jueves, 14 de julio de 2016

(Día 326) TRES BARCOS DE FRANCISCO DE GARAY llegan, por error, a la demarcación de CORTÉS. Para no variar, todos se pasan al bando del gran capitán. LOS DE CORTÉS siguen castigando a poblados en los que se había matado a españoles. TODOS EN MÉXICO estaban asustados, incluso CUAUHTÉMOC. El prestigio de CORTÉS se va haciendo mítico.

(78) - Surgió un nuevo incidente, príncipe de las letras; y van...
     -Y van tropecientos, reverendísimo. Es el primer asomo de una cuestión que más tarde se hará muy problemática. Cuéntalo, daddy.
     -Lo voy a abreviar porque, de momento, Cortés lo resolvió sin despeinarse. En la historia de Indias hubo conflictos muy graves por la ambigüedad de los límites establecidos en las licencias de exploración. La tarta de México era inmensa, y los ambiciosos se movían en la Corte solicitando exclusivas. Uno de ellos era Francisco de Garay, que ya nos visitó en alguna tertulia pasada.  Dijimos que era de Sopuerta (Vizcaya), y tan veterano en América que llegó en el segundo viaje de Colón. Pero  mi queridísimo hijo putativo (que el Señor le bendiga) me cede los trastos por otra razón: Garay y yo éramos el no va más en Jamaica: el Gobernador y el Abad respectivamente, aunque  mis cansados pies nunca pisaron aquella tierra (rubor me da decir que me enviaban los diezmos). Como el ilustre Garay era inmensamente rico, se permitió el lujo, previo permiso real, de preparar  carísimas expediciones para conquistar y poblar en tierras costeras de México, aunque con linderos algo confusos. Y el tío se pasó: sus barcos tocaron en la zona que ya tenía controlada Cortés. Más adelante veremos que toda la increíble suerte que tuvo en su vida hasta entonces, se fue despeñadero abajo poco a poco, con cierto parecido al episodio de Narváez.
     -Te relevo, dottore. La primera calamidad de las empresas de Garay la cuenta Bernal (se enteró por una carta que recibió Cortés), añadiendo uno de sus sorprendentes chascarrillos: “Llegó uno de los navíos de Garay al puerto del peñón de nombre feo, que le llamaban “el tal de Bernal” (el ‘tal’ suponemos lo que es, pero no sabemos si se refería al de nuestro Bernal). Iba por capitán un fulano Camargo, y traía sobre 60 soldados, todos dolientes, muy amarillos y con las barrigas hinchadas, y dijo que al resto de la expedición los habían muerto los indios de Pánuco”. Como pasó con Narváez, todos los recién llegados fueron a incorporarse a las tropas de Cortés. Y llegó luego otro barco de Garay destinado a ayudar a la expedición anterior; carentes ya de objetivo, “se fueron todos adonde estábamos con Cortés, y fue este el mejor socorro y al mejor tiempo que le habíamos menester”. El gran líder lo engullía todo como un  gigantesco remolino. Mal asunto para Garay. Se repitió la historia con un tercer barco de Garay. De manera que, con estos, más el que anteriormente mandó el desorientado gobernador Velázquez, las tropas de Cortés se incrementaron en unos 120 soldados; así que, fortalecidos con tan benditos incidentes, se lanzó otro  ataque de castigo contra poblaciones donde habían matado a españoles (y que se vaya enterando Cuauhtémoc). “Envió Cortés por capitán para hacer aquella entrada a Gonzalo de Sandoval, que era muy esforzado y de buenos consejos, con 200 soldados y muchos tlaxcaltecas”. Eran como una apisonadora, “y vinieron los caciques de aquellos pueblos a demandar perdón y dar la obediencia a Su Majestad. Volvieron los soldados con buena presa de esclavos; y, en adelante, tenía Cortés tanta fama en todos los pueblos de Nueva España, por la justicia que hacía y lo esforzado que era, que a todos ponía temor, e muy mayor a Cuauhtémoc”. La frase que sigue pone de relieve cómo se iba extendiendo y asentando como una mancha de aceite su prestigio y su dominio, casi de cacique máximo, sobre las poblaciones mexicanas: “Y tanta era la autoridad y ser y mando que había cobrado Cortés, que traían ante él pleitos de indios desde lejanas tierras, en especial sobre cosas de cacicazgos y señoríos. Como entonces fallecían muchos caciques de viruela, venían los indios a Cortés, como señor absoluto de toda la tierra, para que por su mano e autoridad alzase por señor a quien le perteneciera. E así vinieron de muchos pueblos con sus pleitos, y Cortés a cada uno daba sus tierras y vasallos según sentía por Derecho que le pertenecían”.

     Foto.- Vaya cuarteto: La Española –es decir, Haití y República Dominicana-, Cuba, Puerto Rico y Jamaica. Mi querida Jamaica, sin recursos  mineros, pero tan rica en agricultura y ganadería, que en ella se abastecían los barcos que iban a explorar el continente. Allí gobernaba, en lo terrenal, Francisco de Garay, y, en lo espiritual, mi alma pecadora. Pero te aseguro, suspicaz pequeñuelo, que desde la distancia velé por el bien de las almas y los cuerpos de mis feligreses, a los que envié santos frailes y cosas muy útiles para su desarrollo económico.


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