martes, 19 de julio de 2016

(Día 331) DIEZ MIL entusiastas TLAXCALTECAS transportan hasta TEXCOCO las piezas de los bergantines. Tras un tiempo en TEXCOCO, los TLAXCALTECAS están ansiosos por pelear contra poblados enemigos suyos, y CORTÉS va con ellos a los enfrentamientos.

(83) –Se diría, galán mancebo, que fue una obra casi faraónica.
     -El seductor eras tú, reverendo. Según Bernal, lo de los bergantines fue algo magnífico: “Yendo Sandoval camino de Tlaxcala, se topó con toda la madera y tablazón que traían a cuestas unos ocho mil indios, y otros tantos en su defensa con armas y penachos, y otros dos mil que traían los bastimentos. Por capitán dellos venía el gran cacique Chichimecatecle. Y a cargo de todo estaba Martín López, el maestro carpintero de ribera. Y cuando Sandoval los vio, hubo mucho placer. Caminando con ese concierto durante dos días, entraron en tierras mexicanas, y les daban muchos silbos y gritos desde lejos. Sandoval repartió a sus soldados para la defensa, y mandó que los tlaxcaltecas se quedasen con él en la retaguardia, lo cual afrentó al cacique Chichimecatecle creyendo que no les tenía por esforzados, pero lo dio por bueno cuando le hicieron ver que los mexicanos siempre atacaban donde estaba el fardaje, en la parte de atrás (aunque no hubo batalla)”. Dos días más de marcha, “y entraron en Texcoco con sus penachos puestos, con tambores y cornetas, caminando en orden, dando voces y silbos, y diciendo: ‘¡Castilla, Castilla! y ¡Tlaxcala, Tlaxcala!’. Y Cortés les salió a recibir con algunos capitanes, haciéndole grandes ofrecimientos a Chichimecatecle. Luego se dio tanta prisa Martín López en hacer los  13 bergantines que pronto estuvieron armados. Y teníamos mucho cuidado en guardarlos porque los mexicanos procuraron ponerles fuego tres veces, pero les prendimos 15 indios, de los que Cortés supo largamente todo lo que concertaba Cuauhtémoc; y era que tenía firme intención de quitarnos las vidas o morir todos ellos peleando”. Hay dos cosas que no cuenta Bernal sobre el maravilloso trabajo de los bergantines. Antes de partir desde Tlaxcala, Martín López mandó ensamblar las piezas y probó en una pequeña laguna la calidad del resultado, teniendo, lógicamente, que desmontarlo todo para poder transportarlo después. Conocemos también, a través de las cartas de Cortés, lo orgulloso que se sentía de lo que habían hecho: “Era cosa maravillosa de ver, y así me parece que es de oír, llevar trece fustas (bergantín pequeño) 18 leguas por tierra (unos 100 km), que certifico a Vuestra Majestad que desde la vanguardia hasta la retaguardia había dos leguas de distancia (11 km)”. Siga su merced.
     - La masa de tlaxcaltecas era enorme y, “pasados ya 5 días en Texcoco, carecían de mantenimientos, y como su capitán, Chichimecatecle, era muy esforzado y orgulloso, le dijo a Cortés que quería ir a hacer algún servicio a nuestro gran emperador y batallar contra mexicanos, para mostrar sus fuerzas y vengarse de las muertes y robos que habían hecho a sus hermanos y vasallos, así en México como en sus tierras. Y Cortés le dijo que iría con ellos a un pueblo de la laguna llamado Saltocan, que tenía entrada por tierra, al cual había llamado de paz tres veces y no quiso venir. Mandó a Sandoval y a Martín López que en 15 días tuviesen los bergantines muy a punto para echarlos al agua. Y después de oír misa, salió para Saltocan con Alvarado, 230 soldados, los tlaxcaltecas y una capitanía de guerreros de Texcoco”. Como siempre estaban vigilados por los mexicanos, les salieron al encuentro unos escuadrones, pero les respondieron ordenadamente, yendo Cortés al frente de la caballería, “y mataron solo algunos mexicanos, porque los de a caballo no les pudieron seguir por el monte, mas nuestros amigos tlaxcaltecas prendieron e mataron unos treinta”. Iban a pasar 15 días dedicados a estos objetivos un poco absurdos, quizá porque Cortés viera la necesidad de dar salida a la energía de aquella enorme masa humana; pero el caso es que se llevaron más de un susto.

     Foto: Así debió de ser la cosa, aunque hay que interpretar la pintura. Cortés se quedó en Texcoco esperando que llegara el maderamen. De manera que, quien va al mando del traslado desde Tlaxcala, tiene que ser Gonzalo de Sandoval. El que está dentro del casco es Martín López, ese increíble personaje todoterreno, carpintero naval y buen soldado (ya vimos su importante intervención en la derrota de Narváez), del que dice Bernal que fue imprescindible para esta definitiva conquista de México, porque el obispo Fonseca, con mala intención (pobre padrino mío), no les habría enviado de Castilla  a nadie capaz de construir los bergantines. Y, como siempre, aparecen los tlaxcaltecas, nuestros inquebrantables amigos, colaborando con entusiasmo. España les debe mucho.


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