viernes, 29 de julio de 2016

(Día 341) GRAN ENFADO DE CORTÉS porque un descuido de ALVARADO deja sin cegar los puentes (mueren 6 soldados). En algunos momentos, los indios amigos eran un serio estorbo. Varios poblados de la laguna, vistos los éxitos españoles, hicieron las paces. CORTÉS SE EQUIVOCA de estrategia en un ataque, con desastrosas consecuencias. Muerte de su salvador, CRISTÓBAL DE OLEA.

(93) -Nueva  bronca de Cortés, peque: esta vez  a Alvarado.
     -Era necesaria, reverendo, porque  no aseguró debidamente la retirada: murieron varios soldados y casi perdemos a Bernal: “Cortés se enojó mucho, y le mandó un mensaje a Pedro de Alvarado para que  ni en bueno ni en malo fuéramos adelante sin  haber cegado antes con adobes y madera el paso de agua; y como vimos que por  culpa nuestra había acaecido aquel desmán, tapamos en cuatro días aquella abertura, aunque fue con harto trabajo y con heridas que nos dieron los contrarios,  muriendo seis soldados”. Y cada día era lo mismo, lucha continua (‘¡Sus!, y a pelear’, dice Bernal), con la particularidad de que la multitud de indios amigos muchas veces era un estorbo: “Querían pelear con los mexicanos, pero, como eran muchos, nos embarazaban, y no podíamos hacer frente en todas partes, por lo que les echábamos fuera de la calzada, dejándoles donde estuvieran a salvo”. Unos por tierra y otros en los bergantines, peleaban sin descanso inclinando poco a poco la balanza a su favor: “Como vieron los pueblos de la laguna, Iztapalapa, Vichilobusco, Coyoacán, Mezquique y otros,  que todos los días teníamos victorias, y veían que los de Chalco, Texcoco y Tlaxcala eran  nuestros amigos, acordaron venir de paz ante Cortés, y con  mucha humildad le demandaron perdón. Y Cortés se holgó mucho dello, y con buen semblante y muchos halagos, los perdonó”. No solo destruían las casas para cegar los pasos de agua con el escombro, sino también porque se dieron cuenta de que era la única manera de evitar los ataques desde las azoteas y acortar la duración de la guerra desmoralizando a los indios. El día de San Juan se cumplía un año desde la terrible fecha en que salieron derrotados de México, con el negro balance de más de 800 españoles y cerca de 2.000 tlaxcaltecas muertos en la batalla o sacrificados a los dioses. Y Cuatuhtémoc lo celebró con un ataque masivo a las tres capitanías españolas, las de Sandoval, Alvarado y Olid; lo pudieron resistir, pero Cortés se quedó pensativo. “Como vio que cada día  cegábamos los pasos de agua y de noche los volvían a abrir los mexicanos, y que ya se habían muerto veinte soldados, habló con todos  nosotros para decidir lo que hacer”. Pero en realidad fue él quien propuso algo que resultó equivocado. Proceda vuecencia.  
     -Esta fue la idea de Cortés: “Nos dijo que entrásemos en la ciudad muy de golpe hasta llegar a Tlatelolco, que es la plaza mayor de México (la del mercado), muy más ancha y grande que la de Salamanca,  que sentáramos allí los tres reales, y así poder batallar por las calles de Tenochtitlán sin tener tantos trabajos al retirarnos”. Se dispararon los pareceres, pero la mayoría, Bernal incluido, estaban en contra de la propuesta, “porque seríamos nosotros los cercados, y no queríamos que nos aconteciese como cuando salimos huyendo de México”. Cortés escuchó, pero no le convencieron, y, como le corresponde a un líder, decidió: “Dio la orden de que al otro día  saliésemos todos con la mayor pujanza hasta ganar la plaza de Tlatelolco”. Fue una tragedia, y el mismísimo Cortés se llevó el susto más grande de su vida. Comenzaron avanzando bien, y hasta con moral de triunfo, pero una vez más se metieron en una encerrona. Los indios, que parecían huir, se volvieron de repente; los tlaxcaltecas que iban con Cortés dieron la espantada, “dejando sin cegar un paso, y los mexicanos le hirieron en una pierna, le mataron 8 caballos y le llevaron vivos 66 soldados (qué desastre); y a Cortés ya le tenían agarrado 7 capitanes mexicanos, pero quiso Dios que en aquel instante llegara a él Cristóbal de Olea, que peleó muy bravosamente, pues mató a estocadas a 4 de los capitanes que lo retenían; y también ayudó un soldado llamado Lerma, e hicieron tanta lucha que lo soltaron. Pero por le defender  allí perdió la vida el Olea”.

     Foto: Era la segunda vez que Cristóbal de Olea le salvaba la vida a Cortés, pero él murió en el intento, y el caballo que traía para sacarlo de aquella trampa también. Lo derribaron agarrando su lanza, y terminaron la faena con la temible espada macáhuitl, que llevaba lascas de obsidiana incrustadas, y que, según Bernal, cortaba más que las navajas.


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