hijo. Todos los pueblos de México compartían la misma cultura refinada, pero con la crueldad que simboliza la pirámide del fondo. La alianza entre tlaxcaltecas y españoles fue inquebrantable y definitiva).


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