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–El mismo día, secre, el mismo tenebroso día de su llegada.
-Evidentemente, reverendísimo padre, los
mexicanos les dejaron vía libre: querían que entraran en Tenochtitlán para masacrarlos
al instante. Vino medio histérico y espeluznado de pavor un soldado diciendo
que “estaba toda la ciudad llena de gente de guerra y por el camino le habían
dado dos heridas, e que se les soltó cuando ya le tenían asido para llevarle a
sacrificar; y nos pesó mucho oírle, porque bien entendido teníamos que, por
bien que peleáramos, habíamos de pasar gran peligro de nuestras vidas, y hambre
e trabajos. Mandó presto Cortés que mirase Diego de Ordaz con 400 soldados qué
era aquello que decía el soldado, y aún no hubo llegado a media calle que le
atacaron muchos escuadrones de guerreros, y otros desde las azoteas, y le
dieron tales combates que le mataron 18 soldados, e hirieron a la mayoría, de
manera que tuvo que volverse. Y de seguido vinieron muchos más contra nuestros
aposentos, y nos mataron otros doce". ¿Cómo los ves, daddy?
-Horrible cosa pelear sin esperanza
alguna, compañeiro, dando por hecho que se les terminaba la vida. No obstante
el instinto de supervivencia es ciego, y Cortés, olvidándose de su reciente
negativismo, “desque amaneció acordó que saliésemos a pelear, y lo hicimos muy
bien, pero ellos tenían tantos escuadrones que se remudaban de rato en rato, y
si matábamos 30 o 40 de cada arremetida, más enteros y con más vigor peleaban. E
no sé yo por qué lo escribo así tan tibiamente, porque algunos soldados que
habían estado en las batallas de Italia, juraron que guerras tan bravosas jamás
habían visto”. El día siguiente los españoles a salir contra los aztecas, esta
vez cubiertos algunos por unas casetas de madera que habían hecho durante la
noche, y, en medio de la refriega, tomaron una decisión que se diría solamente
destinada a demostrarles a los indios su coraje y a bajarles la moral:
“Determinamos ir hasta el gran cu de Huichilobos. Y con gran concierto subimos
hasta arriba. Aquí se mostró Cortés muy varón, como siempre lo fue (Bernal es amigo de la verdad: critica y
alaba honradamente). ¡Oh qué pelear aquí tuvimos! Y nos ayudaron muy bien
los tlaxcaltecas. Pusimos fuego a sus ídolos, y con mucho riesgo de nuestras
personas nos volvimos a nuestros aposentos, con todos heridos y 16 muertos, y
los indios siempre apretándonos por las espaldas de manera que, aunque más
claro lo diga, no lo puedo escenificar”. Bernal se esfuerza en hacernos
comprender lo heroica que fue la hazaña de llegar a la cima del templo: “Muchas
veces he visto pintada en lienzos mexicanos y tlaxcaltecas esta batalla y
subida que hicimos en este gran cu, y tiénenlo por cosa muy heroica, y aunque
nos pintan a nosotros muy heridos corriendo sangre e muchos muertos, en mucho
lo tienen y como cosa imposible que pudiésemos subirlo. También quiero decir
las maldiciones que los de Narváez echaban a Cortés, porque bien pacíficos
estaban en sus casas en la isla de Cuba”. Habían hecho una ‘machada’ subiendo
al templo, y presumirían de ello toda la vida, pero hasta el más ciego se daba
cuenta claramente de que era necesario abandonar, lo antes posible, aquel
matadero que llevaba cobradas las vidas de 46 soldados: “Y acordamos pedirles
las paces para salir de México. Pero al amanecer muchos escuadrones de indios
nos cercaron por todas partes. E viendo todo esto, acordó Cortés que el gran
Moctezuma les hablase desde una azotea, y les dijese que cesasen las guerras
porque nos queríamos ir de su ciudad. Y dicen que respondió con gran dolor que ya no deseaba vivir ni oír a
Malinche, pues por su causa estaba tan desventurado, y que sus palabras eran
falsas y sus promesas mentiras. Y no quiso venir”. Ciertamente, no era menos
desesperada la situación de Moctezuma que la de los aterrorizados españoles.
(Foto: Otro de los dibujos del famosísimo
Lienzo de Tlaxcala, que fue pintado a mediados del siglo XVI. No fantasea
Bernal cuando dice que la toma del Templo Mayor quedó como algo casi mítico y
repetidas veces pintado. Sin duda fue heroico, pero lo que uno no sabe es por
qué lo llevaron a cabo; quizá con la absurda idea de desmoralizar a México
entero quemando sus ídolos y demostrando de lo que eran capaces. Lo cierto es
que murieron 16 españoles, así como muchos de sus amigos tlaxcaltecas, y los
aztecas se pusieron aún más furiosos).
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