domingo, 10 de julio de 2016

(Día 322) VAN HUYENDO CON EL ACOSO CONSTANTE DE LOS AZTECAS. Llevan una angustia añadida: ¿LES RECIBIRÁN BIEN LOS INDIOS AMIGOS DE TLAXCALA? El continuo luchar durante la huida tuvo su punto álgido en la ÉPICA BATALLA DE OTUMBA, saliendo vencedores los españoles y frenando así la persecución.

(74) –No es extraño, coleguita, que temblara Bernal recordando.
     -Y hasta pide disculpas, querido maestro, por ser repetitivo: “Por fuerza tengo que volver  a hablar de los escuadrones que nos seguían y mataban a muchos de nosotros. Era lástima vernos curar nuestras heridas. Pero llorábamos más por los caballeros y esforzados soldados que faltaban, y escribir los nombres de todos ellos sería no acabar de presto. Ni siquiera al Botello le aprovechó su astrología, que también se quedó allá con su caballo. Y asimismo quedaron muertos en los puentes los hijos de Moctezuma y los prisioneros que traíamos, el Cacamatzín, señor de Texcoco, y otros reyes de provincias”. Pero tenían una preocupación añadida.
     -No había más opción, secre, que la de continuar la huida, acosados sin tregua, hacia Tlaxcala: “Pero lo peor de todo era que no sabíamos la voluntad que habíamos de hallar en  nuestros amigos tlaxcaltecas (¿les seguirían siendo fieles en la derrota?)”. En el revoltijo de los recuerdos, a Bernal se le cruza uno tierno: “Olvidado me he de escribir el contento que recibimos de ver viva a nuestra doña Marina y a doña Luisa, la hija de Xicotenca, que las salvaron en los puentes unos tlaxcaltecas”. Pudieron descansar de noche, después de comerse un caballo que había  muerto, pero de día tenían que continuar su escapada repeliendo a aquella muchedumbre feroz, que surgía de todas partes: “¡Oh qué cosa era de ver estas terribles batallas, cómo andábamos tan revueltos con ellos, y qué cuchilladas les dábamos, y con qué furia los perros (de guerra) peleaban, y qué herir y matar hacían en nosotros con sus lanzas y macanas!”. Y fíjate, poético carrozón, cómo animaban los capitanes.
      Dieron ejemplo de coraje, ilustre abad: “Pues quiero decir cómo Cortés, Cristóbal de Olid, Gonzalo de Sandoval, Gonzalo Domínguez y un Juan de Salamanca andaban de una parte a otra rompiendo los escuadrones, aunque estaban bien heridos. Y Cortés nos decía que la estocada que diésemos fuese en señores señalados, los que traían grandes penachos. Y nos animaba el valiente y animoso Sandoval diciendo: ‘¡Ea, señores, que hoy es el día que hemos de vencer; tened esperanza en Dios de que saldremos vivos para  algún buen fin!’. Y quiso Dios que Cortés viera al gran capitán de los mexicanos con sus principales, que todos traían grandes penachos”. Como puestos en bandeja, reve.
     -Era la estrategia preferida de Cortés: descabezar al enemigo. Estaban inmersos durante la huida en una de las batallas más épicas de la historia de Indias, la de Otumba, y Hernán no iba a desaprovechar el descuido del mando mexicano. Así que, como un relámpago, les gritó a sus capitanes: “¡Ea, señores, rompamos por ellos y que no quede ninguno sin heridas!’. Y arremetimos todos con tal fuerza que matamos al gran capitán que traía la bandera mexicana y a muchos otros guerreros, con lo que aflojó su batallar. Y nuestros amigos de Tlaxcala estaban hechos unos leones, luchando muy esforzadamente. Dimos entonces muchas gracias a Dios por haber escapado de tan gran multitud de gente, porque no se había visto en las Indias ninguna lucha con tan gran número de guerreros juntos, ocurriendo esta batalla de Otumba a 14 días del mes de julio de 1520 (siempre que Bernal da una fecha, se trata de algún momento grandioso)”. Fue una auténtica victoria, porque los mexicanos se amedrentaron y ya no se sintieron capaces de exterminarlos. Pero el balance de bajas españolas y tlaxcaltecas resultó escalofriante. Oigamos a Bernal: “Cuando fuimos a México para socorrer a Alvarado, éramos unos 1.300 soldados, e más de 2.000 tlaxcaltecas. En cinco días, desde que salimos huidos, fueron muertos e sacrificados sobre  870 soldados, y 1.200 tlaxcaltecas. Y si bien miramos, tuvimos mal gozo del oro, y si de los de Narváez murieron muchos más en los puentes que los de Cortés fue por ir muy cargados de oro, porque con el peso de ello no podían salir bien ni nadar”. La expulsión de México fue una de las batallas más trágicas de todas las Indias y una derrota fulminante.

     (Foto: La pintura es del siglo XVI. En Otumba, los españoles atacaron en tromba para acabar con el gran capitán mexicano; Cortés lo derribó con un golpe de su caballo; lo remató Juan de Salamanca, que es quien le entrega a Hernán el estandarte que llevaba el jefe, al que vemos sin vida en primer plano. Los aztecas tenían dos puntos vulnerables: 1.- Procuraban, más que matar, apresar a los enemigos para sacrificarlos; 2.- Si  moría el líder principal, se derrumbaba su moral guerrera).


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