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–Se diría, galán mancebo, que fue una obra casi faraónica.
-El seductor eras tú, reverendo. Según
Bernal, lo de los bergantines fue algo magnífico: “Yendo Sandoval camino de
Tlaxcala, se topó con toda la madera y tablazón que traían a cuestas unos ocho
mil indios, y otros tantos en su defensa con armas y penachos, y otros dos mil
que traían los bastimentos. Por capitán dellos venía el gran cacique
Chichimecatecle. Y a cargo de todo estaba Martín López, el maestro carpintero
de ribera. Y cuando Sandoval los vio, hubo mucho placer. Caminando con ese
concierto durante dos días, entraron en tierras mexicanas, y les daban muchos
silbos y gritos desde lejos. Sandoval repartió a sus soldados para la defensa,
y mandó que los tlaxcaltecas se quedasen con él en la retaguardia, lo cual
afrentó al cacique Chichimecatecle creyendo que no les tenía por esforzados,
pero lo dio por bueno cuando le hicieron ver que los mexicanos siempre atacaban
donde estaba el fardaje, en la parte de atrás (aunque no hubo batalla)”. Dos días más de marcha, “y entraron en
Texcoco con sus penachos puestos, con tambores y cornetas, caminando en orden,
dando voces y silbos, y diciendo: ‘¡Castilla, Castilla! y ¡Tlaxcala, Tlaxcala!’. Y Cortés les salió a recibir con
algunos capitanes, haciéndole grandes ofrecimientos a Chichimecatecle. Luego se
dio tanta prisa Martín López en hacer los
13 bergantines que pronto estuvieron armados. Y teníamos mucho cuidado
en guardarlos porque los mexicanos procuraron ponerles fuego tres veces, pero
les prendimos 15 indios, de los que Cortés supo largamente todo lo que
concertaba Cuauhtémoc; y era que tenía firme intención de quitarnos las vidas o
morir todos ellos peleando”. Hay dos cosas que no cuenta Bernal sobre el
maravilloso trabajo de los bergantines. Antes de partir desde Tlaxcala, Martín
López mandó ensamblar las piezas y probó en una pequeña laguna la calidad del
resultado, teniendo, lógicamente, que desmontarlo todo para poder transportarlo
después. Conocemos también, a través de las cartas de Cortés, lo orgulloso que
se sentía de lo que habían hecho: “Era cosa maravillosa de ver, y así me parece
que es de oír, llevar trece fustas (bergantín
pequeño) 18 leguas por tierra (unos
100 km), que certifico a Vuestra Majestad que desde la vanguardia hasta la
retaguardia había dos leguas de distancia (11
km)”. Siga su merced.
- La masa de tlaxcaltecas era enorme y,
“pasados ya 5 días en Texcoco, carecían de mantenimientos, y como su capitán,
Chichimecatecle, era muy esforzado y orgulloso, le dijo a Cortés que quería ir
a hacer algún servicio a nuestro gran emperador y batallar contra mexicanos,
para mostrar sus fuerzas y vengarse de las muertes y robos que habían hecho a
sus hermanos y vasallos, así en México como en sus tierras. Y Cortés le dijo
que iría con ellos a un pueblo de la laguna llamado Saltocan, que tenía entrada
por tierra, al cual había llamado de paz tres veces y no quiso venir. Mandó a
Sandoval y a Martín López que en 15 días tuviesen los bergantines muy a punto
para echarlos al agua. Y después de oír misa, salió para Saltocan con Alvarado,
230 soldados, los tlaxcaltecas y una capitanía de guerreros de Texcoco”. Como
siempre estaban vigilados por los mexicanos, les salieron al encuentro unos
escuadrones, pero les respondieron ordenadamente, yendo Cortés al frente de la
caballería, “y mataron solo algunos mexicanos, porque los de a caballo no les
pudieron seguir por el monte, mas nuestros amigos tlaxcaltecas prendieron e
mataron unos treinta”. Iban a pasar 15 días dedicados a estos objetivos un poco
absurdos, quizá porque Cortés viera la necesidad de dar salida a la energía de
aquella enorme masa humana; pero el caso es que se llevaron más de un susto.
Foto: Así debió de ser la cosa, aunque hay
que interpretar la pintura. Cortés se quedó en Texcoco esperando que llegara el
maderamen. De manera que, quien va al mando del traslado desde Tlaxcala, tiene
que ser Gonzalo de Sandoval. El que está dentro del casco es Martín López, ese
increíble personaje todoterreno, carpintero naval y buen soldado (ya vimos su
importante intervención en la derrota de Narváez), del que dice Bernal que fue
imprescindible para esta definitiva conquista de México, porque el obispo
Fonseca, con mala intención (pobre padrino mío), no les habría enviado de
Castilla a nadie capaz de construir los
bergantines. Y, como siempre, aparecen los tlaxcaltecas, nuestros
inquebrantables amigos, colaborando con entusiasmo. España les debe mucho.
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