viernes, 1 de julio de 2016

(Día 313) CORTÉS maneja hábilmente las negociaciones con NARVÁEZ enredándole en una trama de sobornos e infidelidades. Hasta los indios se daban cuenta del engaño y se lo advierten al desprevenido NARVÁEZ, que, por si acaso, SE PREPARA PARA LA GUERRA. Al mismo tiempo, en TENOCHTITLÁN, aumentaba la angustia por el TEMOR A UNA SUBLEVACIÓN DE LOS AZTECAS.

(65) –Cuanto mayor la dificultad, secre, más astuto Cortés.
     -Y sin remordimientos, reverendo. El ejército de Narváez y la tropilla de Hernán permanecían próximos, y había correos de ida y vuelta tanteándose mutuamente. El retorcido Cortés consiguió que viniera a negociar la paz “Andrés de Duero, secretario de Diego Velázquez, muy estimado y prominente en la armada de Narváez”. Pero recordemos que Andrés era  algo más, de vital importancia para sus planes de acabar con el enemigo: se trataba (casi nada) de uno de los dos socios (el otro había muerto) que le pusieron en marcha a Cortés su expedición en Cuba. El ‘pánfilo’ de Narváez le encargó la misión de conseguir la rendición de su enemigo, pero Andrés de Duero iba con otras intenciones. “Como vio en aquel instante a Cortés, su compañero, tan rico y poderoso, so color de que venía a poner paces y favorecer al Narváez, en lo que entendió fue en pedir su parte en la sociedad. Y como Cortés era sagaz y mañoso, no solo le prometió dar gran tesoro, sino que le daría en toda la armada tanto poder como el suyo, con tal que se concertara con otros caballeros, que aquí no nombro (discreto, Bernal), que estaban convocados para que Narváez no saliese con la vida y la honra, y le desbaratasen; y con intención de atraerle, cargó con oro a sus dos indios de Cuba (para Andrés y para sobornar a la soldadesca de Narváez). Y, según parece, el Duero se lo prometió”. Tras la zanahoria, la amenaza; cuando iba a partir, le dijo Cortés: “Procure, señor Andrés de Duero, cumplir lo que tenemos platicado; si no, en mi conciencia –que así juraba Cortés- que, cuando llegue yo allá, al primero al que le eche la lanza será a vuestra merced. Y Duero se rio, y dijo que no le sería contrario”. Mientras, la cabeza de Cortés  seguía echando humo…
     -Cada ficha que  movía, dolce poverello, tenía doble intención. Se buscó otro enlace envenenado para Narváez, porque se trataba de un pariente del gobernador Diego Velázquez que, al principio, fue de los contrarios a Cortés, pero quedó seducido por el brillo de sus victorias y el oro que le daba según fueron avanzando hacia México. Era “el capitán Juan Velázquez de León, persona de mucha valía, al que le dijo que le enviaba con algunas cositas (joyas) para que se las diese a quienes él le señaló, y que luego iría el señor Diego de Ordaz, que Narváez lo deseaba ver por haber sido mayordomo de Diego Velázquez”. O sea, dos personajes que el ingenuo Pánfilo recibiría sin desconfianza.
     Llegó, pues, Juan Velázquez de León adonde Narváez, y de inmediato le dijo que solo venía para tratar de pacificar la situación y hacerlos amigos. “Entonces Narváez le dijo muy airado que cómo se atrevía a pedirle amistad con un traidor que se había alzado al gobernador de Cuba; y Juan Velázquez le respondió que Cortés no era un traidor. E luego Narváez le ofreció grandes prometimientos para que se quedara con él, pero se negó a hacerlo. Cuando llegó de vuelta, ¡qué regocijos tuvimos todos! Y contó Juan Velázquez todo lo acaecido y cómo dio secretamente las cadenas, tejuelos y joyas de oro a las personas que Cortés mandó. Y todos nosotros nos holgábamos de lo oír como si fuéramos a bodas y regocijos,  sabiendo que al otro día habíamos de entrar en batallas de vencer o morir en ellas”. Da risa pensar que tuvo que abrirles los ojos a Narváez y a sus hombres el cacique gordo, temeroso por no haberse resistido a que le quitaran las cosas de Cortés que tenía en depósito. Se lo dijo bien claro: “¿Qué hacéis tan descuidados? ¿Pensáis que Malinche y sus teúles son así como vosotros? Pues yo os digo que, cuando no os catéis, estará aquí y os matará’. Y aunque hacían burla del cacique, se apercibieron, y lo primero que hicieron fue pregonar guerra contra nosotros a fuego y a sangre”.

     (Foto: Representación de un cacique azteca dispuesto a todo: era demasiado profunda la herida del pueblo mexicano, y sus guerreros estaban a punto de atacar en masa a los españoles, aunque le costara la vida a Moctezuma. Sería un juego de niños eliminar al pequeño grupo de invasores recluidos, como sombras asustadas, en las dependencias del Templo Mayor).


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